viernes, 23 de octubre de 2015

Una revolucionaria que defiende a las mujeres

Por: Amparo Sigcha

Mayra Cristina Cachaguay pertenece a una nueva generación de líderes y lideresas sociales y políticas de izquierda, que han asumido responsabilidades en la conducción de importantes organizaciones; son jóvenes que llevan casi la mitad de su vida en el activismo y la militancia. Será por eso que cuando habla Cristina, lo hace con sencillez pero con profundidad, con la alegría y la tranquilidad que, pese a su juventud, al conversar trasmite de manera sencilla expresando sus convicciones.

Cristina es dueña de un acervo político organizativo, fruto de su trayectoria como dirigente estudiantil en el Colegio Manuel María Sánchez, en la Federación Secundaria del Ecuador, FESE, y en la Juventud Revolucionaria del Ecuador, JRE; pero también fruto de su comprensión de la situación social y económica que atravesó su familia, pues viene de un hogar con 6 hijos, de padre obrero y madre cocinera. Esa formación hizo que Cristina esté convencida del poder de la mujer, de lo que puede alcanzar solo con decisión, por eso afirma que la clave para cambiar es la unidad y la organización.

En la Universidad Central fue presidenta de la asociación de Sicología Educativa por dos veces consecutivas y también fue representante de los estudiantes de Filosofía.

Por cuestiones laborales incursiona a fondo en el  tema de género,  junto a Andrea Rivera, ex miembro del Consejo de Participación Ciudadana y militante de la Confederación de Mujeres por el Cambio, hoy Mujeres por el Cambio, una organización política que trabaja en defensa de los derechos ciudadanos y políticos de las mujeres, así como con las víctimas del  maltrato, que la preside a sus 27 años. Este último tema, los relatos de las víctimas, marcan la vida de Cristina ya que esas historias le recordaron la vida de su madre, que sufrió los maltratos físicos y sicológicos por parte de su padre, y no tuvo el consejo ni apoyo para abandonar esa vida de sufrimiento junto con sus seis hijos.

Cristina cuenta que una de las experiencias más difíciles, pero hermosa, fue ser madre a los 18 años y seguir con sus estudios, así como combinar la lucha estudiantil por la creación de un espacio para los hijos de las estudiantes; en contra del acoso, y en rechazo a las actitudes machistas de algunos profesores hacia las estudiantes dirigentes o madres. Pero también tuvo el apoyo de otros docentes, lo que le generaba gran satisfacción, dice.
Esta joven líder, sencilla pero doblemente rebelde, no cree que una mujer pueda ser sumisa, “porque la naturaleza nos hizo irreverentes, contestatarias” señala. Sin embargo, le causa indignación escuchar a las asambleístas de Alianza País que son sumisas a los planteamientos del régimen, que ha sido tal vez, el que más ha golpeado, insultado y agredido a las mujeres; “entonces, ¿a quién defienden?”, se pregunta.
Al escucharla es comprensible su indignación, pues ella es parte de un sector relegado y explotado, las mujeres. Hoy con sus iniciativas, fuerza y  liderazgo, fruto  de un acumulado de sus acciones y de una trayectoria teórica y práctica, incentiva a mujeres de todas las edades en la defensa de sus derechos.

Pero esa armadura dura y altanera se vuelve blanda y hasta dulce cuando Cristina habla de Leito, su pequeño hijo de 8 años, su razón de vivir, por quien lucha por la equidad, por justicia y por derechos. Dice que es difícil ser madre y dirigente política, pero su fuerza se aumenta por el apoyo de su hijo, que a su corta edad le entiende y le acompaña a todas sus reuniones desde que nació.

Andrea Rivera, ex miembro del Consejo de Participación Ciudadana y ex compañera de trabajo de Cristina, la admira y la respeta y considera que son grandes las fortalezas que posee esta líder: su juventud y un carácter formado, la madurez y la conciencia de los problemas de las mujeres del pueblo ecuatoriano como resultado de una trayectoria en la organización social. “Es una mujer solidaria, gran compañera, amiga y dirigente, además una madre muy responsable” señala Andrea.

Pablo Castro, ex dirigente estudiantil, menciona que Cristina es una mujer que posee el grado más alto que una mujer de izquierda puede alcanzar: ser revolucionaria. Es  consecuente con sus principios, conocedora de la realidad que viven las mujeres, conocedora de los sacrificios y problemas que deben atravesar para poder aportar a la sociedad, y que también sufren por la violación de sus derechos por su condición sexual, laboral y de la sociedad en su conjunto. “La dirección de Mujeres por el Cambio a cargo de Cristina significará un gran aporte histórico en la construcción del movimiento de mujeres y a nivel popular”, señala Castro.

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