miércoles, 7 de enero de 2015



: El presidente Rafael Correa, de compras en Bélgica. No esperaba que lo fotografíen y de allí su expresión de incomodidad, porque mientras tanto en Ecuador se restringe la importación de ropa, zapatos, perfumes y demás, ante la escasez de divisas.
JUSTO ANTES DE SUBIRSE AL AVIÓN QUE LO LLEVARÍA A CHINA A BUSCAR DINERO FRESCO, el ministro de Finanzas del Ecuador anunció un recorte de 1.427 millones de dólares (4% del total) en el presupuesto general del estado. 
Rafael Correa ofreció, meses atrás, que si se presentaba un escenario así, ordenaría que recorten la inversión pero no el gasto público. Su ministro no ha seguido esa recomendación: dos quintas partes del recorte (580 millones) será en salarios y compra de bienes y servicios, lo que implica que algunos empleados públicos y varios proveedores del estado lo resentirán de manera casi inmediata. 
A mediados del 2011, alguien le sugirió al primer mandatario la adquisición de un seguro petrolero. El país pagaría cerca de 200 millones de dólares por esa protección. A cambio, la empresa aseguradora garantizaría un precio mínimo de 60 dólares por barril. Si Correa no lo adquirió, no fue porque le desagraden las maniobras especulativas sino porque se convenció de que el precio del crudo seguiría al alza por mucho tiempo. Fue lo que le dijeron los expertos de la OPEP, que “seguramente tiene el mejor equipo de analistas petroleros del planeta. Entonces vamos a esperar este informe para reunirnos nuevamente y tomar las decisiones del caso”, dijo.
Llegó el ajuste de cinturones, el paquetazo, o como quieran llamarlo. Es sólo el comienzo. Lo peor está por venir, cuando reemplacen el dólar por una nueva moneda, el “dinero electrónico”.
El gobierno dirá que no tuvo más remedio. Le echará la culpa al petróleo. Pero la realidad es otra: aquí hay 
un solo culpable y se llama Rafael Correa, como 
veremos a continuación. 
Este gobierno ya vivió una crisis parecida pero 
no aprendió la lección
Regresemos a mediados del 2008. Un año y medio después de que Rafael 
Correa asumiese el poder.
Con un petróleo a 144 dólares el barril, el primer mandatario se dio el lujo de hacer patear a la oposición en las calles, deteriorar las relaciones con Colombia y comenzar a construir un gigantesco aparato de propaganda, expropiando a la familia Isaías. 
Justo entonces, ese mes de julio, comenzó el primer derrumbe del petróleo, que no paró hasta febrero siguiente, cuando el crudo WTI llegó a 34,6 dólares 
por barril.
Pero Correa no sólo sobrevivió ese año difícil 
sino que hizo aprobar su constitución y se hizo reelegir. 
¿Cómo lo consiguió?
No había tenido tiempo todavía para inflar el gasto público, que los presidentes anteriores lo mantuvieron a raya, y en cambio heredó de Alfredo Palacio y Lucio Gutiérrez un fondo de estabilización petrolera de 1.500 millones de dólares, con el cual cubrió el bache, hasta que el precio del crudo de nuevo se recuperó.
Ahora la crisis se repite. Sólo que esta vez no hay fondo de reserva, porque Correa lo dilapidó, y el presupuesto se ha duplicado. 
¿De quién es la culpa, si el tonto se tropieza dos veces en la misma piedra: del tonto o de la piedra?
Correa nunca quiso admitir que 
el crudo pudiese hundirse de nuevo
A mediados del 2011, varios asesores del régimen consideraron la posibilidad de que el precio del crudo se volviese a derrumbar. 
Alguien le sugirió al primer mandatario la adquisición de un seguro. El país pagaría cerca de 200 millones de dólares por esa protección. A cambio, la empresa aseguradora garantizaría un precio mínimo de 70 dólares por barril. (La noticia, como la publicó La República, aquí). 
A Correa le gusta especular con dinero ajeno. A mediados del 2007, Ricardo Patiño se reunió con especuladores de la deuda externa para considerar la posibilidad de comprar un seguro parecido. Luego harían un anuncio para causar alarma en los mercados, con lo cual el gobierno (y sus socios especuladores) conseguirían una jugosa ganancia. La operación se frustró cuando un colaborador del régimen denunció lo que se fraguaba. 
El año pasado, Correa le entregó 400 millones de dólares en oro de la reserva a Goldman Sachs, apostando a la caída de su cotización en los mercados internacionales. La apuesta ha funcionado, porque con la apreciación del dólar, el precio del oro tiende a caer; pero el contrato es por dos años, así que el resultado todavía está pendiente. 
Si Correa no adquirió el seguro petrolero que le ofrecieron el 2011, entonces, no fue porque le desagraden las maniobras especulativas sino porque se convenció de que el precio del crudo seguiría al alza por mucho tiempo. Fue lo que le dijeron los expertos de la OPEP, que “seguramente tiene el mejor equipo de analistas petroleros del planeta; entonces vamos a esperar este informe para reunirnos nuevamente y tomar las decisiones del caso”, dijo entonces.
No vamos a discutir aquí si Correa hizo bien en descartar el seguro petrolero que le ofrecieron; pero es obvio que sí hizo mal en apostarlo todo a una supuesta estabilidad del crudo. 
En noviembre del año pasado, cuando el derrumbe era ya evidente, anunció: “No soy pesimista, hay una reducción temporal del precio del petróleo y la OPEP calcula que, en principio no bajará mucho”. Consecuente con esa postura, presentó a la Asamblea Nacional el gigantesco presupuesto que acaban de recortar, obligados.
Casi por esos mismos días dijo también: “La expectativa es que el mismo mercado revierta esa tendencia a la baja y se recupere el precio del crudo”. 
 lvídense del presupuesto: 
el problema es la economía real
Supongamos que Correa hubiese actuado de otro modo: que con algo de sentido común, hubiese evitado inflar el gasto público, y en cambio hubiese ahorrado algo de dinero, por si acaso. 
Estaríamos mejor, por supuesto, pero no hubiese sido suficiente. 
Consideren el siguiente cuadro de Inteligencia Estratégica, que se basa en información del Banco Central del Ecuador:

