El problema de Moreno es la indecisión de Moreno
¿Lenín Moreno tiene los medios de su política? La respuesta es no, si se juzga por la negativa de la bancada suya en la Asamblea, aliados a los correístas, para integrar un comisión ocasional encargada de investigar los posibles vínculos del gobierno de Correa con la narcoguerrilla. El Ejecutivo no recibió esa factura y esta mañana Andrés Michelena dijo, en Teleamazonas, que la investigación la hará la fiscalía. Un pedido en ese sentido –dijo- ya fue enviado. No se sabe si hay elementos nuevos que permitan reabrir ese caso porque el correísmo se encargó de archivar esa investigación en 2014. Carlos Baca Mancheno dijo, en radio FM Mundo, que lo hizo Cecilia Armas, entonces fiscal subrogante.
Más allá de la factibilidad legal, está el hecho político creado por la bancada que ahora se dice morenista: no solo camina contracorriente sino que contradice abiertamente un compromiso presidencial. Esto convierte la decisión de Lenín Moreno en una simple opinión. Y si el Presidente solo es un comentarista, ¿quién toma decisiones y las hace cumplir en el país? En ese escenario, la palabra presidencial queda tan devaluada como la moneda venezolana.
Hay disonancia evidente entre el Ejecutivo y su frente político. No hay voceros. No hay relato político. No hay bloque morenista. No hay coherencia administrativa. Hasta ahora Moreno ha gobernado componiendo, pagando favores de campaña, protegiendo a amigos suyos que administraron pésimamente la cosa pública con Correa, (Richard Espinosa es un ejemplo) y admitiendo que ministros suyos lo interpreten o lo desmientan. El caso más patético es el de María Fernanda Espinosa.
La debilidad política de Moreno no proviene de la realidad-real: depende de su propia indecisión. Moreno actúa como si no supiera que su capital político lo debe a un hecho (haberse sintonizado con ese país harto de Correa) y a muchas expectativas. Su debilidad política no está, entonces, en la falta de apoyo en la Asamblea: está en su propia indecisión sobre el rumbo a seguir. Y esa indecisión lejos de beneficiar a su gobierno, produce incertidumbre y da pábulo a muchos asambleístas y funcionarios que, empachados de correísmo y de las canonjías que repartió, siguen actuando como si no hubiera habido un cambio político de fondo en el país. los asambleístas morenistas y correístas están desfasados porque son los rezagos de un país político que ya no existe. Alguien tiene que ponerles el reloj a la hora.
Moreno y su frente político producen la sensación de debilidad política porque siguen pensando el país según sus pruritos ideológicos. Les es imposible congeniar “ser de izquierda” (porque eso dicen que son) con aquello que el momento político les exige que hagan por el país. Están atrapados: dan muestras de no saber qué hacer con su capital político ni cómo usarlo para cumplir con las expectativas democráticas (no chavistas) que Moreno ha levantado. Siguen pensando en hacer mayoría política con fuerzas que representan y defienden aquello que Moreno situó como su blanco estratégico. Apabullados por la ideología siguen creyendo que ser de izquierda es defender las causas y los personajes que, en los hechos, no han producido sino dictaduras, hambre, corrupción y emigración.
La debilidad de Moreno está en su indecisión y la de su frente económico para aceptar que las tareas revolucionarias (para hablar en su lenguaje) que necesita el país son pocas y son pragmáticas (huelgan las toneladas de hojarasca ideológica): reinstitucionalizar al país, optar en economía por fórmulas probadas que produzcan resultados (sin golpear a los más pobres), develar la verdad de lo sucedido en la década y llamar a sus responsables ante la Justicia, combatir realmente la corrupción y enderezar la mesa democrática que estuvo en cancha inclinada y tuvo jueces comprados. Y para ese programa mínimo, pero suficiente para su gobierno, hay espacio, partidos políticos y sobre todo ciudadanos.
Las indecisiones, la incapacidad de poner en sintonía anuncios y acciones, lejos de ser rentable, produce cada vez más resistencia en el país. El gobierno va a cumplir un año y un parte aguas es imprescindible. Si traza la ruta podría perfilar su relato, alinear su frente interno y fijarse objetivos en sus políticas públicas que, por supuesto, no podrán contabilizarse únicamente en número de casas construidas y kilómetros de vías hechas o bacheadas.
Si Lenín Moreno fija objetivos reales y posibles para los tres años de su mandato y se rodea de gente práctica, podría archivar los fantasmas de la vieja izquierda que lo atenazan y recuperar el valor de su palabra.
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