La Marea Verde del 8 de Agosto
Uno de los aciertos del proyecto de ley argentino es el hecho de dislocar la discusión en torno a la interrupción voluntaria del embarazo de la dicotomía entre inviolabilidad de la vida y soberanía del cuerpo, para reubicarla en el marco del ejercicio del derecho humano a la salud; permitiendo así una reinterpretación del problema de acceso al aborto como un tema de salud pública. Este 8 de agosto, el Senado argentino votará por la ley o la rechazará.
06 de agosto del 2018
MARÍA TERESA GALARZA
(No) conviene imaginar (ni) por unos segundos a esa mujer que se desangra sola sobre la baldosa de un baño sucio; mientras escucha en la puerta cerrada con llave los golpes del abortero, que le grita que abra la puerta, que no puede quedarse allí, que tiene que irse. (No) conviene imaginar que ella muere allí dos veces; la primera, de miedo, temiendo que al saber la razón de su agonía, alguien amado, cercano, desconocido, ajeno, piense, sienta o diga “te lo mereces.” La segunda muerte extingue también el miedo.
(No) conviene imaginar (ni) por unos segundos que esa mujer, era madre de dos niños que esperarán en casa un regreso imposible. O quizá, que era una mujer joven, madura, no importa, que creyó, acaso equivocadamente, tener derecho de tomar decisiones respecto de lo que pasa en su propio cuerpo. O quizá, que era una mujer que no quería estar encerrada en ese baño, y que en otras condiciones habría dado la vida por llevar a término ese embarazo; pero esas no eran otras condiciones, y ella estaba sometida a fuerzas y violencias físicas, psicológicas tan irresistibles, que terminaron con su sangre sobre las baldosas. O quizá, que esa mujer, más que ser mujer era una niña, que acababa de ajustar los 13 años y creía estar enamorada del hombre de veinte y tantos que luego de violarla repetidas veces en nombre del amor, le dio dinero para el procedimiento, pero decidió no acompañarla. O quizá, esa mujer, que más que mujer era una niña y acababa de ajustar los 11 años, lloraba mientras se preguntaba cómo es que su padre, su padrastro, su hermano, su tío, su primo, fue capaz de hacerle eso.
(No) conviene imaginar (ni) por unos segundos quien podría ser esa mujer que, aún si hubiera ido con alguien a esa cita, estaba allí sola, porque al cuerpo nadie le acompaña a desangrarse.
El 28 de mayo de 2005, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, se organizó en Argentina la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, bajo la consigna “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.” La campaña adoptó como símbolo de lucha el pañuelo verde
No conviene humanizarla, ¡cómo si el hecho de que sea mujer implicara que es humana! No conviene singularizarla y verla como una persona, con una vida y una historia, porque entonces corremos el riesgo de imaginar que si puede ser una madre, una hija, una hermana, una amiga, podría ser nuestra amiga, nuestra hermana, haber sido un día nuestra madre, esa, la que no debió tenernos, “porque, qué ironía, ustedes sí nacieron, y están hoy, aquí, defendiendo cosa semejante.” Podríamos ser nosotras y, si las cosas no cambian, mucho, pronto, un día también podrán ser nuestras hijas.
Pero las cosas cambian y las historias que empiezan con mujeres (que terminan) desangrándose solas, encerradas dentro de un baño, hallan su punto de giro en los escenarios más inesperados. En esos escenarios, si bien la narración asume un lenguaje distinto, vale tener presente que las protagonistas son las mismas.
El 28 de mayo de 2005, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, se organizó en Argentina la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, bajo la consigna “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.” La campaña adoptó como símbolo de lucha el pañuelo verde, haciendo una clara referencia al uso histórico y político de la prenda por parte de movimientos de mujeres argentinas, reconocidos a nivel mundial.
