lunes, 20 de agosto de 2018

¿Contra los emigrantes o contra el dictador?

  en La Info  por 
Ecuador y Perú pedirán pasaporte a los venezolanos. 4P. ya dijo la inutilidad, la ilegalidad y la crueldad de la medida. Un  argumento se puede sumar a esa lista: la incapacidad política y diplomática que han demostrado los Estados de América Latina frente a la dictadura de Nicolás Maduro.
En ese contexto cabe una responsabilidad grande de Ecuador, particularmente durante la gestión de María Fernanda Espinosa. No hubo señalamiento alguno contra ese régimen que arruinó al país con mayores reservas del petróleo, no apoyó las iniciativas diplomáticas timoratas que tomó la OEA (bien por debajo de las iniciativas de Luis Almagro, su Secretario General) y permitió que el drama humano se extendiera hasta el contexto dramático que tiene hoy. En definitiva, el correísmo y el Presidente Moreno, durante su primer año, nada hicieron contra el victimario: hoy las medidas que se toman afectan exclusivamente a las víctimas.
Poner pasaporte a las personas que salen despavoridas de Venezuela no es un acto de responsabilidad; es la confesión crasa del fracaso de la integración regional que se cacarea en los discursos diplomáticos, pero que no avanza en absoluto para los ciudadanos.
Ecuador por supuesto no puede hacerse cargo solo del flujo de emigrantes que le están llegando (se habla de 600 000 personas en lo que va del año, de los cuales se habrían quedado 109 000). Se entiende que tampoco Colombia, Perú (que también les solicitará un pasaporte a partir del 25 de agosto) ni ninguno de los otros países de la región. La conclusión es evidente: esta es una catástrofe humanitaria que, como su causa, debe ser enfrentada en forma consensuada. Y no se ve el plan urgente que permita a estos países dotarse de instrumentos legales, políticos, diplomáticos, técnicos y humanitarios para encarar esta crisis que puede ser comparada con la que vivieron Iraq, Jordania, Turquía, Líbano y Europa en general con alrededor de 5 millones de refugiados sirios.
La incapacidad de diálogo es evidente. Ayer ya había alertas en Colombia por los problemas complementarios que tendrá en la frontera sur, por el flujo de venezolanos que no podrán ingresar a Ecuador. Y los que están en Ecuador, no podrán seguir a Perú y no querrán regresar a Venezuela. Es posible incluso que pensaran reunirse con familiares suyos en Perú o en otros países. Dicho de otra manera: la única política común parece ser que cada país enfrente como lo entienda este drama migratorio. Sin importar demasiado lo que ocurrirá con la emigración irregular (que sin duda se dará) y la trata de personas.
Tras estas medidas se puede leer el deseo de algunos gobiernos de disuadir a los venezolanos de salir de su país. Un deseo poco razonable a la luz de las circunstancias sobrecogedoras que viven bajo la dictadura de Maduro que ahora dice que los jóvenes se van de Venezuela engañados por la propaganda de la derecha internacional. No por las condiciones de miseria en las que él y su mafia han sumido a ese país.
El mensaje que envían los gobiernos de Ecuador y Perú es que sus medidas afectan a las víctimas; no al victimario y verdadero responsable de su pesadilla. El gobierno de Lenín Moreno, con José Valencia en la Cancillería, ha dado pasos positivos en la defensa de la democracia en la región. Pero mantiene una actitud timorata frente a la dictadura de Maduro. El Presidente se da vueltas en sus intervenciones, teje sofismas con el significado de democracia, invoca el derecho de los venezolanos de decidir sus asuntos entre ellos, para no encarar el problema de fondo: la condena y el aislamiento internacional de régimen que arruinó un país con grandes recursos, sume en el hambre y el desempleo a la población, la expulsa y, además, se burla de ella y la amenaza a diario.

Maduro no solo atenta contra su país: devela la ausencia de mecanismos mínimos regionales para encarar una dictadura y sus consecuencias y la inoperancia del sistema interamericano. Y esto es terriblemente funesto en un momento en que Donald Trump desarrolla en Estados Unidos y en las fronteras una política racista y represiva contra los inmigrantes.
Nadie dice que el problema es sencillo. Pero, además de olvidar al victimario, los países de la región, incluyendo a Ecuador, están enviando los peores mensajes a millones de personas que caminan por la región buscando un futuro, porque la dictadura ya los despojó de todo.

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