No mirar solamente atrás
¿Es cierto que antes en el país se vivía en paz? ¿Que las cosas de la vida eran más humanas, más sencillamente seguras? ¿Que chicas y muchachos eran más sanos, que no fumaban marihuana ni base ni droga alguna? ¿Qué los hijos eran todos respetuosos y obedientes, que la autoridad paterna era ciertamente autoridad?
24 de septiembre del 2018
POR: Rodrigo Tenorio Ambrossi
Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.
Difícil entender cómo el pre-sidente Moreno podría estar total-mente fuera del correísmo si en su entorno hay quienes, sotto-voce, aun rezan a su ídolo".
Antes, el país no era tan violento como ahora. Antes se respiraba un aire de paz, más aun, se vivía la paz. Antes. La población no era o, por lo menos, no parecía ser tan violenta como ahora, hoy nadie está seguro en ninguna parte, ni siquiera en su propia casa. Hoy estamos completamente desprotegidos. Lo dicen y lo repiten a porrillo, absolutamente convencidos de que se trata de una verdad incuestionable. Antes nadie mataba a nadie por quítame esas pajas. Hoy se asesina casi por deporte.
¿Es cierto que antes en el país se vivía en paz? ¿Que las cosas de la vida eran más humanas, más sencillamente seguras? ¿Que chicas y muchachos eran más sanos, que no fumaban marihuana ni base ni droga alguna? ¿Qué los hijos eran todos respetuosos y obedientes, que la autoridad paterna era ciertamente autoridad? ¿Sabían antes los padres en dónde estaban sus hijos y qué hacían? ¿Que había unidad familia pues las parejas se casaban porque realmente se amaban porque el matrimonio no era un pasatiempo ni solo una fiesta de bodas como ahora?
Antes las autoridades públicas eran honradas. Se podía confiar en ellas porque se dedicaban a realizar obras con el poco dinero con que contaban los ministerios, las alcaldías, los gobernadores. No pensaban, como ahora, en enriquecerse lo más pronto posible. Porque ahora lo primero que hacen ahora es robar, estafar e irse fuera del país con el santo y la limosna. Antes quienes ejercían el poder no eran corruptos como ahora. Antes no había alcaldes, gobernadores, ministros, vicepresidentes, presidentes acusados de corrupción. Los funcionarios públicos eran honorable de verdad y no de mentira como ahora.
¿Cuál es ese antes? Un mito pues carece de fecha y de historia, un relato mal contado, una historia en la que propositivamente se han suprimido todos aquellos párrafos que tienen que ver con la maldad, la corrupción, la violencia, el odio. Con frecuencia, los juicios sociales y políticos se sostienen, a sabiendas, en aquello de que cualquiera tiempo pasado fue mejor. Así se pretende negar la historia sustituyéndola con falacias.
“Con tal de que haga obra, no importa que robe.” Expresión eminentemente cruel producida desde una fatalidad social e histórica asumida como una suerte de paracaídas salvador en la debacle moral que ha caracterizado la política, la nuestra, esa que nunca se ha cansado de llenarse la boca con la rimbombancia de las enunciaciones de marras. Esa misma que siempre ha terminado ocultando, incluso tras velos de virtud, toda clase de corrupciones y de corruptos de todos los tiempos. De Velasco Ibarra se alababa su honradez, se decía hasta el cansancio que él nunca robó un centavo la prueba es que murió prácticamente en la indigencia. Pero sus ministros regresaban a casa con los bolsillos llenos. ¿Es eso honradez política? Yo no he robado nada, que me busquen, proclama Correa, mientras sus ministros y altos funcionaron huyen del país y otros, como excepción, ya están en la cárcel.
Hoy como ayer. Mañana como hoy. Y siempre igual. Jorge Manrique no se refería a la política sino a los sentidos, a veces huecos y dolorosos, de la vida con los que se pretende negar la realidad que a veces es cruel. Pero sus versos se tornan actuales cuando se mira lo que acontece en los procesos políticos y sociales del país atravesados y sostenidos por la corrupción que gobernó en la década correísta y que, por desgracia, no se ha convertido en pura historia. ¿Por qué el presidente Moreno no se ha descorreizado totalmente para permitir que lo corrupto de su antecesor se margine de su propia gestión política? ¿Por qué no lo hace para permitir que el país termine de salir de ese inmenso hueco oscuro al que lo arrojaron Correa y sus patrañas?
Porque ya no bastan las enunciaciones. Ya no son suficientes los relatos oficiales para que el país dé un giro consistentemente cierto hacia la honorabilidad, la verdad y la justicia. De hecho, hay un halo de incertidumbre que se cierne sobre la conciencia política del país. Porque sencillamente, no resulta fácil ni lógico sostener esa supuesta descorreización cuando se trabaja con quienes fueron ojos, miradas, boca, discursos, manos y obras del expresidente. De un expresidente que finalmente empieza a ser involucrado en crímenes, en asesinatos, en la más grande de las corrupciones de que tenga memoria el país. ¿Cómo trabajar con quienes fueron sus ojos y sus manos, su eco y las huellas de sus pisadas?
¿En dónde estuvieron, qué hacían, de qué hablaban, qué miraban, qué callaban, de qué se olvidaban los correístas que ahora manejan el país? ¿En qué consiste ser cómplice y encubridor? Duele ver cómo la viuda del general Gabela transita prácticamente sola el laberinto de la corrupción, de la ignominia y de la crueldad, el laberinto correísta de la justicia que hará todo lo habido y por haber para que no aparezcan los verdaderos asesinos. ¿Acaso no están en el gobierno algunos que conocieron el informe total del perito, ese informe que fuera propositivamente mutilado para proteger a los culpables?
