Simón Pachano
spachano@yahoo.com
Es muy probable que el próximo presidente sea Lenín Moreno. En un país sometido a una voluntad única, solamente se requiere la voz del líder para determinar el curso de los acontecimientos. Esa voz ya se expresó en decenas de ocasiones, como suele hacerlo cada vez que tiene un micrófono al frente. Sobre todo, lo hizo cuando lo proclamó en la arcaica ceremonia bélica de cambio de guardia. Suficiente para saber que no habrá marcha atrás.
Por tanto, el supuesto es que el flamante licenciado Moreno ocupará la Presidencia de la República desde el 24 de mayo. Si es así, tendría apenas treinta y siete días a partir de este lunes para tomar varias decisiones sobre temas candentes. Son asuntos que requieren de acciones inmediatas y que no pueden aplazarse hasta que su gabinete termine de oír, consternado, los cantos de despedida de su antecesor. En realidad, son problemas que debieron constituir el núcleo de su propuesta de campaña, de su discurso político, y que no pueden ser cubiertos con el velo cursi de programas asistenciales con título de bolero. Pero hasta el momento el licenciado ha silenciado su voz.
Para nombrar solo dos nudos que deberá desatar, cabe comenzar con el económico. No con el famoso modelo ni con cambios de la matriz productiva, sino con cosas tan concretas como la disponibilidad o no de recursos para pagar a los empleados públicos y a los proveedores. Hasta ahora, con lógica de campaña y no de estadista ni de economista, su líder solucionó esto con deuda. El licenciado está en la obligación de decir claramente de qué bolsillo saldrán esos dólares o si va a acudir a la ficción del dinero electrónico.
En segundo lugar, considerando que tiene a medio país en contra y que ese medio país duda de la limpieza de su elección, deberá producir hechos claros, no solo palabras y señales, que conduzcan a establecer acuerdos con todos los sectores sociales y políticos. Esto significa, obviamente, irse en contra del alma guerrerista del correísmo, lo que llevaría a la ruptura con su mentor. Pero, dado que esta será inevitable, más vale que la provoque él y no que sea la víctima. La única señal que dio en este campo fue la reunión con el sector gobiernista del movimiento indígena, lo que parece indicar que mantendrá la política excluyente.
En lo demás, el licenciado permanece silenciado. No se sabe qué opina de la persecución a los medios y a las organizaciones sociales. Tampoco ha dicho algo sobre la desastrosa política exterior de los dinosaurios sesenteros. Un chiste por aquí, otro por allá no conforman un programa de gobierno. Sus seguidores y los futuros integrantes de su administración deberían ser los más preocupados. No vaya a ser que se repita la historia del personaje que, a mediados de los años treinta, saltó de connotado bromista de las bancas de la plaza grande hasta el sillón presidencial y terminó persiguiendo a la izquierda que inicialmente lo apoyó. Ciertamente, él no cobraba por su humor. (O)
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