María Corina Machado
Andrés Candela. El Tiempo, Colombia.
En lo corrido de este año, dos veces me he retado escribiendo
sobre una mujer. Ejercicio que me agobia profundamente porque -como ya lo he
plasmado- es un "ser que me dibuja todas mis limitaciones y que siempre
tiene más fuerza que yo…". María Corina Machado no es la excepción, ¡es
una inherente heroína! Uno de los ambientes generales del héroe, por
naturaleza, es la guerra.
En este escenario sus actuaciones encumbran el milagro de
nacer que muchos olvidamos en los primeros años, y luego condenamos con la
estoica ósmosis de vegetar y engordar; pero usted, diputada María Corina
Machado, por fortuna, no ha requerido de tan macabro escenario para ser una
heroína, ya sin fronteras. Usted es una mujer capaz de avergonzar la
testosterona gubernamental de nuestro continente; ha desmantelado sin titubeos,
la fecundante flojera "socialista". Sólo una heroína como usted puede
albergar el rugido de dolor y silencio acumulado. Usted soportó físicamente tan
repudiable paliza, y lo hizo con vigor; no obstante, el silencio que los
cómplices del dictador -en la OEA- le quisieron imponer, fue el gran detonante,
porque personas como usted no dudan en dar la vida por un país y soportan
suplicios, torturas y persecuciones, sin anhelos de publicidad para venderse
como la víctima inmolada.
Sin embargo, el héroe, el patriota; usted, la heroína, actúan
como fieras heridas cuando el opresor de turno los intenta silenciar. Menos mal
aún existen gobiernos como el de Panamá, que sin ninguna duda tuvo el pundonor
de acreditarla para que usted pudiera hablar desde su tribuna y demostrar a
todo pulmón que -al igual que en Cuba- en Venezuela "madura" una sanguinaria
y corrupta dictadura. Usted nunca ha dudado en denunciar esa gran mentira
"socialista" que han edificado a diestra y siniestra repartiendo
hidrocarburo.
Usted es una mujer de valía, inventora de sí misma y -creo-
sabe confrontar sus propias impotencias. He aprendido a conocerla en aquel
mundo virtual que el tirano jamás podrá controlar, la he visto también con los
ojos inundados y los labios contraídos exigiendo la libertad arrebatada, con
excesiva valentía. Usted -junto a Leopoldo López- han contagiado de ese mismo
valor a muchos venezolanos que en el resto del mundo escuchamos y apoyamos.
Usted nunca se perdonará ver a Venezuela como una nave
hundida, su dolor no será algo que el tiempo disolverá o las aguas olvidadizas
aplacarán. Usted ya sabe muy bien vivir sin dormir, porque para desvelar al
tirano hay que hacer del reposo un recuerdo muy remoto, mientras que él tiene
quien le vigile el sueño y la muerte siempre le proveerá un sustituto. Usted
sabe de sobra que esta es la fórmula de las monarquías dominadoras; o sea,
simplemente cambió de estatura, lleva bigote y un discurso más pueril; pero,
¡es el imperecedero opresor coronado con el mismo poder! (¿Coronado o robado?
¡Dígamelo usted, por favor!) Todo esto mientras el pueblo se resigna, sufre, se
adapta o se silencia para invocar un milagro.
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