Casi 13 años después, el 5 de marzo de 2018, la Campaña Nacional presentó a la Cámara de Diputados de la Nación (por séptima vez consecutiva), el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
Este proyecto propone la despenalización y legalización del aborto en el país, y cuenta con el apoyo de legisladores y legisladoras de diversas bancadas políticas en Argentina.
El Proyecto de Ley, propuesto por la Campaña Nacional, fue “girado” por varias comisiones legislativas. “Girar” es la fase del proceso de formación y sanción de una ley en Argentina, que implica el análisis, debate, y dictamen del proyecto, por parte de una o varias comisiones del legislativo. La vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, el 21 de junio de 2018, propuso que el proyecto fuera girado por cuatro comisiones: de Salud, que sería cabecera del tratamiento de la iniciativa, de Justicia y Asuntos Penales, de Asuntos Constitucionales y, de Presupuesto y Hacienda. Casi una semana después, el 27 de junio, el Senado argentino acogió la propuesta del Presidente Provisional del Senado, Federico Pinedo, de girar el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo a tres comisiones: de Salud (que seguiría siendo cabecera), de Justicia y Asuntos Penales y, de Asuntos Constitucionales.
El hecho de establecer a la Comisión Legislativa de Salud como cabecera del tratamiento de la iniciativa, sugiere una intención de legislativo de afincar el análisis y debate del proyecto de ley de despenalización y legalización del aborto en Argentina dentro de la esfera de la salud. Esto podría ser interpretado como una consecuencia directa del proyecto de ley que, siguiendo tendencias contemporáneas de reflexión en torno al aborto, instala la discusión del tema en el ámbito de la salud.
El proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo propuesto en Argentina, en su artículo primero establece: “En ejercicio del derecho humano a la salud, toda mujer tiene derecho a decidir voluntariamente la interrupción de su embarazo durante las primeras catorce semanas del proceso gestacional.”
Uno de los aciertos del proyecto de ley argentino es el hecho de dislocar la discusión en torno a la interrupción voluntaria del embarazo de la dicotomía entre inviolabilidad de la vida y soberanía del cuerpo, para reubicarla en el marco del ejercicio del derecho humano a la salud; permitiendo así una reinterpretación del problema de acceso al aborto como un tema de salud pública. Los debates en torno al aborto, en términos de la inviolabilidad de la vida vs. la soberanía del cuerpo, no siempre revelan los riesgos que representan los abortos clandestinos para la salud y la vida de las mujeres.
El derecho a la salud es reconocido por la mayoría de las constituciones del conteniente americano; y está consagrado en el artículo 12, numeral 1 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en los siguientes términos: “Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental.”
La definición de “salud,” como concepto y categoría de análisis, tiende a darse por sobreentendida; sin embargo, la Organización Mundial de la Salud, en el preámbulo de su Constitución, suscrita en el seno de las Naciones Unidas en 1946, define a la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.” Para garantizar el pleno ejercicio del derecho a la salud de las mujeres, los estados tienen la obligación de generar las condiciones para que ellas (el 50% de la población) logren gozar de ese “completo estado de bienestar físico, mental y social.”
El restringido acceso al aborto (por causales, tiempos, limitaciones económicas) en países como Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, y una larga lista que incluye a casi todo el continente, a excepción de Canadá y Cuba, implica una forma más en la cual el derecho a la salud de las mujeres no está garantizado por nuestros estados.
98%
de los abortos son riesgosos y las muertes causadas por los mismos ocurren en regiones en desarrollo.
Como señala el reporte “Acceso al aborto seguro: progresos y retos desde 1994” a propósito de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (ICPD), organizada en el 2014 por UNFPA y Naciones Unidas “la evidencia muestra consistentemente que mujeres alrededor del mundo tienden a practicarse un aborto inducido cuando se enfrentan con un embarazo no deseado, independientemente de las condiciones legales.” El mismo reporte explica que “en ningún otro indicador de salud reproductiva la inequidad debido a restricciones legales es tan evidente como en el acceso a cuidados de aborto seguro. Casi todos los abortos riesgosos (98%) y las muertes causadas por abortos riesgosos (99.8 %) ocurren en regiones en desarrollo.” (Texto original en inglés).
