Ecuador se lava la cara al salir de la ALBA
Junio del 2009: con un desfile militar con miles de soldados venezolanos marchando bajo las arengas militaristas de Hugo Chávez como escenario, Ecuador anuncia que se adhiere a la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA. Agosto del 2018, con un desfile de venezolanos hambrientos y desesperados en la frontera de Rumichaca como telón de fondo, Ecuador anuncia que no participará más de ese foro regional.
Si bien estas dos imágenes evocan dos momentos cruciales y completamente opuestos de la historia reciente de las relaciones de Ecuador con el delirio que el chavismo instaló en Venezuela, la más reciente sintetiza el mensaje que el Ecuador está enviando al desvencijado y decrépito régimen de Nicolás Maduro. Con ese anuncio, en efecto, el gobierno de Lenín Moreno está diciendo a su par de Venezuela que ha decidido no solo dejarlo más solo de lo que ya estaba sino que lo está responsabilizando por la catástrofe humana que se está viviendo en ese país. Una catástrofe que está afectando a los países de la región que, paradójicamente, con años de silencio y alcahuetería desvergonzada miraron lo que allí ocurría bajo el escudo del discursillo ramplón de la no intervención en asuntos externos que tenía en la punta de la lengua la ex canciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa.
El anuncio, que hizo el canciller José Valencia, marca un momento decisivo en la historia reciente de la política exterior del Ecuador. La ALBA que en la práctica estaba muerta, ha quedado definitivamente desarticulada y completamente vaciada de cualquier capacidad propagandística. Si bien es cierto que desde la muerte de Chávez y del desastre económico originado con el fin del boom petrolero, la ALBA solo servía como un pobrísima caja de resonancia para consignas anti imperialistas, la salida del Ecuador de su seno constituye un mensaje de abandono y desprecio a ese régimen mafioso, hambreador y despótico.
El anuncio también tiene un contenido político interno: Ecuador está responsabilizando por la hecatombe de Venezuela a la cínica y criminal clase política que la gobierna. Así limpia la imagen de estar ensañándose con sus víctimas, pues esa es la impresión que causó la decisión de pedir pasaporte a los desesperados ciudadanos venezolanos que tratan de ponerse a salvo en territorio ecuatoriano. Si la medida de pedir pasaportes produjo una ola de críticas porque estaba poniendo el énfasis en las víctimas de la maldad y estulticia del sistema político y económico que gobierna en Venezuela, el anunció de Valencia procura equilibrar la balanza.
Poner el énfasis únicamente en los controles para frenar el éxodo y no en las causas de la barbarie que lo provoca era impresentable. Todo parece indicar que la mano de un diplomático profesional como Valencia intenta cambiar los perversos acentos que había colocado el ministro del Interior, Mauro Toscanini. Acentos que terminaron siendo inútiles porque el mismo Gobierno montó un corredor humanitario de autobuses para que los venezolanos que quieren ir hasta el Perú lo hagan sin pedir pasaporte alguno.
El retiro del ALBA es asimismo una ruptura con la propia historia del gobierno de Moreno. Durante más de un año desde que se posesionó, Moreno no fue capaz de articular alguna señal de distanciamiento con el régimen de Maduro que dignifique su política exterior. Mantuvo como ministra de Relaciones Exteriores a María Fernanda Espinosa, una entusiasta defensora de la ALBA y una ferviente admiradora del chavismo que siempre se escudó en el coartada cobarde e irresponsable, como ahora se ve, del “esos-son-asuntos-internos-de-Venezuela”. Valencia, con estadecisión, parece sacudirse de la herencia que recibió de su predecesora.
Pero tampoco hay que olvidar que en el gobierno de Moreno está, como Ministro de Educación, Fánder Falconí, el otrora canciller de Rafael Correa. Él anunció y defendió la incorporación ecuatoriana a ese foro regional. En junio de 2009 dijo: “La Alba se está constituyendo en un esquema de integración que busca potenciarlas ventajas comparativas de sus países miembros y, de esa manera, compensar las asimetrías existentes en la región”.
¿De qué le sirvió al Ecuador haber participado del ALBA? Es evidente que en el plano comercial y económico prácticamente nada. Por el contrario, el florido discurso con el que se idolatró a Chávez y Maduro, durante la llamada década ganada, lo único que logró fue aislar al Ecuador en el concierto internacional y alejarlo de cualquier iniciativa de integración comercial. No solo eso: la adhesión al chavismo y la obediencia a las recomendaciones que se hacían a los países miembros de la ALBA llevaron al Ecuador a empañar su imagen con apoyos en la ONU a gobiernos parias como Siria o Corea del Norte, cuando esas tiranías eran observadas por sus violaciones a los derechos humanos.
La participación de la ALBA quizá para la único que sirvió fue para tener una plataforma regional que legitime intereses políticos internos, como la necesidad de desarticular el sistema interamericano de derechos humanos, por ejemplo. Un mensaje colocado por Raúl Patiño en Twitter, cuando era canciller de Rafael Correa, es quizá la mejor evidencia de para qué servía la ALBA al gobierno de Correa y la forma que su diplomacia entendía a los foros regionales. Para Patiño, en ese momento, la mejor forma para deslegitimar el activismo político de un opositor como Cléver Jiménez era conseguir un apoyo de la ALBA condenándolo. Aquí la joya.
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