Saramago y el CPCCS
Etimológicamente, obnubilar significa poner una nube delante. Eso hizo el correato durante una década: tapar todo, maquillar corruptelas y abusos con una pátina publicitaria. Y no fue que la gente no podía ver; simplemente, no quiso ver. No intentó apartar esa ilusión gaseosa detrás de la cual se perpetuó el mayor atraco de fondos públicos de nuestra historia. Roban, pero hacen obras, se convirtió en el credo que justificó el confort de las clases medias y el clientelismo de los sectores populares.
12 de abril del 2018
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
La peda-gogía de la compli-cidad y la cobardía es destructiva. Una sociedad que hizo de la vista gorda y miró para otro lado por temor a las repre-salias no tiene futuro".
Ensayo sobre la ceguera es una genial metáfora sobre la obnubilación colectiva. Cuando una sociedad pierde la capacidad de ver, afirma José Saramago, alguien tiene que abrir los ojos. Esta es, precisamente, la responsabilidad que ha recaído sobre el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio.
Etimológicamente, obnubilar significa poner una nube delante. Eso hizo el correato durante una década: tapar todo, maquillar corruptelas y abusos con una pátina publicitaria. Y no fue que la gente no podía ver; simplemente, no quiso ver. No intentó apartar esa ilusión gaseosa detrás de la cual se perpetuó el mayor atraco de fondos públicos de nuestra historia. Roban, pero hacen obras, se convirtió en el credo que justificó el confort de las clases medias y el clientelismo de los sectores populares.
El CPCCS transitorio tiene, es cierto, la ardua tarea de reconstituir la institucionalidad estatal. Y al mismo tiempo enfrenta un desafío mayor, más estratégico: recuperar la vista para un país obcecado por el populismo. Enceguecido. La lucha contra la corrupción, así como la evaluación de las autoridades judiciales y de control, no pueden darse al margen del develamiento del sistema de encubrimiento e impunidad montado durante el correato.
Hasta ahora, destapar las irregularidades cometidas por las autoridades correístas constituye una auténtica catarsis nacional. Más que un baño de verdad es una desintoxicación colectiva. La sociedad ecuatoriana debe asumir que experimentó una grave adicción a la propaganda y al consumismo. Y en medio de ese éxtasis entornó los ojos frente a lo que estaba ocurriendo. No quiso ver. No quiso plantearse ningún dilema ético que desvaneciera sus fantasías.
Hoy, la sola iniciativa del CPCCS ha provocado la reacción de varios actores sociales. Ya aparecen documentos, informes y denuncias represados por miedo. Salen a la luz porque las condiciones han cambiado. Pero no es suficiente con procesarlos judicialmente y sancionar a los culpables. La pedagogía de la complicidad y la cobardía es destructiva. Una sociedad que hizo de la vista gorda y miró para otro lado por temor a las represalias no tiene futuro.
Ver. Abrir los ojos. Hurgar en los laberintos del poder político. Ese mensaje tendrá que ser interiorizado por todos los ecuatorianos. Para prevenir los latrocinios, para aplicar justicia, para ejercer el derecho indeclinable a la transparencia pública. Como en la novela de Saramago, el CPCCS puede recordarnos la importancia de tener ojos cuando muchos los perdieron.
Etimológicamente, obnubilar significa poner una nube delante. Eso hizo el correato durante una década: tapar todo, maquillar corruptelas y abusos con una pátina publicitaria. Y no fue que la gente no podía ver; simplemente, no quiso ver. No intentó apartar esa ilusión gaseosa detrás de la cual se perpetuó el mayor atraco de fondos públicos de nuestra historia. Roban, pero hacen obras, se convirtió en el credo que justificó el confort de las clases medias y el clientelismo de los sectores populares.
El CPCCS transitorio tiene, es cierto, la ardua tarea de reconstituir la institucionalidad estatal. Y al mismo tiempo enfrenta un desafío mayor, más estratégico: recuperar la vista para un país obcecado por el populismo. Enceguecido. La lucha contra la corrupción, así como la evaluación de las autoridades judiciales y de control, no pueden darse al margen del develamiento del sistema de encubrimiento e impunidad montado durante el correato.
Hasta ahora, destapar las irregularidades cometidas por las autoridades correístas constituye una auténtica catarsis nacional. Más que un baño de verdad es una desintoxicación colectiva. La sociedad ecuatoriana debe asumir que experimentó una grave adicción a la propaganda y al consumismo. Y en medio de ese éxtasis entornó los ojos frente a lo que estaba ocurriendo. No quiso ver. No quiso plantearse ningún dilema ético que desvaneciera sus fantasías.
Hoy, la sola iniciativa del CPCCS ha provocado la reacción de varios actores sociales. Ya aparecen documentos, informes y denuncias represados por miedo. Salen a la luz porque las condiciones han cambiado. Pero no es suficiente con procesarlos judicialmente y sancionar a los culpables. La pedagogía de la complicidad y la cobardía es destructiva. Una sociedad que hizo de la vista gorda y miró para otro lado por temor a las represalias no tiene futuro.
Ver. Abrir los ojos. Hurgar en los laberintos del poder político. Ese mensaje tendrá que ser interiorizado por todos los ecuatorianos. Para prevenir los latrocinios, para aplicar justicia, para ejercer el derecho indeclinable a la transparencia pública. Como en la novela de Saramago, el CPCCS puede recordarnos la importancia de tener ojos cuando muchos los perdieron.
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