El correísmo los prefiere mercantilistas…
Escrito por Roberto Aguilar
En 1999 los principales periódicos
ecuatorianos investigaron la crisis bancaria y señalaron a los culpables;
establecieron el funcionamiento del mecanismo de créditos vinculados y
desenmascararon la trama de corrupción que condujo al país al desastre financiero.
Hay que decirlo para que los más jóvenes se enteren y para que los mayores
refresquen la memoria, quizás atrofiada a estas alturas por los perniciosos
efectos de un aparato de propaganda especialista en falsificar la historia y en
inventar patrañas. Y hay que repetirlo para que se grabe en las cabezas, así
que ahí va de nuevo: en 1999 los principales periódicos ecuatorianos
investigaron la crisis bancaria y señalaron a los culpables; establecieron el
funcionamiento del mecanismo de créditos vinculados y desenmascararon la trama
de corrupción que condujo al desastre financiero. No fue fácil. Diario El
Comercio publicó los resultados de su investigación en una serie de entregas
especiales que sacudió al país, pero los banqueros corruptos involucrados en la
crisis activaron, para detenerlo, todas sus capacidades de presión incluidas
algunas de corte más bien mafioso. Hubo periodistas de la sección económica de
ese diario que fueron amenazados y durante un buen tiempo necesitaron la
protección de guardaespaldas. Pero ni ellos ni la dirección del diario se
quebraron y lo que tenía que publicarse se publicó. Eso de que los medios
privados fueron cómplices de la banca corrupta es una cerdosa mentira. La
verdad es que en 1999 el país pudo conocer los entretelones de la crisis
gracias al coraje de la prensa escrita.
Al
mexicano Ángel González, nuevo dueño de El Comercio según todos los reportes,
habría que preguntarle si conoce esta historia; o si le importa. Y si estaría
dispuesto a soportar ese tipo de presiones políticas con amenazas de por medio
para sostener una verdad periodística hasta las últimas consecuencias; o si
transaría. Y al presidente Rafael Correa habría que preguntarle si le gusta más
así o como era antes. Preguntas retóricas con respuestas evidentes.
González
tiene un imperio de medios de comunicación en América Latina: una treintena de
canales de televisión, decenas de radios, salas de cine y una cadena de
distribución de películas y contenidos enlatados, sin contar con los
restaurantes y otros negocios, entre los cuales figura un equipo de fútbol en
Guatemala que lleva el ocurrente nombre de Comunicaciones. Él dice que lo suyo
es la industria del entretenimiento, pero basta con preguntarle al dios Google
para encontrar su nombre vinculado con manejos políticos poco claros en varios
países.
En junio
de 2013, cuando la Asamblea Nacional aprobó la versión definitiva de la Ley de
Comunicación, había buenas razones para suponer que la sección ecuatoriana del
imperio de Ángel González estaba a punto de ser desmantelada. Para empezar, en
esa época el mexicano ya tenía en el país al menos dos canales de televisión de
alcance nacional y trece emisoras de radio (cinco en Quito y siete en
Guayaquil), y el artículo 113 de la ley prohíbe directamente semejante
concentración de propiedad. En segundo lugar, sus negocios no relacionados con
la comunicación (cadenas de restaurantes, como se dijo, y un equipo de fútbol
que no por llamarse Comunicaciones se convierte en una empresa mediática) lo
inhabilitan para ser titular de más del 6 por ciento de acciones en un medio,
según la misma ley. Finalmente, el artículo 6 prohíbe expresamente a los
extranjeros no residentes en el Ecuador (y González vive en Miami) ejercer
cualquier tipo de propiedad (“en todo o en parte, de forma directa o
indirecta”) de medios de comunicación en el país. Así las cosas, los días de
González en el Ecuador parecían contados.
Pero no.
El mexicano tiene amigos poderosos en el Ecuador correísta, así que puede
pasarse la ley de comunicación por el forro. Su red de medios en el país no
sólo que no fue desmantelada sino que comenzó a crecer. Para fines de 2013 no
había una persona con un cargo directivo en los medios que no supiera que Ángel
González estaba negociando la compra de Teleamazonas. El Comercio vino después.
Y lo cierto es que el Gobierno, altivo y soberano como él solo, en lugar de
impedírselo le facilitó las cosas. En enero de 2014, la secretaría jurídica de
la Presidencia parió una auténtica obra de arte de la sinuosidad correísta que hizo
feliz a Ángel González: el reglamento a la ley de comunicación, que le permitió
hacer lo que la ley de comunicación le había prohibido: comprar medios en el
Ecuador. ¿Cómo? ¿Un reglamento puede reformar una ley? No, claro, pero este es
el Estado correísta y siempre se puede contar con un Alexis Mera capaz de rizar
el rizo de forma surrealista. En este caso lo que se hizo no fue una reforma
propiamente dicha sino una aclaración según la cual, “en virtud del orden
jerárquico de aplicación de las normas”, la prohibición estipulada en el
artículo 6 de la ley de comunicación no se aplica a los extranjeros que
provengan “de los países que hayan suscrito acuerdos o convenios de cooperación
comercial o de complementación económica” con Ecuador. Por ejemplo… ¡México!
