En la batalla por Assange, el que va perdiendo es Moreno
Si apareció en el 2012 para salvar la estropeada imagen internacional de Rafael Correa y colocarle en el pecho la falsa y mentirosa condecoración de adalid de la libertad de expresión en el mundo, ahora resulta que Julian Assange, voluntaria o involuntariamente, ha regresado para ser útil por segunda ocasión a la causa del ex presidente en la guerra que sostiene con su sucesor, Lenín Moreno.
Tras la decisión del gobierno de Moreno de desconectar a Assange el acceso a internetbajo el argumento de haber violado las normas que rigen la concesión del asilo, por haber opinado sobre temas políticos, se ha desatado una enorme campaña internacional para que Assange vuelva a tener acceso a internet y para condenar al gobierno ecuatoriano al que se le acusa de haber violado el derecho a la libertad de expresión del fundador de Wikileaks.
La campaña ha sido, al menos hasta ahora, bastante exitosa y la primera consecuencia visible es que el gobierno de Moreno está apareciendo en redes sociales y en ciertos medios internacionales como un enemigo de la libertad de expresión. En medio de todo esto, la imagen de Rafael Correa está surgiendo, paradójicamente claro, como la del estadista comprometido con los valores de la transparencia y la libertad de expresión, como el valiente que salvó a Assange y desafió a los poderes mundiales que, supuestamente, trataban de silenciarlo.
Sin querer queriendo, como diría el Chavo del Ocho, la diplomacia ecuatoriana está logrando que la imagen de Assange, golpeada por su colaboración con oscuras fuerzas anti democráticas financiadas por Moscú, esté recuperándose gracias a su victimización y, de paso, reflotar la de Rafael Correa en detrimento de la de su sucesor Moreno.
En la campaña, aupada básicamente por las anti democráticas y anti occidentales cadenas Telesur y RT (Correa tiene un programa en este canal estatal ruso), cuenta con varios cheerleadears de peso internacional que han firmado una carta dirigida al gobierno de Moreno: los pensadores Noam Chomsky y Slavoj Zizek, el músico Brian Eno, el cineasta Oliver Stone, la vedette Pamela Anderson y el extravagante ex ministro de finanzas de Grecia, Younis Varoufaquis, entre otros. “Si el gobierno ecuatoriano no cesa su inútil acción, también se convertirá en un agente de persecución cuando antes la valiente nación mantuvo una posición a favor de la libertad y la libertad de expresión”, dice la carta.
A estos personajes que han firmado la carta se han sumado muchos otros en su crítica al gobierno de Moreno. Entre esos el periodista estadounidense, Glenn Greenwald, famoso por haber ayudado a Edward Snowden a hacer sus filtraciones y el también periodista australiano John Pilger. Mientras Greenwald ha dicho en Twitter que la desconexión es una burla al asilo y que el “antes orgulloso y desafiante” Ecuador, es ahora un triste adulador de Occidente, Pilger le dijo a RT en una entrevista que lo que actualmente ocurre en la Embajada es una guerra en contra de la libertad de expresión. El político español de izquierdas Juan Carlos Monedero (aquel de las más destempladas y devotas proclamas a favor de Hugo Chávez), también se ha sumado al coro insinuando una burda comparación del gobierno de Lenín Moreno con la dictadura militar que hubo en Uruguay, con el régimen de Sudáfrica que sostuvo el apartheid y la España de Franco.
En definitiva, se está retratando a Moreno como una especie de dictador sudamericano parecido a los que hubo en el Cono Sur durante los años setenta del siglo pasado, entregado de lleno a los deseos imperiales de Washington.
En esta cruzada de desprestigio de Moreno por su decisión de cortar el acceso a internet de Assange se ha sumado Wikileaks, la organización fundada por el australiano que tiene millones de incondicionales partidarios en todo mundo y cuya fuerza como líder de opinión en el mundo es innegable.
El relato de quienes participan de esta campaña, sin embargo, es parcial y engañoso. En efecto, en los mensajes y consignas no hay una sola referencia a las siniestras circunstancias domésticas que hicieron que Rafael Correa busque y utilice en el 2012 a favor de sus intereses a Assange. El tiranuelo que pretendía monopolizar la verdad acallando a la prensa y a cualquier disidente que no compartiera su versión de la realidad, encontró en la figura de Assange la boya que necesitaba desesperadamente para frenar la mala fama que iba adquiriendo a nivel internacional, sobre todo a partir de su demencial y miserable demanda en contra de diario El Universo.
En su estrecha y egoísta visión, a los Chomsky y los Gleenwald no les ha inquietado nunca la miserable cruzada que Correa emprendió durante su mandato en contra de la prensa y la disidencia civil. Por eso, todos ellos son incapaces de relativizar el pretendido heroísmo en la decisión de su ídolo de pedir auxilio a uno de los más oscuros autócratas de la historia moderna de América de Sur. En la visión de estos entusiastas de Assange –que con toda la razón del mundo celebran sus filtraciones- las violaciones a la libertad de expresión y al derecho de resistencia en un país subdesarrollado y pequeño como el Ecuador no tienen importancia: en el fondo comparten con el australiano la opinión de que el Ecuador es un país “insignificante”. La libertad de expresión y los derechos humanos en un país de tercera como el Ecuador jamás podrán estar al nivel de los de una estrella como Assange.
