15. La herencia de la década: los 7 pecados capitales
Fue Dante Alighieri quien utilizó los pecados capitales para su Divina Comedia, guiado por el poeta romano Virgilio y su amada Beatriz. Pero como la revolución ciudadana nunca se queda atrás, Rafael, a pesar de los siglos recorridos los reencauchó para su década ganada y los hizo parte fundamental de su Comedia Divina. Claro que el limitadito Dante no tuvo los 15 honoris causa que sí tiene Rafael y, por lo tanto, la comedia ecuatoriana emula con creces a su antecesora italiana.
En esta aventura, Rafael se hace acompañar de Virgilio y Gabriela. Ellos hacen un recorrido por la comedia y resumen las cuentas alegres de lo que fueron los 10 años de la divina revolución ciudadana, dejando constancia de que, durante aquella década, a los pecadores se nos trataba según nuestro comportamiento y que, de acuerdo a nuestros vicios, faltas o herejías, se nos destinaba a tres inevitables destinos:
1) El paraíso de los buenitos. O sea los fieles que leían a Carlos Marx tenían ganado el paraíso terrenal y un tour para disfrutar de las maravillas que creaba la revolución. Eran los únicos que tenían derecho a contemplar los sábados al divino y, a cambio, solo tenían que donar sus mentes, quedarse callados y orar por las almas de los penitentes que se dedicaban a dudar del prestigio y rectitud del socialismo.
2) El purgatorio de los más o menos. O sea de los infelices que nunca estuvieron vivos porque jamás fueron bautizados como hijos legítimos de la revolución. Eran aquellos que tenían dudas, no se portaban bien y sus inclinaciones pecaminosas los llevaban a pensamientos impuros hacia el socialismo. Su castigo ejemplar era ser enviados al purgatorio de Miami para expiar sus culpas y purificar sus almas.
3) El infierno de los pecadores e impíos.Que eran almas corrugtas e inmorales, no dignas de pisar ni el purgatorio, peor asomarse al paraíso. Luego de ser juzgados por el tribunal sabatino, eran condenados a arder en el fuego eterno sin opción a reclamo alguno. Los sediciosos tenían que purgar sus culpas en las cárceles, pagar multas a la Secom o, encadenados a una TV, ser sometidos al tormento de la propaganda oficialista. Los de la clase media tenían que trabajar para pagar impuestos y salvar sus almas. Debían donar casi todo lo que habían ganado con el sudor de su frente a las benditas ánimas de la revolución ciudadana. Ellas se encargaban de hacer justicia y repartirse legítimamente, la ganancia ilegítima de los pecadores.
A continuación detallamos los pecados y el infierno en que viven los impíos e infieles de la oposición.
A continuación detallamos los pecados y el infierno en que viven los impíos e infieles de la oposición.
La soberbia:Este pecado no hace más que descubrir al jaguar sudamericano o a la bestia salvaje que todos llevamos dentro: ser soberbio no es más que el sentimiento de valoración de una persona sobre el valor de los demás. Un complejo de superioridad que tiene de sus cualidades y de sus ideas propias para menospreciar las ajenas. El deseo de ser siempre el preferido de todos, para satisfacer su propia vanidad. La certeza de que no necesita de nadie, ni siquiera de la oposición para gobernar porque en sus filas dispone de un amplio stock de corruptos y mediocres, que pueden ocupar, fácilmente, el lugar de sus opositores. El iluminado siempre va a estar por encima de los demás. Las leyes fueron hechas para todos menos para él. Ventajosamente y para orgullo de la revolución, en los últimos 10 años no tuvimos a ningún soberbio en el gobierno. Los que purgan su soberbia en el infierno son inmorales periodistas, mediocres banqueros y corruptos empresarios.
La avaricia:Es el pecado de quienes se encargaron de adquirir o tomar prestado el capital, bienes y riquezas ajenas, (con o sin consentimiento de sus dueños). Las toman para su propio beneficio y jamás está en sus planes compartirlas con nadie (peor con los pobres). Como ganan las elecciones están seguros de que toda la plata y el poder es solo para ellos. La avaricia es propia de quienes lo tienen todo pero quieren más. Buscan satisfacer sus necesidades sin importar si perjudican o no a sus semejantes. Haciendo un inventario junto a Alí Babá, se llegó a la conclusión de que en total son 39 avaros, pero hicieron una manifestación en donde gritaban a los cuatro vientos que les faltaba uno. Ventajosamente, y para orgullo de la revolución, en los últimos 10 años no hemos tenido avaros en el gobierno. Únicamente se dieron acuerdos entre privados.
