La tremenda jueza
Hace pocas semanas atrás, la Dra. Paulina Aguirre fue designada presidenta de la Corte Nacional de Justicia. Esta es una buena noticia en medio de la pesadumbre ciudadana por la corrupción y los corruptos, los amigos, amigas, compadres y comadres, que luego de diez años de glotonería con los recursos públicos ahora deciden vomitarse mutuamente. Es una buena noticia la designación de la Dra. Aguirre porque se trata de una mujer con amplia experiencia judicial, comprometida con el servicio público y respetada en el círculo de los profesionales del Derecho. Además, esta buena noticia puede llegar a ser mucho más que eso si la nueva titular de la Corte Nacional decide asumir algunos retos históricos a los que le enfrenta la coyuntura política del país.
En primer lugar, la Dra. Aguirre tiene por delante la tarea de devolver a los jueces la autonomía para resolver los procesos judiciales. Diez años de grosera injerencia desde el Consejo de la Judicatura merecen un pronunciamiento y sobre todo acciones de la nueva titular de la Corte Nacional. Afortunadamente para los intereses del país, el escenario político ha cambiado y ahora hay espacio fértil para que la Dra. Aguirre deje en evidencia a los que llamaban por teléfono, entraban a los despachos a hurgar en los expedientes, enviaban mensajes de texto o abiertamente mandaban órdenes escritas. La cadena de mando en el entramado de la injerencia judicial iniciaba en el pater familias, seguía con su hacendoso y bien educado actuario y culminaba en funcionarios de menor rango, encargados de ejecutar fielmente lo dispuesto. Junto a la labor que la ciudadanía espera del Consejo de Participación Ciudadana respecto a la conducta del Consejo de la Judicatura, el aporte de la nueva presidenta de la Corte Nacional de Justicia en este campo será clave.
En segundo lugar, la nueva presidenta de la Corte Nacional tiene el desafío de posicionar a dicho tribunal en el trascendental espacio que debe ocupar dentro del régimen democrático. Como la Dra. Aguirre conoce, las decisiones que se toman en la Corte Nacional generan impacto no sólo en las personas interesadas en los juicios sino también entre los integrantes del Poder Judicial y en la sociedad en su conjunto. En los juzgados de primero y segundo nivel, una decisión de Corte Nacional bien fundamentada y que aporte un criterio judicial, “informa y educa” a los jueces en torno a la producción de conocimiento jurídico que se da en el país. Entre la ciudadanía, un fallo de los jueces nacionales en el que se asume una postura sobre temas laborales, penales o de género, aporta a la comprensión ciudadana de por qué es importante el Imperio de la Ley. Por ello, la presidenta de la Corte Nacional tiene el desafío de fomentar entre los jueces la idea de que hay que resolver los casos de forma ágil pero sin que esto implique renunciar a la calidad de las decisiones.
En tercer lugar, pero no por ello menos importante, la Dra. Aguirre tiene por delante el reto de colocar en el centro de la discusión judicial del país la idea de que, cuando la naturaleza de los casos amerita, los juzgadores deben dictar sus decisiones bajo la perspectiva de género. Este arduo trabajo, pues implica remar en contra de una sociedad abiertamente machista, debe ir de la mano con el apoyo de la presidenta de la Corte Nacional hacia cualquier forma de asociación judicial generada de forma espontánea, libre, sin ataduras, sin reclamar nada que no sea el respeto a su derecho a debatir. En Perú, la Asociación de Jueces para la Justicia y la Democracia (JUSDEM), cuya labor fue emblemática durante el gobierno de Alberto Fujimori, es un referente claro del tipo de asociación cívica a la que me refiero. La vinculación estratégica de la Corte Nacional tanto con las organizaciones de mujeres y de defensa de los derechos GLBTI como con las universidades puede ser un punto de apoyo adicional en la trascendental tarea que tiene la primera mujer presidenta del máximo órgano judicial del país.
Si la Dra. Aguirre considera en su plan de trabajo algunas de estas ideas puede ser recordada por la sociedad ecuatoriana como la tremenda jueza. Tremenda jueza por su frontalidad para desafiar a los que pisotearon la independencia judicial durante una década. Tremenda jueza porque apoyó entre sus colegas la idea de que las decisiones deben ser de calidad pues esa es la única forma de generar respetabilidad e impacto social, político y económico. Tremenda jueza no sólo porque dirigió una de las cortes de América Latina con mayor presencia femenina sino fundamentalmente porque dejó su impronta para generar un grupo de jueces (de todas las instancias) con apertura mental para entender que un Estado moderno debe considerar la perspectiva de género en la administración de justicia. En sus manos está constituirse en la tremenda jueza, Dra. Aguirre.
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