El Gobierno de Rafael
Correa es autoritario pues reprime el disenso y concentra el poder en un
caudillo. Inventa una serie de enemigos construidos como la encarnación del mal
y del pasado opresor.
Primero fueron los políticos de la partidocracia, luego la
prensa “corrupta”, los partidos de izquierda de los “tirapiedras y garroteros”,
los movimientos sociales de los “ponchos dorados”, de los maestros y
estudiantes del monstruoso MPD. Ahora les ha tocado a los ecologistas. Ya no
solo son tachados de “niños bien” sino de enemigos de la revolución que usan
fondos del extranjero para desestabilizar a la patria.
Con argumentos de dudosa legalidad el Gobierno clausuró la
Fundación Pachama no solo para librase de opositores a sus políticas
extractivistas sino y sobre todo para sembrar el pánico entre las ONG. Como si
el abuso de la ley fuese poco, seguidores del Gobierno acosan a las activistas
de Acción Ecológica y el presidente en sus sabatinas exhibe fotos de los
jóvenes que protestan en contra del extractivismo.
Los actores críticos han sido construidos por la propaganda
estatal y el discurso del presidente como seres infrahumanos, como piltrafas
que están en contra de la historia, del progreso, del bien y de la redención
encarnada en el líder. Correa y quienes siguen a pie juntillas a su líder no
dudan en usar todo tipo de epítetos en contra de los enemigos. Ya que se
publican sus imágenes en las sabatinas y en los blogs favorables al Gobierno,
los enemigos de la patria son acosados en su vida privada.
La lista de periodistas y activistas que son ultrajados por
los seguidores de Correa en diferentes espacios públicos es muy larga. En
casos, como el de Martín Pallares, se lo amenazó de muerte. Muchos activistas y
críticos del Gobierno son aconsejados en tono bajo y a escondidas por sus
“amigos” que se desempeñan en el Gobierno de que bajen el tono, que se cuiden,
que no se arriesguen.
El autoritarismo correísta es diferente del de las dictaduras
del Cono Sur de los años setenta. No encarcela masivamente a los opositores,
los desaparece o los tortura. Más bien utiliza el sistema legal
instrumentalmente para tratar de silenciar el disenso. Pero el correísmo se
parece a otros proyectos autoritarios y aún totalitarios pues silencia las
voces críticas de la sociedad civil, coloniza la esfera pública a través de la
autocensura de los medios privados y siembra el miedo para que nadie se atreva
a disentir o protestar.
Los costos de estar en la oposición son muy altos pues el
Gobierno y sus secuaces de los blogs buscan el exterminio moral de los
críticos. En una coyuntura de bonaza económica la represión ha sido selectiva.
¿Pero que pasará cuando las protestas esporádicas se intensifiquen y el
Gobierno sea cuestionado masivamente? ¿Dudará el líder en aplicar mano dura? A
lo mejor no le hace falta y logrará el sometimiento de los ciudadanos a través
de prebendas económicas y del miedo de no decir nada que pueda ofender al Gran
Inquisidor y Sabio Redentor.
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