¿Por qué el Presidente no lidera un acuerdo nacional sobre nada?
Como se dice que aquí es imposible, que no hay posibilidades de acuerdos mínimos sobre nada, se puede contraponer algo que sucedió ayer en Bogotá. Iván Duque, Presidente recién desempacado, se reunió con todos los partidos, de todos los bordes ideológicos, los organismos de control y las directivas del Congreso, para definir una estrategia contra la corrupción. Esta reunión surge tras la consulta anticorrupción que llevó a los colombianos a las urnas el domingo pasado. Y ya se dice en Colombia que esto, que transforma la agenda legislativa para convertir en leyes los siete puntos de la consulta, cambiará la política, la relación del Estado con los ciudadanos y la relación de los partidos entre ellos. Duque entendió que debía liderar ese proceso. Y para ello incluyó en la reunión al partido de las FARC que, como se sabe, ha sido el enemigo declarado del uribismo.
Ecuador no acuerda nada sobre nada
Se puede acordar en Colombia, país dividido y que ha saldado algunas cuentas con balas y bombas. ¿Por qué no se puede en Ecuador? Ya se habló de las urgencias económicas y la necesidad de concertar un programa mínimo con la presencia, en Carondelet, de las fuerzas políticas, económicas y sociales. Una reunión liderada por el Presidente. Se habló de los subsidios que han delatado el lado surrealista de la política en Ecuador. Ahora resulta que el FUT y la Conaie amenazan con marchas y paralizaciones contra el gobierno que decidió eliminar casi todo el subsidio de la gasolina que utilizan los más ricos. Nadie podía imaginar que indígenas y los representantes supuestos de los trabajadores se hagan abogados de aquellos que pueden y están dispuestos a pagar más por la gasolina súper. Imaginar tamaño dislate hubiera resultado inconcebible para los creadores del realismo mágico. ¿Cómo se le pone un cable a tierra al país para que no florezcan discursos antojadizos y mentirosos como los que usan algunos dirigentes de la Conaie y el FUT? Una solución puede ser usar el sentido común y poner la nación como testigo, no como víctima, de todos aquellos populistas que pelean por el statu quo porque así se aseguran canonjías para sus grupos.
El hecho cierto es que hay otros temas que pudieran convocar la presencia de las fuerzas políticas en Carondelet. Uno, urgente y dramático, es el de los refugiados venezolanos. Porque pone a prueba algunos mecanismos de convivencia en el país y el presupuesto en época de vacas flacas. Y porque es impensable que el país no honre sus obligaciones de carácter humanitario.
Correa y Moreno no criticaron a Maduro
Dicho de otra manera, si el país atiende esta urgencia, como no puede ser de otra manera, tiene derecho a exigir al gobierno nacional que ponga en sintonía esfuerzos, expectativas y exigencias a los organismos internacionales, a los países latinoamericanos y a los responsables de esta catástrofe humana. No hacerlo –cuando es ineludible dar respuesta a la crisis humanitaria– podría producir un resultado insensato: liberar la dictadura de Venezuela de sus presiones internas mientras Ecuador (y sus vecinos) pagan la factura del disparatado Socialismo del Siglo XXI.
El éxodo de venezolanos lleva años, aunque es verdad que se aceleró dramáticamente este año. El país no lo vio venir porque el gobierno de Correa y el de Moreno (con María Fernanda Espinosa en la Cancillería) rehusaron criticar a Maduro. Y porque nunca caracterizaron su gobierno como una dictadura ni acompañaron las conclusiones a las cuales llegó el grupo de países que, sobre el particular, se conformó en Lima en agosto de 2017.
Si el país está involucrado en este apoyo humanitario, si tiene que negociar apoyos financieros de la comunidad internacional y dedicar dinero del presupuesto en esta tarea, tiene que, en bloque, asumir posiciones frente a la dictadura venezolana. Este tema convoca, entonces, a acuerdos mínimos, concertados y compartidos bajo el liderazgo del presidente Moreno. Ese acuerdo suprapartidista podría ser el mejor antídoto contra los eventuales brotes de xenofobia producida por el miedo y la incertidumbre que se agrava por la crisis económica que atraviesa el país.
Se dirá que no hay posibilidad de acuerdos mínimos en economía ni sobre los subsidios, tampoco en la crisis de los refugiados venezolanos… En nada. Ni con Lenín Moreno. Ni con nadie. Porque el mismo Moreno nada propone en ese sentido. Nunca hay motivo ni es tiempo de hacer algún acuerdo en el país.
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