La universidad entre iluminados y elefantes blancos
Anteriormente he expuesto el despropósito que fue la agenda de mejoramiento de la educación superior con la imposición de metas que desconocían las complejidades de la actividad educativa. De hecho, he manifestado mi opinión, como académico y administrador universitario, sobre el fiasco que fue buscar el cambio forzoso de la universidad ecuatoriana vía la promulgación de leyes. Una segunda columna de la estrategia fallida del gobierno anterior fue intentar controlar desde un solo escritorio todo el sistema universitario, de la misma manera que quiso hacerlo en todos los campos productivos del país. El retorno de esta estrategia fue mínimo si no negativo pues, en lugar de robustecer el sistema universitario, lo debilitó, lo encadenó y en el proceso se derrocharon recursos creando elefantes blancos que difícilmente van a levantar cabeza.
Un sistema universitario de primer nivel necesita de un número saludable de investigadores (PhDs) y una gestión coordinadora, facilitadora, promotora de buenas prácticas en educación es definitivamente valiosa. Lo que no funciona de ninguna manera, es imponer a rajatabla y de manera generalizada la misma regla para todo un sistema educativo. La base de un sistema educativo saludable, innovador, meritocrático, es la diversidad de pensamiento y la libertad de acción. Si queremos que todos los habitantes de un país alcancen su verdadero potencial es imprescindible que se entienda que no todos tenemos las mismas metas. El éxito y la educación superior no van necesariamente de la mano aun cuando puede ser un elemento importante de movilidad social. Hay quienes son comerciantes natos y se han hecho millonarios sin necesidad de ir a la universidad, dando empleo y agregando valor a nuestra sociedad. Hay quienes tienen un potencial académico altísimo y necesitan contar con las condiciones para tener éxito como investigadores o docentes. De la misma manera, distintas universidades se deben poder especializar en distintas ramas del conocimiento y metodologías de enseñanza. No es viable, sostenible o simplemente lógico que una persona decida cómo deben funcionar todas las universidades de un país sin que su gestión no fracase a corto plazo.
El Ecuador ha demostrado históricamente una inclinación natural hacia la mejora a pesar de sus gobiernos. Sus universidades han sido, independientemente de si estamos de acuerdo o no con ideologías o visiones particulares, semilleros de líderes en todos los campos. La posición actual del sistema de educación superior del Ecuador, después de una década de lucha por sobrevivir es increíblemente frágil. Un camino es dar el siguiente paso, que es internacionalizarnos, atrayendo talento orgánicamente, creando las condiciones para que profesores y alumnos de todas las áreas del saber escojan venir acá, que nuestros graduados tengan la oportunidad de salir, que nuestros estudiantes tengan la libertad de obtener títulos dobles de universidades internacionales, que empecemos verdaderamente a cooperar con los máximos generadores de conocimiento a nivel mundial. Otro es que volvamos al sistema represivo, controlado por un individuo omnipotente quien regula no solo que tipo de profesor podemos tener sino que, de manera visceral, controla hasta el nombre de los cursos que se dictan.
El concepto de universidad implica universalidad. Esta se expresa por medio de diversidad étnica, económica, ideológica y administrativa. Esto implica excelencia y por lo tanto meritocracia. Todo esto se consigue potenciando las fortalezas individuales de las instituciones en su propia diversidad. Cada universidad es distinta a la siguiente aunque partan de una base común. Mal se puede pretender impulsar el desarrollo por medio de la educación si la educación misma está siendo reprimida por satisfacer las necesidades ególatras de una persona o las restricciones de una visión ideologizada de la educación.
Un sistema educativo superior sano integra a todos los estamentos de la sociedad de distintas maneras y para distintos fines. Busca promover la mejora de la educación inicial tanto como incentivar la educación técnica. Es una fuente de pensamiento y de mejora para quienes participan de este y apoya en el desarrollo de los sectores público y privado. El máximo organismo educativo del Ecuador no debe buscar regir sino facilitar, coordinar, gerenciar para garantizar que el sistema crezca y se proyecte al futuro de manera saludable para beneficio de todos.
Es importante que, desde el sistema de educación superior, se produzca un cambio de mentalidad, que se rompa el paradigma de que solo unos pocos saben y los demás debemos seguir. Es imprescindible que trabajemos por mejorar la autoestima de todo un país que ha sido tratado de deshonesto o incapaz, que se ha borreguizado, haciéndole pensar que quienes ostentan el máximo título académico son dueños de la verdad y que la diversidad de metas y aspiraciones de 16 millones de personas deben sucumbir ante los deseos de un puñado de supuestos iluminados.
Jorge Gómez Tejada es Director de Estrategia, Desarrollo Universitario de la USFQ.
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