¡Qué hambre la suya, señor Pólit!
Resulta muy difícil imaginar los motivos por los que el contralor Carlos Pólit decidió pasar de ser un oscuro funcionario, con fama de haber garantizado la impunidad y socapado la corrupción, a convertirse ante los ojos de la opinión pública en un miserable y ambicioso ser humano, capaz de pedir la prisión y el pago de 900 mil dólares a un grupo de ilustres ecuatorianos entre los que hay al menos tres que son mayores de 85 años.
La explicación de la defensa de Pólit es que estas personas, agrupadas en una comisión que investiga actos de corrupción, afectaron su honra al haber señalado que, durante el proceso de contratación y construcción de la Refinería del Pacífico, se produjeron actos de corrupción que él no detectó. Pero ese argumento resulta insostenible a la luz del sentido común, la ética pública e incluso la lógica del cuidado de su honra e imagen.
¿Cómo puede un funcionario público demandar a ciudadanos por decir que no ha hecho bien su trabajo? ¿Cómo concebir que un empleado del Estado pretenda embolsicarse 900 mil dólares bajo el supuesto de que su honra fue manchada por personas que criticaron su trabajo? Es posible que no existan leyes que lo prohiban, pero resulta insólito pensar que alguien que trabaja para el Estado y que debe estar sujeto al escrutinio público pueda considerar, como atentado a su honra, un cuestionamiento a su gestión. De ser eso posible, se estaría echando por tierra todos los fundamentos posibles del servicio y la ética pública.
Pero si la pretensión de Pólit resulta impresentable desde la lógica de la ética del servicio público, es mucho más grave si se observa desde la mirada del humanismo y la calidad humana. Pretender que una anciana de 99 años, como Isabel Robalino, pague no solo con prisión de dos años sino desembolsando una cantidad de dinero que seguramente ella jamás habrá visto en su vida, luce miserable. Se trata sin duda de una mujer excepcional que ha entregado incluso la fortuna que heredó de su familia al sindicalismo obrero en los años 40 y 50 del siglo pasado. Lo mismo se puede decir sobre la calidad humana de Simón Espinosa de 88 años y de Julio César Trujillo de 85 años.
¿De dónde piensa Pólit que estas personas van a sacar 100 mil dólares cada uno que es lo que les correspondería pagar si el juez le da la razón? Puede ser que Pólit se haya acostumbrado en la Contraloría a manejar cifras con esa cantidad de ceros, pero es evidente que ni Robalino ni Espinosa ni Trujillo, y ni siquiera los otros miembros de la comisión, habrán tenido todo ese dinero junto en su vida entera. La única explicación que una persona podría tener, a primera vista, de esta demanda, es que Pólit es movido por la maldad y la sevicia. De hecho, si se observa lo que en redes oficiales se ha dicho de Pólit es fácil concluir que el contralor dejó de ser visto solamente como un funcionario con mala reputación: hoy es un ser inconmovible capaz de perseguir ancianos y hurgar en sus bolsillos. Capaz de atacar a ecuatorianos que, como muy pocos, tienen un prestigio y una reputación de honestidad y patriotismo.
Por todo esto resulta inevitable intentar explicar los motivos por los cuales Pólit persigue a los miembros de la Comisión Anticorrupción. La posibilidad más plausible es la que dice que el actual Contralor no busca ni la cárcel ni el dinero de estas personas, sino sentar un precedente para que nadie se atreva, en los próximo años, a poner en tela de juicio su trabajo de Contralor. Pólit quiere generar un escarmiento, tan apetecido en este gobierno, porque para él es capital mantener el monopolio indiscutible de la fiscalización a los organismos del Estado.
Esto tiene su fundamento. Que haya logrado estar 10 años como contralor, con el apoyo del correísmo, demuestra que fue un actor que indudablemente produjo confianza en el Gobierno. Y si fue reelegido por cinco años más es evidente que se trata de la persona que garantiza, como nadie, la ecuación que ha permitido que durante todo este tiempo no se haya logrado desvanecer la sensación de corrupción e impunidad que despierta el gobierno de Rafael Correa.
Por eso, es fundamental, tanto para Pólit como para el Gobierno que supuestamente fiscalizará, que nadie amenace ni siquiera de lejos su monopolio de (supuesto) control. Enviar a la cárcel a un grupo de ilustres ecuatorianos, muchos de ellos ancianos y sacarles 900 mil dólares en total, solo podría justificarse si a cambio hay algo muy pero muy grande. Vistas las cosas así, no sería extraño que, tras obtener la condenada de los miembros de la Comisión, aparezca Pólit con aires de piedad infinita y los perdone. Pero, claro ¿alguien de la sociedad civil se atreverá en el futuro a poner en duda que Polit haga bien su trabajo? Imposible.
Sea cual fuere el motivo, lo cierto es que la demanda de Pólit es insólita. Primero porque llama la atención que un Contralor que ha sido identificado con el estado de impunidad de los más altos funcionarios del Gobierno, pretenda hundir a personas que tienen mucha mejor reputación y hoja de vida que él. Segundo, porque ha sido incapaz de explicar cómo luego de que el Gobierno ha gastado más de mil millones de dólares en una refinería que no existe, como la del Pacífico, no hay ningún funcionario acusado de peculado u otro delito. Polit se lavó las manos durante estos años acusando a Chiriboga de no emprender acción penal alguna en contra de las personas que él dice haber glosado.
Si Carlos Pólit pretendía ir por lana, lo que le pasó con esta demanda es que salió trasquilado.
Si Carlos Pólit pretendía ir por lana, lo que le pasó con esta demanda es que salió trasquilado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario