Los graves riesgos de usar la Mashicard
A inicios de 2016 –año en el que, por la miopía y el despilfarro de los años de bonanza, el Ecuador fue uno de los pocos países de la región cuya economía se contrajo, lo que derivó en una masiva destrucción de puestos de trabajo– Rafael Correa pronunció esa involuntaria confesión de irresponsabilidad financieraque dio lugar a los memes y burlas sobre la “Mashicard”. Dijo Correa (tan apegado a ese falaz discurso de que antes de su gobierno el Ecuador era algo así como un gran terreno baldío, sin carreteras, hospitales ni escuelas): “Ahora somos una familia de clase media, con una casa de cemento, un carro, terreno legalizado, hijos con educación, salud. Tal vez tenemos un problema, tal vez nos quedamos sin empleo, el jefe de familia, pero tiene tarjeta de crédito para seguir subsistiendo, pero ya el país está en otro nivel”. Sí, el Presidente de la República, que junto con sus ministros del frente económico (esos que ahora asesoran a Maduro) no quiso ajustar el gasto fiscal a la nueva realidad de ingresos sino que optó por inflar irresponsablemente la deuda (a través de onerosas emisiones de bonos, preventas de petróleo y la figura más dañina de todas: los créditos del Banco Central a Finanzas), no veía el problema en hacer lo mismo a nivel microeconómico.
No hay que ser un experto en finanzas ni tener decenas de doctorados honoris causa para concluir algo que dicta el sentido común: si el jefe de una familia pierde su trabajo y utiliza la tarjeta de crédito para mantener su nivel de gastos, más temprano que tarde le va a resultar imposible pagar la deuda acumulada y las consecuencias pueden ser muy graves tanto para ese hogar como para sus acreedores. Al respecto, una nota publicada en El Comercio el pasado fin de semanaenciende las alarmas. Según esa nota, en lo que va del año más personas han optado por diferir los consumos que hacen con sus tarjetas de crédito. El dato más preocupante es que muchas de esas personas han empezado a diferir sus consumos en supermercados; es decir, se están endeudando para cubrir su gasto corriente. Esto, que en finanzas públicas ya es una muestra de absoluta irresponsabilidad, puede ser aún más perjudicial en el caso de un hogar. Al fin y al cabo, los gobiernos cuentan con más opciones que una familia (incluido el aumento de impuestos o los anticipos de rentas futuras) para cubrir de algún modo sus deudas.
La peligrosa opción de diferir los gastos recurrentes del hogar (alimentos, artículos de higiene, etc.) explicaría en parte por qué en un contexto de pobres indicadores laborales (con una tasa de empleo adecuado en torno al 40% de la Población Económicamente Activa, según el INEC), el consumo de los hogares ha seguido creciendo. Los bancos deben tomar nota de esta situación y controlar con especial celo los préstamos que otorgan si quieren evitar un deterioro en la calidad de su cartera de créditos (si bien hasta ahora, como muestran los informes de Asobanca, la morosidad se ha mantenido en niveles bajos).
Pero quienes deben ser más cautelosos –y resignarse a un presupuesto más estrecho– son los propios usuarios de las tarjetas de crédito. Diferir los gastos habituales o pagar siempre el mínimo de la tarjeta puede derivar en una bola de nieve que luego sea muy difícil saldar. La crítica situación en la que Rafael Correa –el que decía saber mejor que nadie cómo manejar la economía del país– dejó las finanzas públicas (lo que a su vez explica las medidas de ajuste que va a tener que seguir tomando el actual equipo económico y los consecuentes impactos sobre el mercado laboral) debería ser motivo suficiente para hacer lo opuesto a lo que él considera adecuado en materia financiera.
José Hidalgo Pallares es economista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario