martes, 6 de enero de 2015

Satélites desenmascaran discurso oficial

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Por Francisco Garcés / @panchogarces

En el Parque Nacional Yasuní se registran más daños que los que el gobierno de Rafael Correa advirtió cuando se aprobó la explotación de dos bloques petroleros. Ese carácter publicitario del discurso oficial, con el propósito de ocultar lo que resulte incómodo, es ya evidente.



A estas alturas, los ecuatorianos olvidamos que el pasado octubre la Asamblea Nacional de mayoría gobiernista declaró de interés nacional la explotación de dos bloques petroleros que ocupan territorios del Yasuní. Y eso que durante meses hubo bronca: que la convocatoria a consulta popular, que la recolección de firmas, que los tarimazos, la impresentable actuación del Consejo Nacional Electoral, los insistentes discursos presidenciales… Mucha agua ha corrido bajo el puente. Mucha palabrería, mucho discurso político. Mientras tanto, bajo sombras de silencio, Petroamazonas tomó posesión e hizo de las suyas en el mayor parque nacional del Ecuador. Mientras el país volcó su mirada a la consulta y al famoso bloque ITT, se olvidó del bloque 31, precisamente el que queda al lado del ITT y que además se interna hacia el corazón del Parque Nacional. Ahí, en medio de la selva más biodiversa del mundo, las motosierras rugen desde hace meses, los tractores se abren camino en medio del bosque, los materiales de construcción no dejan de llegar y la ambición petrolera ya ha dejado su honda huella. La primera alerta la dio la revista National Geographic, cuando a finales del 2012 publicó una serie de fotografías que denunciaban la construcción de una amplia carretera que se adentraba en el bloque 31. ¡Ojo, esto ocurrió antes de que la Asamblea diera su venia para la explotación!

El Gobierno no dijo nada al respecto, pero el juego de la política hizo que todo se pusiera viento en popa para el régimen. El juego de la política dispuso que, ciegamente, la Asamblea diera su paso hacia la explotación de una parte del Yasuní. Lo que la mayoría legislativa no tomó en cuenta es que el bloque 31, antes entregado a la brasileña Petrobras, ya tenía una licencia ambiental cuyas condiciones eran de imposible cumplimiento para la nacional Petroamazonas, pues carecía de la tecnología y de los medios necesarios. Sin embargo, por disposición del Gobierno, la estatal heredó ese bloque. Una de las condiciones de esa licencia ambiental era evitar la construcción de una carretera de acceso a los campos. La instalación de infraestructura debía hacerse vía aérea y con técnicas poco invasivas, respetando un derecho de vía de 10 metros, es decir, que se construiría un sendero ecológico que debía tener un máximo de 10 metros de ancho y con infraestructura provisional. Pero el estudio de los italianos Salvatore Eugenio Pappalardo, Francesco Ferrarese y Massimo De Marchi, de la Universidad de Padua, y del estadounidense Matt Finer, de la Asociación para la Conservación de la Amazonia, demuestra todo lo contrario. Según el informe que presentaron en Quito, en algunas secciones la vía de acceso, o sea el ‘sendero ecológico’, llega a tener 60 metros de ancho. El promedio de ancho que registra el camino en toda su extensión es de 26 metros, es decir, 16 metros más de lo permitido por la autoridad ambiental.

La carretera está en plena actividad, incluso por ese ‘sendero ecológico’ circulan vehículos de carga.

 La licencia ambiental del bloque 31 implica que toda la infraestructura para el ‘sendero ecológico’ debía ser desmontable, para que una vez que concluyera la construcción, quedara impedida la circulación. Lo curioso es que se construyó una vía sobre un talud e incluso se instalaron puentes de acero.

No es necesario mirar cientos de fotografías para comprobar la magnitud de la construcción en tan frágil área. Según el mismo informe, la construcción de la vía ha implicado ya la deforestación de 63,6 hectáreas de bosque, pese a que la licencia ambiental previó que el máximo permitido de deforestación no debía superar las 47,3 hectáreas. Desde el 2012, la autoridad ambiental no había dicho una sola palabra al respecto de las denuncias deNational Geographic ni de otros actores que se habían adelantado a apuntar los daños ambientales. Pero, al parecer, la presentación de las fotografías satelitales sí causó estragos en el régimen, a tal punto que ameritó la emisión de un boletín de prensade parte del Ministerio del Ambiente en el que se asegura que:

-el informe carece de rigurosidad científica
-el informe nunca fue entregado al Ministerio del Ambiente (lo dice en dos ocasiones)
-el estudio fue hecho con la clara intención de “desinformar a la ciudadanía”
-el Ministerio ha realizado dos visitas al sitio y que en algún momento informará al respecto al país.


Pero, el Gobierno ecuatoriano no solo esgrime un discurso. También el azar le juega a favor, de alguna manera. Es que, si bien el incumplimiento de la licencia ambiental debería implicar la paralización de toda actividad, cuando el presidente Correa firmó el decreto autorizando la explotación de los bloques 31 y 43, aclaró que no se afectaría más del uno por mil de la extensión de la reserva, entonces, bajo ese criterio, no habría nada de qué preocuparse, pues aún quedarían 857 hectáreas por deforestar antes de llegar a ese límite… Para tener una idea, estamos hablando, más o menos, de un terreno siete veces más grande que el parque Bicentenario, en Quito. El mismo que hasta 2013 fue su aeropuerto internacional. Ahora solo resta confiar en los esfuerzos de Petroamazonas porque sus ‘senderos ecológicos’ no se conviertan en revolucionarias carreteras donde rodar spots publicitarios cada vez menos verdes.

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