Ese es el laberinto previamente diseñado y construido por el correísmo. El correísmo es una obra macabra diseñada y minuciosamente construida por Correa y los suyos. Difícil entender cómo el presidente Moreno podría estar totalmente fuera del correísmo si en su entorno hay quienes, sottovoce, aun rezan a su ídolo.
¿Es cierto que antes en el país se vivía en paz? ¿Que las cosas de la vida eran más humanas, más sencillamente seguras? ¿Que chicas y muchachos eran más sanos, que no fumaban marihuana ni base ni droga alguna? ¿Qué los hijos eran todos respetuosos y obedientes, que la autoridad paterna era ciertamente autoridad? ¿Sabían antes los padres en dónde estaban sus hijos y qué hacían? ¿Que había unidad familia pues las parejas se casaban porque realmente se amaban porque el matrimonio no era un pasatiempo ni solo una fiesta de bodas como ahora?
Antes las autoridades públicas eran honradas. Se podía confiar en ellas porque se dedicaban a realizar obras con el poco dinero con que contaban los ministerios, las alcaldías, los gobernadores. No pensaban, como ahora, en enriquecerse lo más pronto posible. Porque ahora lo primero que hacen ahora es robar, estafar e irse fuera del país con el santo y la limosna. Antes quienes ejercían el poder no eran corruptos como ahora. Antes no había alcaldes, gobernadores, ministros, vicepresidentes, presidentes acusados de corrupción. Los funcionarios públicos eran honorable de verdad y no de mentira como ahora.
¿Cuál es ese antes? Un mito pues carece de fecha y de historia, un relato mal contado, una historia en la que propositivamente se han suprimido todos aquellos párrafos que tienen que ver con la maldad, la corrupción, la violencia, el odio. Con frecuencia, los juicios sociales y políticos se sostienen, a sabiendas, en aquello de que cualquiera tiempo pasado fue mejor. Así se pretende negar la historia sustituyéndola con falacias.
“Con tal de que haga obra, no importa que robe.” Expresión eminentemente cruel producida desde una fatalidad social e histórica asumida como una suerte de paracaídas salvador en la debacle moral que ha caracterizado la política, la nuestra, esa que nunca se ha cansado de llenarse la boca con la rimbombancia de las enunciaciones de marras. Esa misma que siempre ha terminado ocultando, incluso tras velos de virtud, toda clase de corrupciones y de corruptos de todos los tiempos. De Velasco Ibarra se alababa su honradez, se decía hasta el cansancio que él nunca robó un centavo la prueba es que murió prácticamente en la indigencia. Pero sus ministros regresaban a casa con los bolsillos llenos. ¿Es eso honradez política? Yo no he robado nada, que me busquen, proclama Correa, mientras sus ministros y altos funcionaron huyen del país y otros, como excepción, ya están en la cárcel.
Hoy como ayer. Mañana como hoy. Y siempre igual. Jorge Manrique no se refería a la política sino a los sentidos, a veces huecos y dolorosos, de la vida con los que se pretende negar la realidad que a veces es cruel. Pero sus versos se tornan actuales cuando se mira lo que acontece en los procesos políticos y sociales del país atravesados y sostenidos por la corrupción que gobernó en la década correísta y que, por desgracia, no se ha convertido en pura historia. ¿Por qué el presidente Moreno no se ha descorreizado totalmente para permitir que lo corrupto de su antecesor se margine de su propia gestión política? ¿Por qué no lo hace para permitir que el país termine de salir de ese inmenso hueco oscuro al que lo arrojaron Correa y sus patrañas?
Porque ya no bastan las enunciaciones. Ya no son suficientes los relatos oficiales para que el país dé un giro consistentemente cierto hacia la honorabilidad, la verdad y la justicia. De hecho, hay un halo de incertidumbre que se cierne sobre la conciencia política del país. Porque sencillamente, no resulta fácil ni lógico sostener esa supuesta descorreización cuando se trabaja con quienes fueron ojos, miradas, boca, discursos, manos y obras del expresidente. De un expresidente que finalmente empieza a ser involucrado en crímenes, en asesinatos, en la más grande de las corrupciones de que tenga memoria el país. ¿Cómo trabajar con quienes fueron sus ojos y sus manos, su eco y las huellas de sus pisadas?
¿En dónde estuvieron, qué hacían, de qué hablaban, qué miraban, qué callaban, de qué se olvidaban los correístas que ahora manejan el país? ¿En qué consiste ser cómplice y encubridor? Duele ver cómo la viuda del general Gabela transita prácticamente sola el laberinto de la corrupción, de la ignominia y de la crueldad, el laberinto correísta de la justicia que hará todo lo habido y por haber para que no aparezcan los verdaderos asesinos. ¿Acaso no están en el gobierno algunos que conocieron el informe total del perito, ese informe que fuera propositivamente mutilado para proteger a los culpables?
Ese es el laberinto previamente diseñado y construido por el correísmo. El correísmo es una obra macabra diseñada y minuciosamente construida por Correa y los suyos. Difícil entender cómo el presidente Moreno podría estar totalmente fuera del correísmo si en su entorno hay quienes, sottovoce, aun rezan a su ídolo.
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