sábado, 4 de agosto de 2018

Verdad, Belleza y Bondad

  en Columnistas/La Info/Las Ideas  por 
Las tres palabras que componen el título de esta columna originalmente conforman lo que los filósofos de la antigua Roma llamaban las “transcendentalia”, las tres propiedades transcendentales del ser y la base de tres grandes ramas de la filosofía, la ética, la estética y la lógica. ¿Qué relación existe en la actualidad con estas propiedad trascendentales? Con el florecimiento de las redes sociales y se ha facilitado dar a conocer  las posiciones de un número cada vez más creciente  de personas, en muchas ocasiones estas se manifiestan de forma negativa. Insultar, criticar, ofender, explotar sin filtros, sin exponerse—parece que las redes sociales están plagadas de  troles—y hay cada vez más evidencias que este lenguaje negativo se está permeando a nuestras interacciones personales.
Ejercitar la bondad no implica grandes decisiones o compromisos. Es tan simple como saludar, agradecer, tratar amablemente a quienes hacen tareas duras o desagradables para nuestro beneficio, enfocarse en lo positivo en lugar de lo negativo, no hacer leña del árbol caído. En las redes parecería que lo que existe en la sociedad son grupos o colectivos, mayorías o minorías, hombres o mujeres, católicos o ateos, ricos o pobres. Nos olvidamos que una sociedad está conformada de individuos, afectándose entre sí de manera positiva o negativa, independientemente de si esta interacción se da en la fila de la cafetería, en el semáforo, en la conversación entre amigos o en el debate político.
Actuar con bondad parecería ser algo muy difícil. Ya sea por la adrenalina que produce la violencia física o verbal, porque la arrogancia y el chisme nos dejan sublimar nuestras inseguridades, o porque la ingratitud nos da una ilusión de autosuficiencia, cada vez que incurrimos en una actitud negativa, creamos una reacción en cadena de actitudes negativas que nos destruyen a nosotros mismos y a las personas a nuestro alrededor.
Sin caer en actitudes santurronas, reconociendo lo imperfecto de la naturaleza humana, y entendiendo que nadie es billete de $100, creo que si vamos a recuperarnos del daño de la última década y no queremos dejar que la facilidad del insulto y el chisme que dan las redes sociales se apoderen de nuestra vida real, hay que respirar profundo y no dar un paso sin antes tomarnos un tiempo.
Una primera medida es verificar lo que leemos o nos dicen antes de comentar o reaccionar. Una conversación franca, calmada, una respuesta bien intencionada, tal vez planteada como pregunta y no como afirmación, nos ayudaría a no reaccionar “en caliente”. Asimismo, debemos aprender a dar menos importancia a quienes siempre tienen cosas negativas que decir del resto. A quienes tienen la propensión de difamar al resto hay que ponerles el freno. A quienes nos incitan hacia los extremos ideológicos, que invariablemente llevan a la intolerancia, debemos retarlos en sus certezas. Hay que promover el debate civilizado, la conversación que escucha la idea completa del otro antes de interrumpirla, la gentileza y amabilidad en el espacio público, la búsqueda de la verdad individual sin descalificar aquella del vecino. Es más fácil criticar y destruir, que entender y construir, pero el resultado del esfuerzo que implica lo segundo es por mucho superior a la satisfacción temporal que ofrece la adrenalina de la pelea. Para llegar a la verdad y la belleza, debemos actuar con bondad.
Jorge Gómez Tejada es Director de Estrategia, Desarrollo Universitario y Programas Académicos Especiales de la USFQ.

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