domingo, 5 de agosto de 2018

Seis peligros que acechan a Lenín Moreno

  en La Info  por 
Lenín Moreno lleva más de un año en el poder: 14 meses y medio, exactamente. No hay que ser gurú en política ni experto en encuestas para entender que el trabajo de descorreización que ha hecho –con sus bemoles– no lo hubiera podido hacer Guillermo Lasso. El 14 de Mayo pasado, 4Pelagatos dijo que, por ello, Moreno ya pasó a la historia. Se granjeó por supuesto críticas de correístas y de demócratas que siguen creyendo que Moreno se quedó a medio camino. Ahora el gobierno de Moreno, confrontado a la realidad de la economía, a la reinstitucionalización que corre por cuenta de autoridades en su mayoría provisorias y a las servidumbres de la política, encara otro momento político. Y así como tiene oportunidades en su horizonte, también enfrenta serios peligros. 4P. analiza seis.
  1. Se agota el efecto anti Correa: Rafael Correa ha sido, con sobradas razones, el espantapájaros usado por un gobierno dedicado, por necesidad, a de-construir el correísmo. Moreno dio la vuelta a la tortilla que le habían dejado preparada y sazonada. Tenía en su contra la mayoría de la Asamblea, gran parte del gabinete, cortes, fiscalía, contraloría, procuraduría, el partido… Pero lo hizo. No solo ha ayudado a desmontar la empresa autoritaria de Correa: también ha puesto cifras a la economía mentirosa y ha contribuido a levantar parte del velo sobre casos de excesos de poder, cuyo esclarecimiento está en el campo de la justicia. No obstante, el efecto espantapájaros se ha desgastado y debe ser superado. Los sondeos indican que la opinión espera resultados específicos de la administración Moreno. No se ve cuál será la línea discursiva y de acción de un gobierno atravesado por un dilema: ser o no un gobierno de transición (del autoritarismo a la democracia).
  2. La factura económica es una bomba: el gobierno pecó de insuficiencia pedagógica. Es verdad que reveló cifras de la deuda pública pero nunca dibujó el panorama real que dejó el correísmo: excesiva burocracia, demandas de empresas en tribunales internacionales, desempleo, estado real del IESS, colapso de la Refinería de Esmeraldas… Moreno no dijo al país lo que implica poner la mesa. El ajuste, por gradual que sea, será una medicina dispensada a un paciente que ignora su estado real de salud. Sin ese ejercicio de realidad, sin una pedagogía sobre lo que tiene que hacer el país para volver a los equilibrios básicos, sin una explicación de lo que cuesta pagar la factura del despilfarro y la corrupción, el manejo de la economía se puede convertir en una bomba de tiempo.
  3. Moreno sin estrategia de recambio: Moreno necesita dar vuelta a la página de cohabitación con algunos correístas, articular un discurso nuevo, circunscribir el nuevo momento político e identificar a sus animadores en el gabinete. ¿Tiene el equipo susceptible de dar cohesión a la acción de gobierno y producir resultados? En Madrid bautizó como “progresismo moderno” su línea de gobierno. ¿Esa denominación arropa a todos aquellos que lo acompañan en este proceso?  En realidad hay serias divisiones políticas internas que ponen en jaque el discurso tecnocrático que promociona, por ejemplo, Eduardo Jurado, Secretario General de la Presidencia. La llegada de Santiago Cuesta al círculo cercano de Moreno, como asesor con rango de Ministro, ha favorecido la velocidad de ciertas acciones del gabinete; pero no su cohesión. Moreno tendrá que zanjar entre tecnócratas y políticos; entre funcionarios que privilegian los resultados y aquellos, aún ideólogos, que quisieran alinear la acción del gobierno a un discurso de tendencia.
  4. Alianza País es un lastre: no hay partido, solo una maquinaria maltrecha entrenada para ganar elecciones. Los morenistas la recuperaron, saben que se la van a entregar a Gustavo Baroja y que todavía es la sigla de mayor recordación entre los electores. La necesitan pero no saben si la usarán como está o le cambiarán de nombre y de número. En todo caso, es a partir de esa estructura partidista (o lo que pase con ella) que Moreno concibe su acción política. Pero la competencia interna es abierta, como se comprobó con “Vamos” hace unos días en Cuenca.
  5. El fantasma de los hombres de negocios vuelve: Santiago Cuesta produjo resquemor y desconfianza entre seguidores de Moreno desde que ingresó al gobierno el 23 de mayo pasado. ¿Es el nexo con Enrique Cadena como lo afirmó Fernando Villavicencio? ¿Tuvo que ver con que se archive el proyecto de la Refinería del Pacífico que el propio Presidente se dijo presto a activar? ¿Por qué votaron en julio, sin motivo aparente alguno, a Carlos Tejada tras apenas siete meses a la cabeza de Petroecuador? ¿Por qué se evocó en Petroecuador el retorno de los piratas de la refinación, como llamó Rafael Correa a Trafigura, tras la llegada de Cuesta? ¿Meras coincidencias? Cuesta atrae, en todo caso, las miradas de militantes que siguen a Moreno, pero que, en off, se preguntan si no va a pasar en su gobierno lo que ocurrió en el de Correa con los hombres de negocios, que terminó liderando Jorge Glas.
  6. ¿Cómo evitar la desbandada? El Presidente, por serlo, tiene un peso político específico para los suyos. Y los políticos siempre apuestan a los caballos ganadores. Pero Moreno tiene paralizado a más de uno a su alrededor. Tienen que contar con él pero, al mismo tiempo, saben que él es, por voluntad propia, un bien fungible políticamente y a corto plazo. Les preocupa su confesión de no aspirar a la reelección y eso genera incertidumbre y problemas existenciales sobre la lealtad y sus límites. Algunos sospechan que Moreno, preocupado por obtener resultados, no tiene en cuenta el futuro de la tendencia y temen que eso provoque una desbandada. Los amigos de Moreno responden que el futuro de la tendencia se juega precisamente en los resultados que obtenga Moreno…

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