Por: Gonzalo Ruiz Álvarez
Ni la frase es nueva ni debe desubicar al lector cuando se la
cite ya que, se sabe, alude a la actividad de la prensa, los poderes y la
violencia de la guerra. Soazig Dollet es el responsable para Oriente Medio y el
Norte de África de RSF (Reporteros Sin Fronteras) y él sabe de qué habla con
absoluta y contundente claridad. RSF envió estos días el informe que muestra la
espeluznante situación de muchos periodistas muertos y secuestrados por cumplir
su trabajo: la misión no es otra que la de contar historias.
Esas historias
son, claro está, una versión de la realidad. Nada sustituye a la realidad sino
la realidad misma. Una crónica -como una foto- muestra lo que el ojo humano
pueda o quiera ver. Siempre habrá una carga subjetiva sesgada por la formación,
los valores y los enfoques que tal o cual periodista quiera dar para llegar con
más fuerza a sus audiencias. Es parte de la naturaleza humana y de la dinámica
de un oficio muchas veces criticado desde la opinión pública, incómodo al
poder, insoportable para el tirano o el guerrero cruel. Tan intolerables son
los periodistas para sátrapas y asesinos revestidos de una cobertura institucional
porque ganaron elecciones o se creen enviados de algún dios, que en algunos
casos los matan. 71 periodistas han muerto( (menos que el año pasado que fueron
88), los secuestros, según el recuento de Reporteros Sin Fronteras, subieron a
87 de los 38 del año 2012. 49 lo fueron en Siria( donde hay una guerra civil
cruenta) y 14 en Líbano. Hay 178 periodistas presos en el mundo. En China,
Eritrea, Turquía, Irán y Siria, está el mayor número. El Comité de Protección
de Periodistas (CPJ) coloca a Turquía a la cabeza de los países que ejercen
condenas a los periodistas acompañado en la lista de Irán y China. Son países
donde la democracia al estilo Occidental no existe ni se le parece de lejos. El
mismo informe citado al principio muestra otras realidades más cercanas que
desnudan una creciente ola de violencia en países cercanos. Honduras es el caso
más crítico, Las pandillas se adueñan de las calles, los ciudadanos no viven en
paz y los periodistas que cuentan esas historias pagan las consecuencias por la
osadía de informar a la gente lo que pasa. México, aunque haya experimentado un
descenso en las cifras, sigue siendo un territorio preocupante por la
influencia de las mafias del narcotráfico y el crimen organizado con énfasis en
la trata de personas y el manejo de emigrantes con destino a Estados Unidos.
Por eso es que la vieja frase de matar al mensajero, recogida en el informe por
Dollet, tiene dolorosamente vigencia, acaso miles de años después de que los
portadores de las malas noticias que no gustaban a los reyes eran decapitados o
colgados. Hoy la versión del poder, del general en combate o el político
déspota es la única admisible. Sino, simplemente se mata al mensajero. O se lo
calla que es igual para efectos del silencio
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