Caramba, qué coincidencia. Sólo les faltó poner el nombre de González. ¿No es
genial? El correísmo no sólo es capaz de reformar una ley por medio de un
reglamento sino que lo hace “en virtud del orden jerárquico de aplicación de
las normas”. Más que un argumento jurídico parece una llave de karate.
Ahora
resulta que al mexicano González parece permitírsele lo que cualquier
empresario ecuatoriano tiene estrictamente prohibido: comprar todos los medios
de comunicación que pueda pagar sin que se le exija desembarazarse de sus otros
negocios y sin que el aparato de control de medios montado por el correísmo
diga ni pío. Y como el propio correísmo se ha encargado de convertir a los
medios en negocios inviables (cerrando sus fuentes de financiamiento, poniendo
trabas a la inversión privada en empresas mediáticas, boicoteando sus procesos
de recapitalización, fomentando la competencia desleal de los medios estatales,
convirtiendo, en fin, la vida del empresario de medios en un infierno) no es
difícil encontrar en el Ecuador medios en venta. Para alguien como González,
cuya fortuna se calcula en billones de dólares, no son caros.
Comprar El
Comercio, por ejemplo, resulta más barato que construir el edificio de Unasur.
Tal cual. 45 millones acaba de desembolsar González. Considérese que el ingenio
EQ2 se vendió en 133 millones; Industrias Tony, en alrededor de 400 millones.
La Compañía de Cervezas Nacionales cuesta sobre los 800 millones. Holcim
Ecuador S.A., cerca de 1.200 millones. Y que conste que El Comercio es el
segundo diario más grande del país. Habría que preguntar dónde están los
Murdoch criollos de los que ha venido hablando el correísmo por espacio de ocho
años, dónde los poderosísimos buitres de la prensa mercantilista capaces de
desestabilizar a un gobierno con su poder económico. Si algo demuestra la venta
de El Comercio es que los medios, en el Ecuador, son empresas medianas tirando
a chicas. Si se piensa que la demanda a título personal de Rafael Correa contra
diario El Universo incluía un pedido de indemnización de 80 millones de dólares
por daños y perjuicios, está claro que lo que pretendía el Presidente era
destruir ese diario. O por lo menos dejar sentada su capacidad de hacerlo, cosa
que hoy en el Ecuador nadie pone en duda (a ver si hay quien se atreva a
invertir en los medios después de eso, alguien que no sea un empresario
mexicano radicado en Miami y con amigos poderosos).
Cuando los
directivos de diario El Comercio comunicaron a sus periodistas sobre la venta
del diario, los tranquilizaron con una promesa: no habrá despidos y no habrá
cambios en la política editorial. Lo primero no es difícil de ofrecer cuando se
sabe que los empleados más incómodos irán renunciando por iniciativa propia. En
cuanto a lo segundo, mantener una política editorial no significa mucho después
de haberla conducido a su vaciamiento. Si mantener la política editorial del
diario significa que los abogados conservarán su poder de veto sobre los
editores, es seguro que Ángel González podrá convivir con eso. Después de todo,
ocho años de provocación y propaganda correísta han conseguido meter tanto
miedo en las redacciones que ya no queda mucha política editorial que defender
casi en ningún sitio.
Después de
todo lo ocurrido ya ni cuesta darle la razón al Gobierno cuando afirma que en
el Ecuador hay libertad de expresión. Concedamos que sí, que la hay. Lo que no
hay es medios de comunicación para ejercerla. ¿También se va alzar González con
Teleamazonas? Luego del cierre de diario Hoy, la venta de El Comercio deja una
situación absolutamente inédita: por primera vez en la historia republicana la
capital del país se ha quedado sin prensa escrita. Así de soberano es el
Ecuador de Rafael Correa. La guerra del Gobierno contra el periodismo, su ley
de comunicación, sus presiones, sus aparatos de control han llevado a esto: a
que los medios que en el pasado defendieron causas ciudadanas vayan a parar a
manos del rey de los contenidos enlatados y el entretenimiento barato. González
es más cómodo para el correísmo que cualquier otro pues un empresario más
interesado en el dinero que en el periodismo es alguien con quien sí se puede
negociar. Y mientras eso ocurre, los escritores mercenarios que engordan en los
medios oficiales todavía tienen el desparpajo de llamar con desprecio “mercantilistas”
a los medios independientes que no hace mucho les dieron de comer. Cuando esto
haya terminado alguien tendrá que pedirles cuentas por tanto cinismo y tanta
falta de vergüenza.
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