El personaje: Documentalista, periodista y activista de las
redes sociales. En 2007 estrenó Taromenani largometraje documental sobre los
pueblos ocultos de la Amazonía ecuatoriana.
¿En qué consiste
exactamente el documental que presenta hoy bajo el título de Los secretos del
Yasuní?
A raíz de que Correa decidió dar marcha atrás en la
iniciativa Yasuní, vi que había muchísimas mentiras del lado oficial,
tergiversaciones de la verdad y medias verdades, expresadas no solo en sus
enlaces, sino también a través de cadenas, a través de una campaña publicitaria
y a través de los medios de comunicación. Y me pareció que la única manera a mi
alcance de contrarrestar eso era entrevistar a las personas que realmente
tienen conocimiento sobre el tema. Conocimiento desde el punto de vista
antropológico, histórico y jurídico. Decidí hacer esta serie de entrevistas,
que se llama Secretos del Yasuní, que tiene como fin principal no solo desarmar
toda estas mentiras que se han dicho desde el oficialismo, sino también ir creando
un especie de documento histórico.
¿Puede un documental
como este tener una utilidad real?
Yo no soy muy optimista con respecto a lo que vaya a pasar
con el Yasuní, pero sí me parece muy importante que haya un registro histórico
de lo que está pasando ahora y por qué está pasando. Y quiénes son los que
están haciendo esto. No quiero hacer un documental sobre este tipo de
violaciones 20 años después, sino que me pareció que había que hacerlo ahora.
Con urgencia, decidí hacer estas entrevistas y no esperar a tener un documental
o un producto pulido, terminado desde el punto de vista cinematográfico, sino
publicarlas como eso, como una serie de entrevistas que se hicieron
principalmente para Internet. Por la coyuntura y porque me invitan a hablar de
esto en algunos lugares, he preparado una edición más corta, una edición que
comprime siete entrevistas en 65 minutos.
Ha usado la palabra
urgencia. ¿Diría que se trata de un documental político de barricada?
Sí. Después de 10 años de estar en esto, te terminas
convirtiendo en un activista. Cuando hice mi primer documental no estaba tan
involucrado, no tenía tanto conocimiento sobre el tema. Pero, sobre todo, no
existía esta circunstancia tan apremiante como ahora. Lo que ocurre ahora es
peor que lo que ocurría antes. ¿Por qué? Porque el plan de medidas cautelares,
que es el llamado a proteger a los pueblos ocultos, que es una institución que
existe solamente para eso, a través de su informe a la Asamblea cambia los
mapas y, de alguna manera, legitima lo que la Constitución califica como un
etnocidio. Lo que no había ocurrido antes es que una institución que fue creada
para protegerlos es la que escribe el informe que da luz verde para que se
perpetre este sinsentido de la explotación petrolera, sin tener ninguna
información técnica que sustente esa explotación. Esa institución, que en 2007,
2008, empezó haciendo bien las cosas, empezó con un presupuesto importante, que
controló el comercio ilegal de madera e hizo algunas cosas positivas, de pronto
se convierte en el recurso del Estado para hacer legal todo lo ilegal.
¿Por qué eligió el
género periodístico de la entrevista para contar esta historia?
Quería hacer un documento que fuera irrefutable desde el
punto de vista de los argumentos. Yo no quería imponer mi opinión o mi visión
de las cosas, sino dar la palabra a los que realmente saben. Es muy difícil
refutar a una persona con el conocimiento de Miguel Ángel Cabodevilla, que es
el mayor investigador sobre este tema en el Ecuador. Es muy difícil refutar a alguien
como Mikel Berraondo, que es el español que redactó las directrices de las
Naciones Unidas para los pueblos indígenas ocultos. Y cuando ves que el informe
en la Asamblea de Alianza País usa esas directrices, ¿qué mejor que traer a
quien las redactó, y dice que lo que hicieron esos asambleístas es demencial? O
hablar con una persona como Verónica Potes, que es abogada especializada en
derechos humanos pero, además, en derechos humanos indígenas, y además en temas
amazónicos... Busqué a las personas que realmente saben de esto. Yo sé, por
ejemplo, que es muy difícil que en YouTube se convierta en viral un video de
Mikel Berraondo que dura 20 minutos. No lo hice para que lo consuma la masa,
pero sí para que sea un documento que permanezca en el tiempo y, de alguna
manera, sea una isla de razones en medio de tanta tergiversación, en medio de
tanta mentira. Mi interés no era hacer un documental como Taromenani, que tiene
una visión cinematográfica.
¿Hizo un seguimiento
sobre el efecto que tuvieron estas entrevistas en las redes sociales?
Las entrevistas llevan meses en la Red y, hasta ahora, no ha
existido alguien que refute con argumentos sensatos nada de lo publicado. Las
maniobras han sido las de siempre. Pero desde el oficialismo, desde los
asambleístas a quienes me cansé de enviarles los links, desde cualquier medio
oficial o defensor del extractivismo en el ITT, nadie ha podido refutar una
coma de lo que dicen ellos. Porque lo que dicen es cierto, no hay vueltas que
darle.
¿Piensa utilizar estas
entrevistas como materia prima para un documental más amplio sobre el tema del
Yasuní?
Esto es lo que se podría decir material en bruto para un
trabajo más amplio. Lo que estoy haciendo ahora es ir registrando los hechos
que están ocurriendo todo el tiempo.
Ahora, por ejemplo, se van a presentar unas firmas, y no
sabemos qué va a ocurrir, si el CNE las va a aprobar o si va a poner trabas. Si
las aprueba, se viene un proceso de consulta y una campaña mucho más intensa.
Todo eso es parte del fenómeno histórico que está ocurriendo ahora.
En los últimos meses,
¿se ha dedicado a hacer el registro documental del proceso de recolección de
firmas de los yasunidos?
Estoy registrando, estoy recogiendo testimonios pero, sobre
todo, estoy recogiendo documentación. No estoy yendo con una cámara a todos
lados. Registros audiovisuales, ahora, existen de todo y de mil fuentes, desde
los canales de televisión hasta los celulares de los activistas. Entonces, mi
intención es más bien ir documentándome. Tengo ya un archivo bastante grande de
documentación, de hechos, de noticias, de personajes, de todo lo que está
pasando. Y, cuando sienta que es el momento, se va a convertir en un
documental. Todavía no sé qué dirección exactamente va a tomar. Hice Taromenani
con la intención de detener un genocidio. Se consiguió al menos un poquito más
de conciencia pública con respecto al tema. Ahora ya no me interesa detener el
genocidio, porque no creo que eso lo pueda hacer el cine. Sí creo que es
importante que quede un documento histórico, y eso sí lo puedo hacer en cine.
Tiene que haber memoria, así como con los documentales sobre Roldós o los
Restrepo, que son documentales sobre la memoria hechos 20, 30 años después.
Este se hace sobre la marcha. (RA)
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