lunes, 19 de enero de 2015


Simón Pachano

Golpe, secuestro, rescate

Contra todo lo previsible, el tema central en la conmemoración de los ocho años de gestión presidencial del líder no fueron las obras realizadas ni los logros alcanzados en tan largo periodo. Toda la atención se concentró en los hechos sucedidos en una fecha diferente a la que recuerda la primera de las tres posesiones que ya lleva en su currículum. Enero se transformó en septiembre y cuarenta y ocho meses fueron opacados por un día. De la mano –o más bien de la boca porque casi nadie había leído el libro– de uno de sus actores estelares, el 30-S volvió a las primeras planas. Bastó una entrevista en la radio para que se abriera la caja de sorpresas. Allí, con tranquilidad y casi sin adjetivos, el exjefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas dio su versión de los hechos de aquel día en que la leyenda y la publicidad hicieron nacer a la Megan y renacer a la democracia.
Eso fue suficiente para que se sucedieran las intervenciones de unos personajes que, por esos eufemismos de nuestra política criolla, actuaron más como académicos de la lengua que como políticos. Todos ellos –el exministro que nunca habló cuando le correspondía, el fiscal y el jefe de la judicatura que vuelven a expresarse como los ministros que fueron, el líder que acude por primera vez al diccionario y a la prudencia– se abocaron a la ardua tarea de encontrar los significados precisos de las palabras. En un ejercicio propio de semiólogos o de lingüistas, desarrollaron exquisitas precisiones acerca de las similitudes y las diferencias entre los sinónimos de golpe, secuestro y rescate.
Quienes se dedican al estudio del lenguaje y sus efectos sociales sostienen que en cada confrontación humana hay una lucha por el sentido de las palabras. Ni más ni menos, eso fue lo que sucedió en este episodio. Si a un motín policial se lo calificó como golpe, pues hay que seguir llamándole así, aunque no exista una sola de las condiciones que configuran una acción de ese tipo. Si a la retención de una persona se la denominó secuestro, es necesario mantener el calificativo a pesar de que en aquella situación el retenido-secuestrado hubiera recibido a sus colaboradores, firmado decretos y ofrecido entrevistas. Si un ataque armado a un hospital fue calificado de rescate, entonces hay que aceptarlo y no mentar las potenciales consecuencias jurídicas.

Pero, la lucha por la asignación de sentido a las palabras no se restringe a lo dicho por el general retirado ni se agota en los hechos aludidos. Ha sido regla general a lo largo de los últimos ocho años y se encuentra en expresiones tan folclóricas como que a los presos hay que llamarlos PPT y la construcción de carreteras se denomina revolución. Se encuentra, sobre todo, en las palabras que apuntan al noble y glorioso objetivo de implantación de la verdad. Una verdad en singular, la única, la que no admite discusión y que, desde la gramática gubernamental, indiferencia los sinónimos.(O)

No hay comentarios:

Publicar un comentario