sábado, 28 de abril de 2018

Territorios abandonados

Mario Jaramillo Paredes
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Cuando en los años sesenta del siglo pasado se quería ponderar la figura legendaria del Padre Crespi, sus hermanos salesianos solían decir que conocía tanto el Oriente ecuatoriano que había llegado hasta el Pongo de Manseriche. Si buena parte de nuestra región amazónica era desconocida, decir que alguien conocía este cañón formado por el río Marañón, en lo que hoy es el departamento de Amazonas en el noreste peruano, era como hablar de alguien que hoy haya visitado las montañas de la Luna.
El Oriente, desde que Orellana hizo el viaje descubridor del gran río en 1542, fue teóricamente territorio ecuatoriano, pero en la práctica permaneció abandonado a su suerte hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, cuando se intensificó el proceso colonizador y se abrieron algunas vías carrozables.
En los años siguientes a la conquista española, es decir desde el siglo XVI y por el lapso de cuatro siglos y medio, los misioneros católicos fueron los únicos que hicieron presencia y obra en esas amplias tierras. Los Jesuitas trabajaron catequizando a numerosos pueblos amazónicos a través de las famosas Misiones, hasta 1767 en que el rey de España los expulsó de todas las tierras de la corona. Regresaron en 1869, pero su ausencia durante casi cien años pesó fuertemente en el abandono de esos pueblos y a la postre en la posesión efectiva del Ecuador sobre esas tierras. Parte de las pérdidas de territorio por invasiones peruanas y colombianas y por los consiguientes tratados se debió a ese abandono y ausencia del Estado.
Los Franciscanos cumplieron también una obra misionera que iba de la mano con la enseñanza del idioma español. Las reducciones franciscanas, al igual que las misiones jesuitas, buscaban aislar a los indígenas en conglomerados que bajo la protección de estas órdenes religiosas no eran explotados por los colonos blancos. Cuando fueron expulsados por el Rey, pero sobre todo cuando Alfaro les dio un plazo de cuatro días para abandonar las tierras amazónicas, esos pueblos quedaron indefensos y muchos fueron esclavizados por los buscadores de caucho y colonos.
Los Josefinos y Carmelitas-entre otros- cumplieron igualmente un importante papel, éstos últimos sobre todo en las tierras de frontera con Colombia. Página aparte merecen los salesianos que llegaron en la segunda mitad del siglo XIX. La labor cultural -aparte de catequizar- es parte fundamental de la historia de la Amazonía en donde establecieron instituciones educativas de reconocido nivel y sobre todo pertinentes para la realidad de esas tierras y los pueblos que las habitaban
El Estado ecuatoriano permaneció ausente casi totalmente. El CREA, surgido en el Azuay para hacer una “reconversión” de esas tierras es una positiva excepción y su presencia fue importante en el últimos cuarto del siglo XX.
Si a ese secular abandono de las tierras y pueblos de frontera se agrega lo que hoy sabemos que hizo el gobierno de Correa con su “permisividad” (para usar una palabra suave), se entiende mejor por qué la guerrilla y el narcotráfico se apoderaron de muchos de esos territorios de la Amazonía. (O)

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