sábado, 28 de abril de 2018

Pesar por Nicaragua

Gerardo Maldonado Zeas
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La reducción del 5% a la jubilación de los afiliados del descompuesto Instituto de Seguridad Social de Nicaragua fue la gota que derramó el vaso. Una olla gigante de presión necesitaba explotar. El total control del aparataje estatal montado por el Sandinismo en sus dos largas épocas, la de los 80´s y esta nueva desde 2006, la concentración de poderes, los asesinatos con tortura previa a manos del ejército de dos hermanos de 16 y 12 años en condiciones inexplicables sin que hasta ahora se entreguen sus cuerpos, los fraudes electorales, y la corrupción a todo nivel del grupo de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, su vicepresidenta, provocaron un estallido social que dejó como saldo más de 30 muertos, 200 detenidos y 50 desaparecidos. Una veintena de líderes del mundo creen que la muerte del periodista Gaón que cubría los hechos, fue un asesinato dirigido por la policía.
La manifestación gigantesca calculada en más de 100 mil personas sólo en Managua, fue encabezada por los universitarios, y como ya ocurrió en otros eventos de participación de los jóvenes desde octubre del 68 en México, o en las calles de Caracas hace poco más de un año, son quienes al final ponen la mayoría de los muertos. Una marcha sin líderes visibles, espontánea, cargada de rabia por lo que están viviendo, movidos por la falta de libertades y una inoperante clase política que negocia y calcula con el dictador. Cerca de 23 años cumplirá Ortega en el poder, al principio a través de la revolución como hizo el Frente Sandinista de Liberación Nacional en el 79 al desterrar a Somoza; y, ahora entrometiéndose en la débil democracia y sus espacios, como ocurrió en el 2006 con un monumental fraude cuando le adjudicaron entre el 10 y 15 % de votos que no aparecieron. Nicaragua tiene cerca de un 75% de ausentismo en las urnas. Los ciudadanos no acuden a votar, hartos de los latrocinios a la voluntad popular.
Luego de este desastroso saldo en contra de la población más vulnerable, Ortega hace un llamado al diálogo. La misma vieja táctica utilizada por Maduro, a la cual convergen como invitados inocentes la Iglesia, los malos sectores empresariales interesados en las prebendas y el poder, ciertos grupúsculos de organizaciones sociales afines al también agobiado Sandinismo, y los decaídos partidos políticos. No se dan cuenta que esta impúdica estratagema busca ganar tiempo para reafirmar la mano dictatorial de la familia Ortega, y seguir esperando como los venezolanos, que algún momento termine la pesadilla, mientras el “diálogo” va cambiando de actores y escenarios.
Viví en Nicaragua entre 1992-1993 cuando fui estudiante de mi recordada alma mater Incae Bussines School en su sede original de Montefresco cerca de Managua. Conozco a su gente, caminé por sus calles y avenidas, tengo entrañables amigos de quienes guardo el recuerdo de su hospitalidad y fraternidad. Fue en la época de transición, cuando Doña Violeta Barrios de Chamarro empezó a reconstruir un país asolado por la famosa “piñata” manejada por Ortega y su combo durante los 11 años anteriores. Muy poco le duró el afán a esta dama. Cerca de 70 años, de los últimos 100 de existencia, Nicaragua ha sido manejado por dictadores. Los demócratas esperamos que los acontecimientos de este fatídico abril, sean el inicio de una nueva época, y que de la mano de los Ortega, se vayan los Maduro y demás fanáticos del horror. (O)

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