El reporte, que analiza datos y tendencias globales, sugiere que si bien las restricciones legales al aborto no inhiben su práctica, tales restricciones dan paso a una práctica clandestina riesgosa e insegura. Estos riesgos, sin embargo, afectan especialmente a mujeres que viven en contextos de pobreza. El reporte explica “Aunque el aborto inducido es una práctica universal, las restricciones legales y la falta de servicios [adecuados] exponen a las mujeres jóvenes, pobres y que viven en áreas rurales de manera desproporcionadamente mayor” a los riesgos propios del aborto inseguro.
Para nuestros estados, garantizar el ejercicio del derecho a la salud de las mujeres y otros cuerpos gestantes, implicaría eliminar las restricciones y barreras legales, y aún, las constitucionales, que nos excluyen del goce de derechos, como el derecho a la salud, reconocidos a todas las personas (¡porque las mujeres somos personas!).
El 1 de agosto de 2018, en el plenario de comisiones del Senado Argentino, faltó un voto para que se lograra un dictamen aprobatorio el proyecto de ley. Ese día se juntaron 26 de las 27 firmas, de las diversas comisiones, que se requerían para dar paso a un único dictamen aprobatorio, generado por las tres condiciones. La iniciativa que proponía un único dictamen de rechazo, tampoco consiguió los votos necesarios.
Durante estos años, los pañuelos verdes, símbolos de la lucha por la despenalización y legalización del aborto, empezaron a colarse e imponerse en diversos espacios. Aparecieron en colegios y universidades, se tomaron las calles en manifestaciones multitudinarias, se difundieron por Twitter y redes sociales y adornaron los cuellos, cabezas, muñecas de mujeres activistas, médicas, de políticos (ojalá suficiente), escritores, alguno, cantantes, artistas, Actrices Argentinas y del mundo. Mujeres, sobre todo, que aprovecharon y aprovechan su capital cultural y político, haciendo uso de las más diversas plataformas mediáticas, para posicionar una causa que consideran suya.
En lo que, se espera, será la recta final de esta Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina, mujeres de todo el planeta, relacionadas con el activismo político y social, la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos, el ámbito cultural y el artístico, etc. se auto-convocan y congregan frente a los palacios legislativos de sus países de residencia y a las embajadas de Argentina en el mundo, procurando que esa marea de pañuelos verdes lo inunde todo.
Este 8 de agosto, conocido como 8A, el Senado argentino tiene la gran responsabilidad histórica y política de reconocer a las mujeres como personas; pues es a ellas, a las personas, a quienes el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales les reconoce el derecho “al disfrute del más alto nivel posible de salud.” Si las personas (reales y ficticias) son sujetos de derechos, reconocer a las mujeres como personas permitiría el reconocimiento también de sus derechos a la vida, a la integridad, a la salud, y, entre otras cosas, a decidir sobre sus cuerpos.
El 8 de agosto esa Marea Verde que está recorriendo Latinoamérica y el mundo, generará una oleada de pañuelos verdes frente a cada embajada Argentina, para ponerle un punto final (por ahora en Argentina) a la historia de esa mujer que se desangra sola sobre la baldosa de un baño sucio; mientras escucha en la puerta cerrada con llave los golpes del abortero, que le grita que le abra, que no puede quedarse allí, que tiene que irse. Nos conviene imaginar que las cosas sí cambian, mucho, pronto, y nos conviene entender que sólo cambian porque las cambiamos nosotras.
MARÍA TERESA GALARZA es investigadora en temas de género y cultura y practicante del arte; tiene un PhD que combina el cine y los derechos humanos para analizar temas de justicia reproductiva en Ecuador y Latino América.
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