martes, 14 de febrero de 2017

La esposa de Correa apoya a un acusado de violación

  en La Info  por 
Insólito: la esposa de Rafael Correa apareció hoy en los bajos de una Corte para apoyar a un condenado, en primera instancia, a 22 años de cárcel por abuso sexual a un niño de 5 años.
Anne Malherbe Gosseline: ¿alguien la conoce, realmente, tras diez años de correísmo? Pues no. La esposa del Presidente declinó asumir las tareas atribuidas tradicionalmente a la primera dama. No ha aparecido al lado de su marido sino de forma absolutamente esporádica. Se ha confinado en La Condamine donde es profesora. No se esconde de los medios; sencillamente no existe para los medios. Es motivo de rumores sobre el tobogán emocional que caracterizaría su relación con Rafael Correa. Pero, a ciencia cierta, hay un velo de silencio que la pone al abrigo de la esfera pública en la cual su marido quisiera controlarlo todo.
Pocos conocen lo que piensa sobre la forma cómo su marido ha manejado al país. Se ignora qué la afecta o le agrada de lo que ha vivido el país en estos diez años. ¿Es sensible al dolor de los perseguidos por su marido? ¿Fue sensible al dolor de la familia del coronel Carrión? ¿Qué pensó cuando oyó a Alexis Mera decir que el llanto de la hija del coronel, preso en ese momento, era puro teatro? ¿Llegó hasta ella el grito de angustia de Verónica, la esposa de Fernando Villavicencio, cuando entregó el cheque de $47.306, que un juez lo obligó a pagar a Rafael Correa, su esposo?
¿Cómo maestra, se inquietó en algún momento de los 10 chicos de Luluncoto presos, de sus madres, de sus padres y hermanos? ¿Cómo mujer, se interesó en la suerte de Mery Zamora, perseguida por el gobierno de su esposo y arrastrada hasta la ignominia por el equipo de inteligencia del gobierno de su esposo? ¿Se conmovió con el robo de los correos personales de Martha Roldós publicados por El Telégrafo, ese diario incalificable del régimen, que, además, da lecciones de ética y periodismo? ¿Qué pensó del cambio de biografía de Diego Cornejo que hizo el aparato de propaganda al servicio de su esposo? ¿Le pareció bien que un hombre honesto y un humanista consumado fuera convertido, en segundos, en pana de torturadores?
¿Es ecologista la señora Anne Malherbe? ¿Alguna vez tuvo algún parpadeo a favor del Yasuní? ¿Qué pensó del Plan Familia que su marido implementó en contra de la sexualidad y del sentido común? ¿Es ella tan conservadora como su marido, tan enemiga de los gays, tan distante de las reivindicaciones de género? ¿Qué piensa de haber comprado un apartamento en su país con dinero dado por un banco en un juicio que su esposo ganó gracias al poder ejercido desde la Presidencia de la República? ¿Los damnificados del terremoto, sobre todo en Esmeraldas y Manabí, le quitaron un minuto de sueño? La opinión pública no lo sabe. Con la señora del Presidente hay diez años de preguntas sin respuestas.
Nada sabe el país de la esposa del Presidente. Pero hoy, tras casi diez años de discreción, de silencio y de reserva, ella apareció en público: apareció ante la Corte Provincial de Justicia para defender a un condenado, en primera instancia por violación, cuyo abogado pretende re-victimizar al niño en nuevas pericias para salvar a su cliente.
La imagen de Anne Malherbe ante la Corte es poderosa. Dolorosa. Se le ve hierática y fría, mirada altiva y distante, rostro cerrado, actitud desafiante e impertérrita ante la sorpresa que causa. Retrata de cuerpo entero el cinismo del gobierno de su marido. Porque el profesor acusado de abuso sexual a un niño ya fue condenado y ella lo está exculpando.
Anne Malherbe no puede –bajo ninguna excusa– decir que es una maestra más que fue a la Corte Provincial a hacer bulto al lado de los defensores del procesado. Es la esposa del Presidente, la mujer que ha guardado silencio durante diez años y que hoy caminó frente a una de las cortes que su marido controla y que Gustavo Jalkh administra, para presionar a los jueces para que revisen la sentencia. Es una grosera injerencia política.
Con su presencia y la del abogado del Presidente defendiendo al acusado, ya falta poco para que la Corte, que hoy postergó la audiencia como pedía el abogado, pliegue ante el peso del Ejecutivo que controla todos los poderes. Correa saldrá a decir que su esposa tiene derechos. Que es maestra de la Condamine. Que tenía derecho de llegar con guardaespaldas, un bus de policías y un helicóptero que sobrevoló la Corte. Que conoce al condenado. Que tiene derecho a meter la mano al fuego por él. Pues no: ella no tiene derecho porque, lo quiera o no, es parte del poder, parte de los círculos de influencia, parte de los que quieren influir para amedrentar a los jueces y desconocer la garantía de justicia de una familia que se enfrenta a un poder cínico, protector de amigos y militantes.
¡Qué impudor, qué imagen tan dolorosa para la familia de Lucas, qué insensibilidad! Correa tuvo razón cuando dijo que este país era una república bananera: él y ahora su esposa, la han perfeccionado.

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