Que Assange haya ayudado a legitimar la autocracia de Correa en el Ecuador es un tema que a estos intelectuales les tiene sin cuidado y que cuidan no mencionar. A ellos nunca les preocupará que Assange haya perjudicado la lucha que llevaron adelante periodistas y activistas sociales durante el correato por defender su derecho a decir libremente lo que pensaban y opinaban. No mencionan, además, que el asilo de Assange fue negociado por Correa a través de un grupo de operadores españoles y ecuatorianos a los que le interesaba únicamente el efecto mediático de la medida y en absoluto los intereses diplomáticos del país. No dicen, por ejemplo, que Assange nunca fue a buscar asilo en la Embajada, sino que fue el gobierno de Correa el que negoció su solicitud, ignorando los problemas que esa decisión traería más tarde no solo para el país sino para el propio Assange que lleva ya más de siete años recluido en la Embajada y que no tiene mayores esperanzas de salir en el corto plazo.
Los participantes en la campaña de solidaridad por Assange ignoran, asimismo, que el asilo que tanto festejaron cuando fue concedido es una institución del derecho interamericano (al que seguramente también calificarán como “insignificante”) que lleva entre sus preceptos básicos el compromiso de sus beneficiarios a no intervenir ni con acciones ni opiniones en asuntos políticos internos o internacionales. Esas particularidades del asilo en el derecho interamericano seguramente son apenas detalles insignificantes si se les compara con los intereses de un rock star como Assange.
La campaña a favor de Assange, que está golpeando al gobierno de Moreno y que lo está haciendo aparecer como un monstruo represivo y censurador, ignora también de forma irresponsable que la vida y los derechos de los periodistas y los disidentes ecuatorianos volvieran a no estar en riesgo inminente únicamente el día en que Correa dejó el poder. ¿Qué saben o qué les interesa a Zizek, Pilger o Monedero lo que ha ocurrido en el Ecuador en los últimos siete u ocho meses? Absolutamente nada. ¿Qué hizo Wikileaks por la libertad de expresión en el Ecuador?
El operativo por Assange y de desprestigio del gobierno de Moreno es impulsada principalmente por Telesur y RT. Las dos cadenas son herramientas mediáticas del gobierno de Nicolás Maduro y de Vladimir Putin y operan como brazos mediáticos de ambos presidentes que buscan socavar las instituciones democráticas en occidente. A Assange se lo acusa de haberse alineado durante los últimos dos o tres años en esa misma dirección y de haber ayudado a operadores financiados por Moscú para que triunfe Trump en las elecciones de los EEUU y el voto a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Assange es ahora un declarado partidario del independentismo de Cataluña y han sido sus opiniones en este tema los que han generado la preocupación del gobierno ecuatoriano de Lenín Moreno de afectar sus relaciones con España. ¿Alguna vez Assange ha criticado la represión y la corrupción del gobierno de Maduro, de Putin o de Raúl Castro en Cuba como sí lo hecho a favor del independentismo catalán? Es evidente que no.
Pero el gobierno de Moreno, en este caso, también ha participado en la excavación de su propia tumba. Su política sinuosa y nada transparente en el manejo del asilo de Assange ha ocasionado vacíos que ahora le pasan factura. Cuando la canciller María Fernanda Espinosa decidió audaz e irresponsablemente nacionalizar al huésped de la Embajada para nombrarlo diplomático ecuatoriano en Londres, enseguida surgió la duda sobre si aún cabía el asilo si Assange pasó a ser ciudadano ecuatoriano. Varios usuarios en redes sociales e incluso organizaciones de derechos humanos obsecuentes con el correísmo, como el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, CDH, consideran que si Assange es ecuatoriano ya no cabe aplicar en su caso el silencio político que deben guardar los beneficiarios del asilo. La posibilidad, entonces, de que en su caso no aplica la condición de que guarde silencio político por ser un asilado se debe a la decisión de Espinosa de haberle otorgado la nacionalidad ecuatoriana.
La poca transparencia y sinceridad de la canciller María Fernanda Espinosa -que mintió en público cuando negó que el Ecuador hubiera nacionalizado a Assange cuando en verdad, como se vio días más tarde, ya lo había hecho- resta credibilidad a la posición del Ecuador en el extranjero. Wikileaks, la organización que fue fundada por Assange, ahora dice que no es cierto, como dijo María Fernanda Espinosa, que haya existido un acuerdo entre el australiano y el gobierno ecuatoriano para que no participara en política de otros países. ¿A quién creerle? Difícil confiar en la canciller si fue tan evidente y grosera la mentira que lanzó alrededor del estatus de Assange en Londres.
La cancillería ecuatoriana también ha sido incapaz de hacerle frente a la campaña defendiendo su argumento para desconectar a Assange del internet. Con la excepción del embajador ecuatoriano en Washington, Francisco Carrión, que salió a decir que se trataba de una decisión coherente con las condiciones del asilo político, nadie en la Cancillería ha salido a defender la desconexión.
El problema de Assange, creado en su beneficio por un enemigo declarado de la libertad de expresión como Correa, ahora se ha vuelto en una suerte de parlante que día y noche retrata a Lenín Moreno como un siniestro censor. Si no se cambia de estrategia y de política frente al asilo del australiano, nada bueno de este tema ha de esperar el gobierno de Moreno.
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