Una miseria más de Carlos Ochoa y sus esbirros
Nada es tan fuerte para describir a la Superintendencia de la Información y Comunicación, Supercom. Quizá ignominia. Quizá abyección. ¿Hay algo más ruin que esta dependencia correísta que ahora hace un proceso contra siete medios de comunicación por no haber publicado una línea de una nota del diario argentino Página 12?
Este caso, que tiene ocupados a los abogados de Ecuavisa, Teleamazonas, Televicentro, El Universo, El Comercio, Diario La Hora y Diario Expreso, solo podía producirse en una república bananera. Aquí están los hechos. El 15 de marzo, ese diario que fundó Jorge Lanata en Argentina y ahora es un pasquín kirchnerista, publicó una supuesta investigación titulada: “Lasso, el magnate de las offshore”. La autora, Cynthia García, es una militante que en su cuenta de twitter luce una camiseta con la imagen de la virgen. Pero en lugar de virgen está el rostro de la corrupta Cristina de Kirchner.
Lo que Cynthia García presenta como una investigación es una pieza de lo que el correísmo considera gran periodismo. No hay pruebas, es un rosario de inferencias y no hay contrastación alguna. Pues bien: no solo Correa retuiteó el pasquín y los medios del sistema de propaganda lo promocionaron. Usaron un programa argentino de un periodista uruguayo, Víctor Hugo Morales, también kirchnerista, en el cual García aparece formulando la misma denuncia: lo hicieron la noche del 26 de marzo cuando Guillermo Lasso participaba en el programa de Andrés Carrión. Y a la misma hora. Correa recibió a la militante el 10 de abril y elogió lo que él llamó gran trabajo. Con anterioridad había emprendido una campaña contra los medios que no reprodujeron al pasquín argentino. Esto originó una denuncia ante la Supercom hecha por un desconocido Observatorio ciudadano por una Comunicación de Calidad, claramente alineado con el correísmo.
Este caso resume lo que el correísmo entiende por periodistas: empleados que observan con devoción la acción presidencial y de gobierno, la exaltan y la defienden con pasión mercenaria. Es una concepción sórdida que seguramente sus periodistas apreciarán. Pero más allá de eso, lo que resulta surrealista en este caso es ver cómo Correa y sus inquisidores creen que pueden usar el poder para decidir qué deben leer las audiencias que siguen o compran esos siete medios. Por supuesto sus inquisidores se escudan tras una coartada que incluyeron en su ley de comunicación: el interés público. Los ilusos que defendieron esa ley habrán entendido lo que el correísmo entiende por interés público: aquello que requiere, necesita, le es útil o saca rédito.
El correísmo no solo encarna la república bananera que Correa describió en su libro. Es peor: es pueblerino, es roñoso, es vengativo y es chabacano. Es infame que pretenda otorgarse el papel de juez de lo que los ciudadanos deben leer. Es abominable que crea que puede someter a los medios, los pocos que no controla, a sus caprichos y desvaríos arbitrarios. Es execrable que pretenda hacer pasar por gran periodismo las ficciones de militantes que creen, entre sus miserias, que deben poner este oficio al servicio de un gobierno. La indigencia política de Correa y los suyos está perfectamente resumida en este caso en el cual siete medios pueden ser multados por no reproducir los embustes de un panfleto kirchnerista.
¿Interés público? Si ese fuera su preocupación real (e incluso así el poder nada puede imponer) ¿por qué nada dijo Correa –un ejemplo entre millones– de las criticas profundas de Noam Chomsky a los gobiernos que antes aplaudió? Chomsky es un lingüista y uno de los intelectuales prestantes de los Estados Unidos que defendió, años atrás, a Chávez y los gobiernos entre los cuales se encuentra el suyo. Pues ahora, Chomsky (tan usado por estos gobiernos) dice que Venezuela es un desastre y que si bien hubo logros –también citó a Argentina y Brasil– el balance no es alentador. “Para colmo –dijo en un programa de Democracy Now– la corrupción ha sido enorme. En Brasil, por ejemplo, es penoso ver que el Partido de los Trabajadores no ha podido mantener sus manos fuera de la caja. Llevó adelante medidas significativas, pero se sumó a la élite más corrupta”. Estos gobiernos no instauraron, según Chomsky, un sistema de desarrollo sostenible.
Es lamentable pero hay que decirlo: más intervienen Carlos Ochos y sus esbirros, más delatan la miseria humana que los caracteriza y que perfila perfectamente al Presidente y su sistema.
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