Correa: cinismo y miedo
Académicos, intelectuales, escritores: en el pasado muchos políticos lo fueron. Fueron épocas en las que hasta en el insulto hubo inteligencia. Hasta que emergieron los políticos de guatita y la política se arrabalizó. Y nos pareció que topamos fondo. Sin embargo esas épocas, incluso las peores, palidecen en contraste con el basural intelectual, moral, argumental de los secuaces de la que llamaron revolución ciudadana.
El intento de construir un razonamiento, una respuesta lógica, fáctica a lo que expresan Correa y sus áulicos requiere un gran esfuerzo. Y no por que contengan razones, expresen silogismos, aporten conceptos, muestren inteligencia o alguna forma de mensaje ético. Es un esfuerzo porque carecen de cualquiera de estas características. Hay que empezar por lo básico. Por depurar las mentiras, las torceduras de hechos y el cinismo inmenso con el que aflojan la lengua.
Ahora que el presidente Moreno rompió los hilos con los que quisieron convertirlo en títere de Correa, la asambleísta Rivadeneira –tan elemental ella– lo acusa de neoliberal. Está, primero, la falta de sustento académico de lo que significa ser neoliberal, lo que es pedir demasiado a quien parece siempre ha comido alimento de rico. Lo que deja atónito es que increparle derechización al gobierno de Moreno tenga relación con una remisión tributaria (que no es perdón de impuestos, sino de intereses y recargos), lo que se hizo por dos ocasiones en el gobierno de Correa. Así deja sin espacio para una respuesta racional. No hay contraargumento posible frente al cinismo.
El chancho más ruin rompe el chiquero. Esto ha sucedido con el caso Balda, que ha llevado a involucrar penalmente al expresidente Correa, que ha mostrado todo el abuso del poder y del dinero para vendettas personales. Están los testimonios, los audios, los cheques, las certificaciones que hacen presumir la versión del secuestro de Balda; ex amigo íntimo del chavismo. La respuesta enlatada del correísmo es la de la persecución política. Es decir, para declararse perseguido, Correa ataca las conclusiones de Jalkh, quien afirmó que la justicia era independiente. Esto es, que a pesar de que él, Jalkh, un subordinado a Correa, tenía control de la Justicia, ésta era independiente, lo que también defendió Correa para sustentar que, por esa independencia, ganó todos los juicios durante su gestión. Es una falacia afirmar y negar al mismo tiempo un hecho, hacerlo refleja relativismo moral.
¿Es o no es independiente la justicia? Otro argumento contra la inclusión procesal de Correa, es que el caso fue juzgado en Colombia, lo que es jurídicamente deleznable porque el juzgamiento en ese país se hizo a sus nacionales que colaboraron en el secuestro. El cinismo de Correa no le permite percatarse de que, al reconocer la existencia de la infracción y el proceso, también reconoce que hubo el secuestro. No hay forma decente de negarlo. Pero para mostrar su raquitismo ético, no llama secuestro al secuestro sino deportación. Al mismo tiempo niega conocer a Romero, a quien posesionó Secretario de Inteligencia que, por el tipo de actividades de espionaje y persecución política, es imposible que no haya sido una personaje de su total confianza. No hay contraargumento posible contra el cinismo.
Glas, vicepresidente, y como nunca antes en el pasado decenas de funcionarios cercanos a Correa –nombrados por él, exaltados por él o defendidos por él– están enjuiciados, presos o fugados por corruptos. Pero, para Correa y sus áulicos el perseguido político es Glas. Todos los actos de corrupción por los que están encausados tienen conexiones, por el tipo de obras, por los involucrados, por las áreas de responsabilidad.
Aparece el tío Rivera, como innegable canal de conducción de las coimas hacia el sobrino. La evidencia es contundente pero, del lado correísta no ceden en reconocerla, en asumirla y, peor aún, en expiarla. No hay contraargumento posible contra el cinismo.
Con la entonación de cotorras, repiten la muletilla de la judicialización de la política. Esto es que los conflictos políticos se resuelven en los juzgados. Durante el período de Correa se forjaron delitos, se asesinaron reputaciones, se llevó o intentó llevar a los tribunales a políticos, dirigentes sociales, periodistas, encuestadores. Y todo ello, insisto, con delitos fraguados, fiscales y jueces sojuzgados. Incluso se llegó al extremo infame de fraguar, en informes espurios, un golpe de Estado. Difícil encontrar un momento en la historia en la que la justicia fuera tan manipulada para acabar con la oposición. ¿Puede entenderse que el infame proceso instaurado contra Cedatos, que tuvo la intención de encarcelar a Guillermo Lasso, iniciado por la infame correísta taimada, ahora ministra de Justicia, no haya sido eso que los correístas denuncian como judicialización de la política? Correa y la larga lista de corruptos han sido llevados a los tribunales por hechos, por certezas, por presunciones graves; están allí a pesar del Fiscal y Contralor correístas. Están por la fuerza de la opinión pública y por un gobierno que decidió acabar con el ocultamiento. Para el correísmo, lo sucedido en el gobierno de Correa, fue justicia. Hoy lo que hacen jueces y fiscales es persecución. No hay contraargumento posible contra el cinismo.
El coletudo asalariado de Maduro, el podemita Iglesias exponía en un video su solidaridad con Correa, quien, según dice, es un perseguido porque los ricos no le perdonaron haber puesto un plato de comida en la mesa de los pobres. Los resultados de crecimiento económico, ritmo y tendencia de la caída de pobreza y evolución del empleo y del subempleo, muestran que en el gobierno de Correa –tan corrupto–, lo indicadores que reflejan una solución sostenida y estructural de la pobreza, son paupérrimos. Los únicos que se enriquecieron fueron los llamados a la mesa de Correa. Pero digamos que, negando la verdad, las cifras económicas mostrarían lo contrario que muestran, y digamos que sí hay persecución. Pero ella proviene de sus amigos y compañeros de partido. No de otra fuerza política sino la misma con la que gobernó. No es la derecha ni la oposición al gobierno de Correa, las que ejercen el poder. Premisas que no permiten la conclusión retórica y falsa que la persecución es de los sectores, supuestos, que se habrían perjudicado por la supuesta redistribución revolucionaria. No hay contraargumento posible contra el cinismo.
Mientras se pasea por muchos lugares, es más desde España, ni siquiera desde su casa en Bruselas en la que debería estar su hija accidentada, Correa dice que no puede venir a presentarse ante la jueza, en cumplimiento de la orden judicial, porque la hija está accidentada. Si puede estar en España, es obvio pensar que no es un asunto de gravedad que tampoco le impedirá venir a Quito. En el perfil del abusivo está el miedo y lo encubre con razones filiales, que los hechos hacen presumir, irreales. Durante su periodo, el valiente presidente Correa vociferaba a los enjuiciados a presentarse ante lo jueces. Ahora, él, rebusca motivos para no hacerlo. No hay contraargumento posible contra el cinismo.
La historia es implacable. Por más malabarismos retóricos se ha escrito ya el carácter corrupto y abusivo del correísmo. Y está en curso todo un proceso de reinstitucionalización para que esa corrupción y abuso no queden impunes, en juicios justos y procesos transparentes, hasta llegar a indiciar a Carlitos Mameluco, por haberse robado hasta la esperanza.
Diego Ordóñez es abogado
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