¿Qué nos dice este gráfico? Que la economía ecuatoriana ha pasado a depender de la inversión pública. El empleo, la producción, el abastecimiento, el consumo, se mueven de acuerdo a lo que haga (o deje de hacer) el gobierno. La inversión privada se redujo visiblemente, primero del 2006 al 2009, y luego del 2012 a la actualidad.
El gobierno justifica esta estrategia con el argumento de que los empresarios sólo quieren ganar dinero y no tienen vocación social, mientras que el estado sí piensa en los pobres.
Seguramente se refieren a Camilo Samán y sus yates, a Rolando Panchana y sus viajes de compras a Miami, a Jorge Glas y sus vacaciones pagadas por el gobierno en la India, a Gabriela Rivadeneira y su nueva mansión, a Fernando Alvarado y su lujosa revista de surf que se publica con dinero del estado, o a Rafael Correa y sus aviones. Ninguno de ellos tendría “ambiciones de lujos” ni “deseos de poder”. Son santas monjitas metidas a políticos por pura obligación.
Si usted cree que con ellos la economía funcionará mejor, aun si el precio del petróleo vuelve a subir, no diga después que no se lo advertimos.

La mansión de Gabriela Rivadeneira, los yates de Camilo Samán, los aviones de Correa, los paseos de compras de Rolando Panchana, las vacaciones en la India de Jorge Glas pagadas con dinero de los contribuyentes, la revista de surf de Fernando Alvarado costeada con plata de El Telégrafo. ¿Estas son las pruebas de que el estado maneja la economía mejor que los empresarios porque sus funcionarios “no buscan” la ganancia?


No hay comentarios:

Publicar un comentario