jueves, 15 de octubre de 2015

Institucionalmente el Ecuador ha sido un fracaso. Lo acaba de demostrar hoy el ministro de Defensa, Fernando Cordero, al anunciar que el Ecuador ha roto unilateralmente el contrato con la empresa hindú HAL, fabricante de los malogrados helicópteros Dhruv, cuatro de los cuales sufrieron accidentes y tres están inoperativos.
La evidencia de este fracaso institucional salta a la vista. Cuando se compraron los aparatos se hicieron varias observaciones a la transacción y a la idoneidad de los artefactos. Sin embargo, no hubo un solo organismo del Estado que intervenga ni que proponga una investigación sobre las negociaciones en las que intervenía, con mucho ímpetu vale decirlo, el Ministerio de Defensa y la Fuerza Aérea.
Cuando ocurrió el primer accidente tampoco se hizo nada para evitar más percances.  Se esperó a que haya tres muertes para suspender las operaciones. Si a esto se agrega las misteriosas circunstancias en la que fue asesinado el general Gabela, quien cuestionó desde el inicio la compra, se tiene un cuadro devastador.
Institucionalmente, el Ecuador no fue capaz de procesar las alertas y se dejó arrastrar por un aparato burocrático sordo y, muy probablemente, por intereses que hubiesen sido atajados de haber habido un sistema político autocrático en el que la separación de poderes y la fiscalización son apenas adornos de la Constitución.
Lo de los Dhruv es una de las evidencias más trágicas e indignantes del colapso institucional del país.
Lo curioso es que por lo que estoy afirmando en este texto recibí, en febrero de este año, una furiosa respuesta del presidente Rafael Correa quien además de insultarme y tratarme de pendenciero me amenazó como una “respuesta contundente”, como se ve a partir del minuto 2:32 del enlace 409 que acompaña este texto .
Correa, en ese entonces, estaba indignado por un texto que yo había colgado en mi blog de El Comercio donde sostenía que, si hubieran habido instituciones independientes, el tema de los Dhruv habría tenido un desenlace distinto. “Siete helicópteros se compraron bajo la advertencia de que no servían. Han caído cuatro en apenas siete años. Lo peor que podía pasar era que cayera uno. Pero no, esperaron a que caigan cuatro. A estas alturas, no pensar en que la compra fue deshonesta es muy difícil. Casi imposible”, decía en ese post que nació de mi indignación por el último accidente”, decía yo en ese texto.
Las amenazas de Correa no fueron la única reacción que llegaron desde el poder. A la redacción de El Comercio llegó una carta del ministro de la Propaganda, Fernando Alvarado, en la que, tratándome peyorativamente de “opinólogo”, decía que mi alusión al fracaso del país “solo puede ser propio de alguien que sintiéndose fracasado, con ventilador, indilga su negativa perspectiva de sí mismo a otras personas”.
Es evidente ni Correa ni Alvarado no entendían ni entienden ni entenderán que un país fracasa cuando sus instituciones no son capaces (porque no existen o si existen son solo membretes) de defender ciertos principios básicos de coexistencia democrática y republicana. Entre esos principios está la capacidad de las instituciones de precautelar las vidas de las personas que entran en peligro por posibles corruptelas oficiales o particulares.
Lo anunciado hoy por Fernando Cordero confirma el estado de descomposición institucional del Ecuador. Que Cordero no haya aceptado preguntas de la prensa luego del anuncio es, asimismo, la evidencia de que el ocultamiento de información es una conducta que va atada a este gobierno, como todo ocultamiento de información está atado a autocracia existe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario