jueves, 13 de abril de 2017

MONTALVO




Presta, huracán, tu grito para su nombre ardiente,
tu altura, cordillera, para su talla inmensa,
tu resplandor, relámpago, para su altiva frente,
que aún desde el sarcófago diríase que piensa.
Concede, tierra, el fuego que en tus entrañas arde,
para su pluma, rayo que en cólera destroza;
haznos el don de tu agua, en turbulento alarde,
para su turbulencia de mar que no reposa.
Y después, encadena los dioses del sonido,
detén tu movimiento y en prolongado día
prepara el escenario magnífico del acto:
un hombre que en su lecho final está dormido,
pero que aún resuena su voz en rebeldía
llenando con su luz al mundo estupefacto!

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