La lujuria:El lujurioso tiene un deseo incontrolable por poseer los cuerpos de propios y ajenos, no solo para fines reproductivos sino para satisfacer su más bajas pasiones. Su angustia por poseer al prójimo es insaciable. Su instinto supera lo normal y bordea lo revolucionario. En un principio, los sodomitas practicaron la lujuria con sus semejantes, más cuando se aburrieron, terminaron acostándose con las leyes e incluso con las FARC. Para en algo satisfacer sus fantasías, algunos tuvieron experiencias swingers.Ventajosamente, y para orgullo de la revolución, en los últimos 10 años no hemos tenido lujuriosos en el poder, ni hemos sabido que alguien le haya metido la mano a la justicia.
La ira:Se define como un sentimiento incontrolable de odio y enfado de quien adopta una negación vehemente de la verdad y tiene deseos de venganza. Le gustan los periódicos y noticieros cuando lo adulan, pero cuando le contradicen o lo critican, monta en ira y no hay dios ni ley que lo detenga. Le gusta andar en manada para sentirse protegido. Cuando alguien le pide justicia, detiene la caravana y ordena que lleven preso al terrorista. Le causa ira que la gente piense por sí misma y adopte su propia forma de ser. Debemos tener claro de que con o sin poder, el iracundo es el ungido y nadie tiene derecho a pensar diferente porque lo pueden matar de las iras. Ventajosamente, y para orgullo de la revolución ciudadana, en los últimos 10 años no tuvimos a ningún odiador en el poder. Los que arden en el infierno son los odiosos de la oposición.
La gula:Los golosos empiezan comiéndose la camisa. Para no terminar anoréxicos, se conforman con las sobras que dejan los gringos. Luego se nutren de pequeñas golosinas que les dan los chinos. Pero cuando empieza a subir el precio del petróleo y a llenar las arcas fiscales, se dan cuenta de que no hay moros en la costa y empiezan a gastar y comer desenfrenadamente hasta llegar a la obesidad mórbida y ser declarados elefantes blancos. Contratan un chef belga y les prepara todo el menú de recetas del Fondo Monetario Internacional. Se comen y beben todo el presupuesto del Estado hasta el 2021. Se atragantan con toda la contratación pública. Se comen carreteras de billetes y dejan para sus coidearios la mesa servida. Ventajosamente, y para orgullo de la revolución ciudadana, en los últimos 10 años no tuvimos glotones compulsivos en el gobierno. Los golosos son partidarios de Lenín y arden en el infierno de la deuda externa.
La envidia:Es el deseo de conseguir cosas que tienen segundas o terceras personas. Los envidiosos son viciosos contumaces que se ponen celosos de los que construyen carreteras y escuelas del milenio o Yachay Tech. Les enerva la matriz productiva de la refinería del Pacífico y se enojan cuando construyen moles como el edificio de Unasur y cambian la cara a Petroecuador. Por celos, los envidiosos quieren acabar con el país, amenazándolo con rendir cuentas ante la Contraloría. Ingratos, nadie hizo tanto como el socialismo; su único pecado es desconectarse de la realidad y enchufarse a sus delirios de grandeza. Ventajosamente, y para orgullo de la revolución, en los últimos 10 años no tuvimos a ningún envidioso en el gobierno. Fue con Lenín que empezaron a aparecer los verdes de envidia.
La pereza:No solo les daba pereza fiscalizar sino que daban por hecho de que todo estaba en orden, pues consideran que los sobreprecios, la corrupción y el despilfarro son propios de los empresarios y de la derecha inmoral y mediocre. Un socialista jamás puede estar inmerso ni ser parte de la pereza. Si alguna vez los pillaban en actos de corrupción, enseguida al denunciante lo ponían en su sitio y era enviado a la cárcel. No cumplieron con sus obligaciones ni se hacían cargo de su propia existencia, peor de la de los demás. Ventajosamente, y para orgullo de la revolución, en los últimos 10 años de buen vivir, no hemos tenido a ningún perezoso en el gobierno.
Solo quien haya aprobado todo el proceso de redención de estos pecados, será digno de viajar a Bélgica, subir al ático y llegar a la contemplación divina.
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