Por: Simón Pachano
Todo lo que se necesita es publicidad. No hay un principio
más importante que este para amasar corazones ardientes y mentes lúcidas. Ya se
hizo evidente en la respuesta a la derrota electoral del 23 de febrero. La
única medida concreta para enfrentar el retroceso fue devolverle el puesto al
funcionario que se precia de haber creado el producto (así lo dice, con el
lenguaje propio del medio) que nos gobierna desde hace largos siete años. La
pérdida en las ciudades más pobladas no era un problema de sectarismo ni se
debía tampoco a la inexistencia de un partido, movimiento u organización
política y mucho menos a la saturación de las personas con el estilo de
confrontación y polarización que viene desde arriba. No, todo eso era
secundario. La explicación del fracaso, llamado revés, se encontraba
fundamentalmente en que los responsables de la campaña no aplicaron
correctamente esa forma de comunicación unidireccional que es la publicidad.
Con la misma lógica y de la mano del mismo funcionario, ahora
se le comunica al mundo que todo lo que necesitan los siete mil millones de
habitantes es un país que podría hacer las delicias de National Geographic y
Rousseau juntos. Ciertamente, a este último le haría falta un mayor
protagonismo del buen salvaje, pero estaría feliz con la reivindicación del
idílico estado de naturaleza. “Creemos ser país y la verdad es que somos apenas
paisaje”, dice Nicanor Parra en una de sus célebres antipoesías.
Pero, al fin y al cabo, a la publicidad no se le puede pedir
otra cosa. Infinidad de semiólogos y especialistas de todas las categorías han
demostrado que esa actividad no está para vender realidades. Su oficio apunta a
las ilusiones. Por ello, los embajadores y otros funcionarios encargados de
distribuir esta pieza no deben preocuparse por la cara de sorpresa que pondrán
los receptores cuando vean que ella proviene del mismo emisor que decidió
permitir la entrada de las petroleras al Yasuní. Tampoco deberán prestar mayor
atención a quienes pregunten por el lugar y el momento en que se perdió el país
que amaba la vida y que, en aras de ese amor, se comprometía a dejar intocada
una incomparable reserva natural. Bastará con que expliquen que todo eso era
parte de la nefasta influencia del ecologismo infantil y que esta es la
realidad del futuro.
En ese plano, tampoco hay que preocuparse mucho de la
disonancia que se puede advertir entre el mensaje de amor que trae la canción
de Los Beatles y el mensaje de desamor que llega con las alusiones a golpes de
Estado semanales, a acciones terroristas por parte de estudiantes y a
siniestros conspiradores que se preparan para atentar contra la vida del líder.
Son detalles sin mayor importancia que no pueden afectar la placentera vida de
la naturaleza. Allí reina la armonía y lo pueden comprobar todos cuantos vean
el video. La magia de la publicidad lleva a abandonar el original all you need
is love para cantar all you need is naivety.
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