El karma de Moreno no es Lasso; es Correa
Por primera vez, en diez años, el correísmo está a la defensiva. Por supuesto, nada está jugado pero la segunda vuelta no será el paseo que prometieron Rafael Correa y Lenín Moreno al afirmar que ya no ganarán con un millón de votos de diferencia sino con dos millones.
La presion está, esta vez, en el terreno del oficialismo y se nota: hay nerviosismo, muestras de desesperación, actores que actúan por su cuenta, arreglos de cuenta, grupos que se echan la culpa. Lenín Moreno tiene cinco semanas para revertir la tendencia y su problema es que, por no haber previsto una segunda vuelta, no parece tener muchas herramientas a su disposición para reinventarse. En los hechos Moreno tiene, además, dos frentes que atender: el interno y el de Guillermo Lasso. En ese frente interno tiene serios problemas. Cinco en particular:
La presion está, esta vez, en el terreno del oficialismo y se nota: hay nerviosismo, muestras de desesperación, actores que actúan por su cuenta, arreglos de cuenta, grupos que se echan la culpa. Lenín Moreno tiene cinco semanas para revertir la tendencia y su problema es que, por no haber previsto una segunda vuelta, no parece tener muchas herramientas a su disposición para reinventarse. En los hechos Moreno tiene, además, dos frentes que atender: el interno y el de Guillermo Lasso. En ese frente interno tiene serios problemas. Cinco en particular:
- No tiene imaginario propio: Lasso tiene dos: la alternancia (el cambio) y la generación de empleo. Moreno jugó a reivindicar los logros de la Revolución Ciudadana y prometió agregar lo suyo. Pero fuera de ofertas populistas no logró personalizar la elección.
- Correa lo dejó sin espacio: Moreno tiene a Rafael Correa dando vueltas por el país para construirse un monumento. Inaugura obras creyendo que eso ayuda a Moreno. Pero, ¿qué ve la gente? Al líder (ahora impopular) de un movimiento que se va y que mientras más habla de él, más vuelve intrascendente a Moreno. Hace saber, además, que si pierde, él regresará… Huelga cualquier discurso: ya sembró una idea letal para Moreno: si gana, gobernará Correa. El karma de Moreno no es Lasso; es Correa.
- La sombra de la corrupción: Moreno también jugó mal en este capítulo y, en vez dedeshacerse de las cacerolas, se declaró voluntario para cargarlas. Su campaña tiene ruido de corrupción. En vez de distanciarse de Jorge Glas y de los otros casos evidentes de corrupción en su gobierno, asumió el discurso oficial que es mentiroso (nosotros descubrimos a los corruptos) y ficticio (nos infiltraron). Su binomio está hoy pegado con babas y porta el virus de la inestabilidad institucional: Glas puede ser acusado en cualquier momento.
- Una campaña sin densidad: Moreno apostó a la liviandad: subirse a las tarimas, hacer gala de buen humor, satanizar los debates para no tener que confrontarse con sus contrincantes y hacerse selfies con los electors. Ese cálculo falló porque hay segunda vuelta. Ahora tiene a Lasso pidiéndole un debate por semana. Y se antoja obvio que alguien que aspira a gobernar el país deba tener respuestas para cualquier pregunta. Moreno hasta ahora no ha dado muestras de cómo piensa densificar su campaña, pues parece que la liviandad no le alcanza para ganar.
- Las Alianzas: Moreno está más cerca del 50% que Lasso. Pero en el sistema de alianzas que necesita no tiene muchas puertas abiertas. Se reunió con Iván Espinel, primo de los Alvarado y cercano al correísmo; un verdadero invento para quitar votos a los otros candidatos, que ahora necesitan. Suman pero ni son suficientes ni son seguros. Paco Moncayo reconsideró la posición anunciada tras el resultado de la primera vuelta. No votará por Moreno aunque no puede responder por ese caudal de votos (casi 7%). Parte del electorado de Dalo Bucaram puede ser sensible a las ofertas populistas del oficialismo; al igual que parte del electorado socialcristiano. Pero no puede aspirar a tener acuerdos orgánicos y públicos con esos partidos.
Ante Lasso no hay, hasta ahora, novedad alguna. Moreno cuenta con la obra del gobierno y con la adhesión que suscita su figura y lo que hizo en la vicepresidencia. No aspira a que los electores comparen entre sus propuestas y las de su contrincante. Por eso su campaña está volcada a desacreditar a Lasso.
- La descalificación: Lasso es, en su discurso, el banquero, el rico, el portavoz del pasado, el responsable del feriado bancario, el político responsable de la guerra sucia.
- Encuestas trucadas: El 25 de febrero apareció una encuesta de Cedatos según la cual Guillermo Lasso gana en la segunda vuelta. Un inexistente Centro de Investigación Social publicó ese mismo día otro sondeo según el cual Lenín Moreno va a adelante. No con cuatro puntos de ventaja como anotó Cedatos (52%-48%) sino con 18 puntos (59%-41%). El Telégrafo lo reprodujo, al igual que Telesur, El Ciudadano y todo el aparato de propaganda del régimen. Publicar sondeos fabricados es un engaño público. Pero es, sobre todo, una muestra de desesperación que seguramente se repetirá.
- Más y más populismo: Moreno se convirtió, en la primera vuelta, en el mayor populista de la campaña: planes para jóvenes, mujeres y abuelos, subir el bono de la pobreza, duplicar la pensión, casa propia… Seguramente habrá nuevas ofertas en esta verdadera feria del reparto con plata del erario nacional.
- Suscitar miedo: la fórmula está probada , aunque en Argentina no dio el resultado esperado. Pero las acusaciones que surgen contra Lasso son las mismas que usó Cristina Fernández contra Mauricio Macri: querer privatizar la educación y la salud. Querer acabar con todos los planes y beneficios sociales. Querer implantar un capitalismo salvaje sin precedentes. Querer acuerdos comerciales que arruinarán la agricultura, la industria nacional…
- Multiplicar la guerra sucia: lo que acaba de ocurrir con Manabí es la prueba. Ya salen grafitis en los que supuestamente Lasso insulta a los estudiantes de la Universidad Católica… La guerra sucia es una caja de pandora en la cual seguramente los Alvarado, Patiño y compañía seguirán hurgando.
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