Por: Jeanette Hinostroza
La libertad de expresión es uno de los derechos humanos más
valiosos y en este momento de la historia del país, uno de los menos
defendidos. Mucha gente prefiere ganar
dinero y callar lo que piensa. Hay
quienes se convierten en cómplices de la corrupción cuando ven cómo se roban el
dinero del pueblo y le dan la espalda a su propia ética. Hay quienes ven las
injusticias frente a sus ojos y guardan silencio por miedo a perder sus puestos
de trabajo. En el país podrá haber muchas carreteras, pero sin libertad de
expresión no iremos a ninguna parte.
Para cuando se acabe el dinero ya será tarde, ya no habrá espacio para
los que quieran recuperar su derecho a decir lo que piensan. Y se arrepentirán
de haberle puesto precio a su conciencia.
En el Ecuador hay cada día menos “terroristas”, es decir
menos gente interesada en alzar su voz de protesta y exigir ser
escuchados. Quienes se atreven a hacerlo
se arriesgan a ser juzgados y condenados
como la peor escoria de la sociedad.
A cuatro años de prisión fueron condenados los ecuatorianos
que ingresaron en ECTV el 30 de septiembre de 2010. Fueron acusados de sabotaje por haber roto
dos puertas de vidrio y unas cámaras de seguridad del edificio. No hubo interrupción de la señal del canal
gobiernista, pero los jueces aseguran que ahí hubo sabotaje. Los ciudadanos cansados de escuchar solo la
versión gobiernista de lo que sucedió ese día, entraron indignados a ese medio
de comunicación exigiendo ser escuchados; se trataba de un canal público, es
decir de todos los ecuatorianos, en donde supuestamente ellos también tenían
derecho a expresar lo que piensan, lo que sienten, lo que esperan.
El periodista que estaba en ese momento al aire lo entendió
perfectamente y los invitó a sentarse en el set para que opinaran. No hubo armas, ni gente maniatada, ni uso de
la fuerza. No hubo terroristas. Solo
gente indignada. ¿Que algunos
pertenecían a partidos políticos? Sí, ¿y qué? ¿Acaso por tener una tendencia
política los ciudadanos están prohibidos de expresarse? ¿Acaso solo los de camiseta verde tienen
derecho a ocupar las calles y decir lo que piensan? Dos vidrios rotos, unas cámaras de seguridad
destruidas y una joven de 25 años pidiendo a los directivos del canal del
Estado que abran los micrófonos a otros pensadores, pues no era justo solo
escuchar la voz del Gobierno. ¿Es eso un
delito? ¿o un derecho?.
Lo más lamentable de todo este episodio es el silencio
sepulcral de la mayoría de ecuatorianos. Mudos de miedo. Asfixiados en su indiferencia. Callados a pesar de que lo que estamos viendo
le puede ocurrir a cualquiera, perder la libertad por defender el derecho a
opinar, a pensar, a disentir.
Esta semana en que se celebra el día mundial de los derechos
humanos no hay nada que celebrar.
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