Verdulería correísta
Diez años de verborrea de izquierda han implicado una pérdida total de coordenadas, de referentes ideológicos. Hoy aparece como que robarse los fondos públicos, encarcelar a los líderes populares y favorecer a las transnacionales es hacer la revolución. Para regocijo de la derecha más recalcitrante. La imagen que deja Alianza País es que la transformación social no es una necesidad sino un fracaso, una impostura.
10 de febrero del 2017
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Alianza PAIS decapitó la ética, y no será fácil resucitarla".
Pase lo que pase el próximo 19 de febrero, las cartas están echadas. La herencia que nos deja el correísmo es la devastación institucional. En todos los planos. Recuperar las instituciones básicas de la convivencia social será una tarea tan ardua como diseñar un nuevo país. Porque no se trata de una simple reingeniería administrativa, técnica o jurídica para sacarnos del marasmo; habrá que construir una cultura democrática que le dé sentido a la sociedad ecuatoriana. Un país asfixiado por la anomia colectiva no es viable.
Diez años de verborrea de izquierda han implicado una pérdida total de coordenadas, de referentes ideológicos. Hoy aparece como que robarse los fondos públicos, encarcelar a los líderes populares y favorecer a las transnacionales es hacer la revolución. Para regocijo de la derecha más recalcitrante. La imagen que deja Alianza País es que la transformación social no es una necesidad sino un fracaso, una impostura.
La descomposición moral en que nos ha sumido el populismo correísta es el epítome de varias estrategias concertadas. Desde el relativismo jurídico hasta la incompetencia económica, todo conspiró para convertir a la política en la expresión más refinada de la indecencia. Los casos de corrupción que escandalizan al país no son casuales: son el nervio del proyecto correísta. Están ahí desde el inicio. Que recién afloren ahora no les confiere un carácter episódico. Son y han sido sistemáticos, premeditados, planificados, selectivos. Como los crímenes de lesa humanidad.
Que el propio Presidente de la República termine revolcándose en el lodazal con un ex ministro de su régimen era previsible. Una década de despilfarro e impunidad no puede tener otro epílogo que la pelea rabiosa entre compadres. Pero lo más sorprendente es que de la gallada también formaban parte los ultra-anatemizados por la charlatanería puritana del gobierno. Como Charly Pareja, otrora brazo derecho de Febres Cordero, y hoy conspicuo empresario correísta caído en desgracia, vaya a saber uno por qué misteriosa razón.
No cabe duda de que los jerarcas del correísmo padecen de un incurable síndrome de abstinencia pecuniaria. Una vez agotadas todas las arcas públicas reales y potenciales, la ansiedad es incontrolable, y la pelea por lo que queda del botín es a dentellada limpia, con improperios y vulgaridades incluidos. La guerra de tuits entre Capaya, Chiriboga y Correa es digna de la más rancia verdulería. Y tan modositos que evitan decirse las linduras que piensan.
No solo es la crisis económica la que tenemos que superar en las próximas décadas. Es esa institucionalidad del arranche, de la viveza criolla, del atropello a la libertad, del abuso del poder, del nepotismo, de la arbitrariedad, de la doble moral, de la tergiversación de la realidad, etcétera, etcétera, sobre la cual se ha erigido el populismo correísta, la que tendremos que desmontar. Alianza País decapitó a la ética (en realidad, esta se les cayó por una alcantarilla en Montecristi, allá por el 2008). Y no es fácil resucitarla.
Diez años de verborrea de izquierda han implicado una pérdida total de coordenadas, de referentes ideológicos. Hoy aparece como que robarse los fondos públicos, encarcelar a los líderes populares y favorecer a las transnacionales es hacer la revolución. Para regocijo de la derecha más recalcitrante. La imagen que deja Alianza País es que la transformación social no es una necesidad sino un fracaso, una impostura.
La descomposición moral en que nos ha sumido el populismo correísta es el epítome de varias estrategias concertadas. Desde el relativismo jurídico hasta la incompetencia económica, todo conspiró para convertir a la política en la expresión más refinada de la indecencia. Los casos de corrupción que escandalizan al país no son casuales: son el nervio del proyecto correísta. Están ahí desde el inicio. Que recién afloren ahora no les confiere un carácter episódico. Son y han sido sistemáticos, premeditados, planificados, selectivos. Como los crímenes de lesa humanidad.
Que el propio Presidente de la República termine revolcándose en el lodazal con un ex ministro de su régimen era previsible. Una década de despilfarro e impunidad no puede tener otro epílogo que la pelea rabiosa entre compadres. Pero lo más sorprendente es que de la gallada también formaban parte los ultra-anatemizados por la charlatanería puritana del gobierno. Como Charly Pareja, otrora brazo derecho de Febres Cordero, y hoy conspicuo empresario correísta caído en desgracia, vaya a saber uno por qué misteriosa razón.
No cabe duda de que los jerarcas del correísmo padecen de un incurable síndrome de abstinencia pecuniaria. Una vez agotadas todas las arcas públicas reales y potenciales, la ansiedad es incontrolable, y la pelea por lo que queda del botín es a dentellada limpia, con improperios y vulgaridades incluidos. La guerra de tuits entre Capaya, Chiriboga y Correa es digna de la más rancia verdulería. Y tan modositos que evitan decirse las linduras que piensan.
No solo es la crisis económica la que tenemos que superar en las próximas décadas. Es esa institucionalidad del arranche, de la viveza criolla, del atropello a la libertad, del abuso del poder, del nepotismo, de la arbitrariedad, de la doble moral, de la tergiversación de la realidad, etcétera, etcétera, sobre la cual se ha erigido el populismo correísta, la que tendremos que desmontar. Alianza País decapitó a la ética (en realidad, esta se les cayó por una alcantarilla en Montecristi, allá por el 2008). Y no es fácil resucitarla.
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