viernes, 20 de julio de 2018

Correa con orden de captura en todo el Ecuador

  en La Info  por 
La noticia no tiene un efecto práctico inmediato, pero es de un enorme peso político como para ser ignorada. El ex presidente Rafael Correa tiene en Ecuador una orden de captura en su contra desde el 12 de julio pasado. La envió a todas las unidades policiales Henry Herrera, subdirector nacional de la Policía Judicial, tras la orden de prisión preventiva emitida el 6 de julio por la jueza Daniella Camacho, de la Corte Nacional. Correa, hasta la hora de publicación de esta nota, no había reaccionado en sus cuentas sociales.
El ex presidente está en Bélgica y debe estar muy preocupado por la decisión que tomará la Interpol en ese país. La orden de captura no lo afecta directamente, pero puede ser tomada como el inicio de un cambio extremado en su vida. Y sobre todo puede leerse como un corte radical en su vida política y en su relación con sus allegados y seguidores. Se entiende que ya no vendrá al país, que su futuro tiene que ver más con cortes que con tarimas, que sus seguidores lo tienen que borrar de sus expectativas políticas durante largos años y que sus fans más cercanos al pensar en él, se verán en un espejo: para personas como Ricardo Patiño, los Alvarado, Marcela Aguiñaga, Gabriela Rivadeneira… etc., la cárcel deja de ser una hipótesis y se vuelve una realidad tangible. Y cercana. Eso explica que algunos de ellos ya abandonaron el país: Fernando Alvarado, por ejemplo, está presumiblemente en Ghana, en África.
Correa entró de lleno al espacio judicial. El secuestro de Fernando Balda es el primer campanazo con la Justicia, pero él sabe que hay otros, muchos otros por venir. Atentados a derechos humanos, persecuciones contra líderes sociales y políticos, contratos oscuros y lesivos al interés nacional, corrupción, ocultamiento de cifras… un aluvión de demandas y juicios tendrá que enfrentar Correa durante los próximos meses y años. Y sin su poder y protección, muchos de sus funcionarios tendrán que encarar la misma situación. La Contraloría ratificó, por ejemplo, en marzo pasado, una glosa por $41 millones a Marcela Aguiñaga por el pago no justificado (del mismo monto) por 66 lotes que pertenecían al Issfa de las Fuerzas Armadas en Guayaquil. Y esto puede traerle consecuencias nefastas a la asambleísta correísta.
Dicho de otra manera, los leales a Correa van a estar ocupados defendiéndose y sin la posibilidad de que Correa regrese desaparece el acicate político para recoger firmas, inscribir otro movimiento y mantener las ficciones que se han contado para negar sus abusos de poder y la corrupción desmedida que organizaron. O encubrieron.
La orden de captura contra Rafael Correa diluye lo que quedaba del mito de superhéroe y prócer que se creó durante diez años de propaganda. La Justicia se abre camino en medio de la hojarasca seudo-ideológica para probar que los atropellos y atentados contra las libertades, los Derechos Humanos y la democracia que Correa y los suyos quisieron volver cotidianos y normales, fueron simplemente delitos. Y que el poder de los que oprimen, su cobardía militarizada y su estulticia prosopopéyica y agresiva terminan, irremediablemente, ante las cortes.
La desgracia de personas como Rafael Correa y sus funcionarios corruptos debe ser, ante todo y sobre todo para sus seguidores, una lección ineludible. ¿Qué valen hoy esos fiscales y jueces comprados para perseguir y condenar? ¿Qué valen hoy impresentables como Carlos Ochoa, Patricio Barriga y otros pagados para mentir y acabar con medios y periodistas honestos cuyo delito fue denunciar a tiempo las trapacerías y delitos por los cuales hoy tienen que responder ante los jueces? ¿Qué valen hoy todos esos supuestos intelectuales que se pusieron rastreramente al servicio del caudillo autoritario hoy con orden de captura?
Esa orden de captura no es un motivo de alegría ni de venganza: debería ser una lección para los ciudadanos (no dejar prosperar en las urnas gobiernos como los de Rafael Correa) y para los aspirantes a cargos de elección popular: el poder es efímero y la democracia, por defectos que tenga, es mejor que cualquier autoritarismo por ilustrado que se diga.
Los adagios populares son sabios: Correa cosecha lo que sembró.

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