Ayer volvió a atender a sus pacientes en un populoso barrio del
norte de Quito, cuya ubicación prefiere que no sea
revelada. Carlos Figueroa pasó seis meses en la cárcel, por una sentencia por
injurias contra el Presidente. En un principio, junto al exasambleísta Cléver
Jiménez y el periodista Fernando Villavicencio pusieron una demanda por un
supuesto delito de lesa humanidad por los hechos del 30-S. Pero esto no
prosperó y los tres fueron contrademandados y sentenciados.
Al salir libre, usted dijo
que estar en la cárcel es casi como hacer un postgrado de la vida, ¿qué significa
eso?
Que por más dura que sea la
situación, siempre intento que sea algo positivo para mí. En este caso, he
sacado provecho conociendo las cosas terribles que puede vivir un ser humano,
al ver cómo muchas personas son injustamente juzgadas, por la simple razón de
que el Estado necesita tener un culpable. Por lo demás, me di cuenta de que en
el país no existe rehabilitación social.
Pero quien lo contrademandó
va a decir que usted es un exreo, que es un injuriador comprobado y que fue
encarcelado por eso…
En estos días salió la
declaración del testigo de primera mano, el general Ernesto González, quien
publica en su libro. Un excomandante de las Fuerzas Armadas dice, claramente,
que el Señor Presidente dio la orden para el asalto al Hospital de la Policía,
que no hubo golpe de Estado y que no estuvo secuestrado. No es que las personas
no sepan, es una voz más que le restriega en la cara este “error”.
¿Cree que demande a quien
publicó este libro?
Que lo haga. Saben
perfectamente que esta es la verdad. Ellos construyen su verdad, hacen toda la
parafernalia para construirla. La verdad del Régimen es querer que las
personas, a fuerza de repetición, crean que alguna vez hubo un intento de golpe
de Estado, que el señor estuvo secuestrado y que la gente lo quiso tumbar. ¿Que
hubo una revuelta policial? Lo fue. Pero hasta hoy no tiene un solo
secuestrador.
¿Se mantiene en sus
palabras?
Desde luego. El señor
Presidente no me puede demandar dos veces por una misma cosa. Así es que
seguiré repitiendo, todas las veces que sean necesarias, que el señor fue quien
provocó lo que sucedió el 30-S y que el país lo juzgará cuando deje el poder y
la justicia sea independiente.
Pero usted estuvo algún
tiempo en la clandestinidad por una sentencia...
Sí, porque yo no reconozco a
esta justicia. No reconozco a estos jueces venales porque ellos sirven a un
régimen, no al país. Por eso no me entregué, me detuvieron, porque tenía que
regresar a ver a mi madre ya que estaba en sus últimos días. Ellos lo sabían y
la perseguían, a ella y a mis hermanas, hasta que me encontraron.
¿Cómo supone que lo
hallaron?
Éramos víctimas de una
persecución de 24 horas al día.
¿Qué fue lo último que su
mamá le dijo?
Una semana antes de
fallecer la vi por última vez. En Internet circula una carta sobre lo que yo
hablé con mi madre, hablamos de todo. Siendo de una extracción popular de pocos
recursos, la ayudé, cambié los pañales de mis hermanas. Le dije todo lo que
habíamos hecho.
Cuando estaba en la
clandestinidad, ¿estaba en Quito?
No, estaba en Sarayaku. Fue
una vivencia riquísima. Aprendí mucho, la cosmovisión de la gente y su respeto
por la selva. Ese fue otro postgrado para mí, ver su capacidad de lucha y
dignidad. Al ver el posible peligro en el que estaba la Comunidad, decidimos
salir en un operativo bastante grande, a pesar de que ellos tenían la voluntad
de defendernos.
¿Cómo fue el momento cuando
les dijo que debía volver a Quito?
Fue muy triste. Verles
llorar a las mujeres, que han sido dirigentes, a los niños fue duro, pero
debíamos tomar esa decisión. Ratifico mi gratitud al pueblo de Sarayaku, debo
volver no solo a agradecerles sino a hacer las cirugías que dejé pendientes, ya
había hecho cinco, pero faltan unas siete.
¿Cómo va a actuar en
adelante?
Estaré al lado de quienes
luchan por los Derechos Humanos, de la gente que denuncia la corrupción, de los
movimientos políticos que están en oposición al Régimen. En lo personal, soy
médico y vivo de eso, no soy un becado del Estado a quien le regalan miles de
dólares para que viva a sus anchas, debo trabajar. Me quitaron mi puesto de
profesor principal en la Universidad Central del Ecuador (UCE), el cuál gané.
Me quitaron el puesto del Hospital del Día de la UCE.
¿Qué pasa con Cléver
Jiménez y Fernando Villavicencio?
Están bien y protegidos por
algunas comunidades. Han hecho viajes y dado sus conferencias. Fernando publicó
su libro, con una portada muy simpática. Vamos a esperar, les he pedido que
tengan mucho cuidado porque falta poco tiempo para que la causa prescriba.
¿Se siente libre o como
alguien con un pasado en la cárcel?
No me siento como que fui
un reo. Tengo la cara limpia para ir a cualquier lado, las personas me abrazan,
me saludan y me dicen que fui valiente. Me siento bien, porque no he sido ni
seré un delincuente. Hay otros que en su oportunidad serán juzgados, cuando
cambien las condiciones y logremos cambiar a las personas que responden a una
sola política, porque ellos si son delincuentes y tendrán que esconder su cara
y las de sus familias porque no tienen la condición para decir que tienen ética
o moral.
ENTREVISTA DEL DIARIO LA
HORA
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