Por: Antonio Rodríguez Vicéns
La cosmovisión de Nelson Mandela se formó en su infancia y
nació de las tradiciones ancestrales de su pueblo. El 5 de agosto de 1962, poco
después de regresar a Sudáfrica, fue arrestado y acusado de incitar a la huelga
y de abandonar el país sin documentos. En el juicio ejerció su propia defensa,
y ante el tribunal hizo un breve recuento de sus reminiscencias y sus más
arraigadas convicciones. "Hace muchos años… escuchaba las historias que
los ancianos de la tribu contaban sobre los buenos tiempos del pasado, antes de
la llegada del hombre blanco. Entonces nuestro pueblo vivía pacíficamente, bajo
el gobierno democrático de sus reyes… Entonces el país era nuestro… Ocupábamos
la tierra, los bosques, los ríos…"
"No había clases, ni ricos ni
pobres, ni explotación del hombre por el hombre. Todos los hombres eran libres
e iguales, y éste era el fundamento del gobierno" . Mandela se incorporó
al Congreso Nacional Africano el año 1944, cuando tenía veintiséis años de
edad. Desde entonces, nunca desoyó su orientación política. Tomó su bandera y
proclamó y defendió sus principios. "Su política -dijo ante el tribunal
que lo procesó en 1962, en Pretoria- coincidía con mis más profundas e íntimas
convicciones. Buscaba la unidad de todos los africanos, superando las
diferencias tribales entre ellos… Creía además que toda persona,
independientemente del grupo nacional al que pudiera pertenecer e
independientemente del color de su piel, toda persona cuyo hogar es Sudáfrica y
que cree en los principios de la democracia y de la igualdad entre los hombres,
debiera ser tratada como africana; que todo sudafricano tiene derecho a vivir
una vida libre sobre la base de la más absoluta igualdad de derechos y
posibilidades en todos los campos, de plenos derechos democráticos, con voz
directa en los asuntos del gobierno" . Fue un político paradigmático: a pesar
de la represión, de la cárcel y de los sufrimientos que padeció, fue capaz de
trascender su circunstancia personal y, superando miedos y resentimientos, se
dedicó, en un país dividido por odios y rencores, a buscar la unidad entre
blancos y negros y a construir una sociedad libre, justa y democrática. En una
época en que los principios y los valores están en desuso, postergados por un
banal pragmatismo que privilegia el arribismo y el 'éxito', fue capaz de dar a
su actividad política un verdadero contenido ético. Fue siempre coherente.
"He dedicado toda mi vida -confesó- a esta lucha del pueblo africano. He
luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He
alimentado el ideal de una sociedad libre y democrática en la cual todas las
personas vivan juntas en armonía y con iguales posibilidades. Es un ideal por
el cual espero vivir. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy
dispuesto a morir".
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