La doctrina Toscanini o la chapucería a la carta
Nadie dice que el drama que viven los venezolanos sea de fácil manejo. Pero el que le está dando el ministro Mauro Toscanini es absolutamente calamitoso. Él anunció el jueves 16 la obligación de que los venezolanos ingresen al país con pasaporte. Ayer el Ministro Interior confesó paladinamente, en una entrevista en diario El Comercio, que incumple la ley. Y sus excusas son impresentables: no es abogado, para él es legal porque es legal y es legítimo y, en última instancia, la Cancillería debe emitir la normativa del caso. Y cuando le recuerdan que su decisión viola el artículo 84 de la Ley de Movilidad Humana, el Ministro del Interior responde que eso depende de cómo se interprete.
El Ministro hace un magro favor al gobierno de Lenín Moreno. Porque lo que dijo es que esta administración improvisó una respuesta al problema humanitario más grave (proveniente del exterior) que ha vivido el país. Penosa confesión. Esa respuesta, como era previsible, es un absurdo que tuvo que ser revisado apenas fue aplicado: el mismo gobierno se vio forzado a esclarecer que esa obligación no concernía a niños y adolescentes. Un paso atrás que no cambia ni la naturaleza de la medida ni sus consecuencias.
Por supuesto el ministro Toscanini exhibe factores y argumentos para justificar por qué está violando la ley: identificar a los miles de venezolanos que llegan con documentos ilegibles. Mitigar delitos (trata de personas, migración indiscriminada). Tener control sobre la situación. Pero, claro, el Ministro habla desde el deseo. La realidad es que esos ríos de personas huyeron de Venezuela; no salieron de vacaciones. Requieren, por ende, un tratamiento específico. Toscanini hace al revés: constata que miles de ellos traen un documento dañado o ilegible y para paliar su pesadilla les pide pasaporte.
Si faltaban pruebas de la ausencia de una política y de la improvisación de la respuesta, el ministro del Interior las absolvió. ¿Quién coordina en Carondelet a los ministerios? Este desgracia humanitaria debía ser objeto de una célula de urgencia: Cancillería, área social (salud en particular), ministerio del Interior, ministerio de Economía… El país tiene que activar los protocolos de ayuda que la comunidad internacional prevé en estos casos y, sobre todo, concertar una reunión de cancilleres en el ámbito latinoamericano para repartir las cargas humanitarias y forjar una respuesta política frente a la dictadura de Nicolás Maduro.
No hacerlo es exponerse a la doctrina Toscanini que es, como se ha visto, chapucería a la carta. Y eso tiene enormes costos. Uno: el descrédito de una autoridad que toma medidas absurdas, parciales e inoportunas. Dos: convertir la ley en letra que una autoridad puede interpretar según su voluntad. Tres: someter las políticas públicas y los valores supremos de un país en materia desechable por cuenta de los sondeos. Así, en vez de soluciones, lo que hay es un biombo tras el cual esa autoridad –en este caso Mauro Toscanini– puede terminar aupando lo que dice estar combatiendo: la trata de personas o la migración indiscriminada.
Sin un plan, sin estrategias, esa misma autoridad –en este caso Mauro Toscanini– puede dar piso a ideas simplonas y terriblemente funcionales a las peores mentes xenófobas del momento. Aludir por ejemplo a que podría haber un millón de venezolanos que se queden en Ecuador y aludir, en ese contexto, a que los ecuatorianos podrían no recibir ciertos servicios… Es perverso acariciar la piel del electorado con suposiciones. O decir que 90 0 95% de la gente está de acuerdo con una medida (pedir el pasaporte) que él sabe ilegal. Y que la realidad prueba que es absurda. ¿Toscanini y el gobierno de Moreno se mueven, en casos tan dolorosos como el de los venezolanos, con sondeos o con valores?
¿No es obligación del Estado, y por ende de una autoridad como Mauro Toscanini, manejar información exacta en vez de suponer y así alimentar los fantasmas xenófobos? ¿Para qué contrapone los intereses de los nacionales, que todos saben permanentes y prioritarios, con aquellas necesidades coyunturales de una comunidad que huye despavorida y en situación de extrema necesidad? ¿Por qué Toscanini en vez de calmar el juego, suministrar información y comunicar políticas, alborota los espíritus que ya están caldeados? ¿O acaso en su ministerio no le cuentan lo que dicen los racistas de todo tipo en las redes sociales?
Nadie dice que el manejo de esta tragedia humana, provocada por la dictadura de Maduro, sea sencillo. Pero la doctrina Toscanini lo puede agravar.
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