Correa y el CNE juegan a incendiar el país
Juan Pablo Pozo va camino de ser considerado un delincuente: está cometiendo un delito contra la fe pública. ¿Acaso no dijo que presentaría resultados en la noche del domingo? ¿Acaso no dijo que había modernizado de tal forma el Consejo Nacional Electoral que estos retrasos, que se prolongarán durante tres días más, eran cosas del pasado?
Juan Pablo Pozo (como antaño Omar Simon) nunca inspiró confianza. Él es un devoto correísta, como Simon, y está en ese cargo por sus méritos partidistas (como Simon), no por su lealtad al cargo que lo obliga a ser imparcial e íntegro. El acuerdo con Telconet, empresa de un amigo de Jorge Glas, puso en alerta a muchos sobre la posibilidad de un fraude. El padrón electoral, no solo no depurado sino abultado, nutrió las peores sospechas. La actualización de la normativa electoral, en la cual el CNE eludió normas superiores de obligatorio cumplimiento, convencieron hasta los más reticentes de que este gobierno no estaba dispuesto a aceptar la voluntad de los electores.
Comenzada la soirée electoral, este domingo, el CNE sorprendió: el conteo de actas iba tan rápido que se llegó a pensar que estaba compitiendo con Participación Ciudadana que, a esa hora, sufría el bloqueo… del CNE. Sus voluntarios empezaron a ser sacados de los recintos, sus carnés retirados, impedidos de transmitir el acta para que Ruth Hidalgo y los suyos pudieran efectuar el conteo rápido. Pensando mal y con Juan Pablo Pozo y sus patrones no hay cómo evitarlo, la estrategia correísta tomaba pleno sentido: el poder tenía empresas, como la de Santiago Pérez, destinadas a dar cifras de exit poll. Él se apuró a anclar una cifras que favorecían y de largo a Lenín Moreno. Rafael Correa la retuiteó y anotó: ¡Otro triunfo contundente del pueblo ecuatoriano! El holding mediático más grande del país, el del gobierno, se hizo eco del triunfo anunciado. Y los jerarcas correístas salieron a la tribuna de la Shyris. La verdad oficial se instalaba al lado del exit poll de Cedatos; la única empresa que mostraba otra cifra. Su principal, Ángel Polibio Córdova, no solo la sostenía en Ecuavisa sino que la desdoblaba mostrando lo que había pasado en las provincias. Muy profesionalmente.
Tarde, pasadas las nueve de la noche, Ruth Hidalgo mostraba su conteo rápido y sostenía, cotejando sus cifras, que con esos resultados había segunda vuelta. A partir de esos dos cifras (la de Cedatos y la de Participación Ciudadana -que no estaban lejos de coincidir- imprevistos como los que ocurrieron en Venezuela en circunstancias similares empezaron a ocurrir: se cayó la página de Participacion Ciudadana. Se cayó la página del CNE. Y el conteo de actas, que había empezado como caballo desbocado, tuvo inexplicables paradas de tortuga. No se movía y cuando lo hacía curiosamente Lenín Moreno se acercaba al umbral del 40% y Guillermo Lasso, el candidato segundo, bajaba… Inexorablemente.
Tarde en la noche, Pozo explicó que no habría más información sino hasta este lunes. Y no explicó los retrasos que hoy se mantienen y se prolongarán durante tres días. El correísmo se da así tiempo para tratar de construir una ficción: hacer creer que las actas que faltan por escrutar pueden cambiar porcentualmente la muestra. Lenín Moreno se apuntó en ese capítulo y no ha cesado de hacer creer que en dos días su derrota en esta primera vuelta puede mutar en triunfo.
Ganar tiempo es una necesidad para Rafael Correa que, si se mira su actitud y sus tuits, es evidente que sabe que habrá segunda vuelta. El régimen aún no sabe cómo hacer digerible esta derrota en sus electores y, peor, no tiene estrategia para encarar la segunda vuelta. Ganar tiempo le permite tener claro todo el panorama electoral del domingo para perfilar algún triunfo: el número de asambleístas, por ejemplo. El dilema de Correa y los suyos es que las actuales cifras comparadas con las de su patrimonio político traducen un fiasco electoral sin nombre, que no sabe aún cómo administrar.
Pensar que Correa se paga una revuelta social (y eso habrá si el CNE no admite la realidad) es un escenario posible pero nada ideal para un hombre que está a tres meses de irse a Europa. Los veedores internacionales deben estar tan perplejos como los electores, de la cantidad de triquiñuelas, intentos de fraude que circulan en las redes, caídas del sistema, bloqueo de la información, sistema detenido y cambios casi imperceptibles que empujan el porcentaje de Moreno hacia el 40%… El fraude es visible, es latente.
El correísmo juega con el fuego. Y Juan Pablo Pozo con la posibilidad de ser acusado formalmente por delincuente. Formalmente porque en la calle, ahí frente a su oficina, miles de personas ya saben que él ni es juez ni es imparcial. Es una pieza en el aparato tramposo de un partido que no atina a entender que 65% de los electores votaron en su contra. Y aspira a sentar tramposamente a su candidato en Carondelet como si esos millones de electores fueran pendejos consumados.
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