viernes, 30 de octubre de 2015

El boxeador

PABLO ORTIZ GARCÍA


Se perdió. Extravió los papeles que los gobernantes deben desempeñar. Se olvidó que un grupo de ecuatorianos lo eligió Presidente de la República, no boxeador, y menos aún, para peleador callejero. Tampoco para que actúe como se lo hacía en el colegio cuando entre estudiantes surgía algún problema: uno de ellos conminaba a otro a encontrarse a la salida para “darse de quiños”, y así solucionar cualquier inconveniente hormonal de la descansada, despreocupada y alegre adolescencia. Correa no se comportó como mandatario de una nación digna; ignoró la “majestad del poder” tan aludida cuando le conviene. Retó a pelear, luego de haber insultado “como se debe” a su contrincante, sin importarle que Ecuador perdió por esa actitud. Es asombroso aquí y en el resto del mundo, que un Presidente rete a un opositor a “darse duro”, cuando este le critica por alguna actuación en el desempeño de sus funciones. Con esta “valiente” conducta no se zanjan los problemas de Estado. Eso solo demuestra la falta de argumentos. Las ideas y diálogo son la solución de los inteligentes. La fuerza es la alternativa de los “limitaditos”. ¡Pobre patria!, golpeada por alguien que al no ser creativo, recurre a los puños como solución. El Mandatario ataca las libertades, entre otras, de expresión y de opinión. Prohíbe las peleas de gallos, pero como “gallito” promociona shows de fuerza. Correa perdió. Lo que menos se le tendrá es respeto. Tampoco genera admiración por más guantes de box que se calce para imponer sus “verdades”, que pocos las creen. Dejó de ser gobernante y con todo respeto para aquella gente que gana el sustento en el ring, se convirtió en un boxeador amateur, deseoso de envalentonarse con aquellos que discrepan con sus decisiones. Perdió y no le queda más que asumir el error de enfrentar lo que su hígado le ordenó. Enfrascarse en una pelea “uno a uno”, sin su séquito de guardaespaldas, le estará generando julepe, miedo, susto. Rectificar le haría bien a la nación y a él también. Está lejos de actuar serenamente para dirigir una nación a la que llevó a una crisis económica de difícil pronóstico. Saltó al cuadrilátero, y aunque boxee con el “jab” de izquierda, la historia lo condenará. Sus reacciones le hicieron perder el “round” y la pelea. Si el espectáculo de retar a pelear a un asambleísta lo hizo para desviar la atención de los profundos y graves problemas a los que condujo a los habitantes de Ecuador, el Mandatario recibió un “upper cut”. Mientras tanto, los ciudadanos absortos viven una situación económica cada vez más apremiante, que les hace concluir que se tiene a un Presidente en una esquina del cuadrilátero, y en la otra, a un pueblo oprimido ante tanto desborde de acciones violentas.

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