Ministro Martínez: ¿cuándo dirá la verdad al país?
La Ley de Fomento Productivo que fue aprobada el 21 de junio en la Asamblea, y que ahora está en manos del Presidente para ver si aplica un veto parcial, no es, como se esperaba, un plan económico. Quizá por ahí empieza el malentendido que sigue habiendo con Richard Martínez a la cabeza del Ministerio de Economía.
Es verdad que el Presidente habló de la mesa que no dejó servida Rafael Correa. El país real no sabe y no conoce, sin embargo, cuál es la hondura y la gravedad de los desajustes ocasionados a la economía y al tema fiscal por el correísmo durante diez años. Y que el Presidente Moreno agravó al mantener durante un año a Carlos de la Torre y a María Elsa Viteri en el Ministerio de Economía.
Richard Martínez no ha hablado al país de economía desde su llegada al Ministerio. No ha dicho nada sobre el círculo vicioso que tiene que administrar en una economía cebada por los altos precios del petróleo hasta 2014 y luego por créditos externos –en particular de la China–; economía obligada ahora a buscar liquidez y contraer el gasto. ¿Qué puede hacer un Ministro que tiene que cuidar la popularidad del gobierno, al tiempo que tiene que reducir un déficit fiscal que suma 8% del PIB? Bajar el gasto público no le alcanzará. Y eso causará problemas de inversión pública (lo cual incidirá en la actividad económica y en el empleo), y zozobra en el sector de servidores públicos. Tampoco puede contar con un prometedor volumen de ingresos provenientes de las remisiones ($500 ó $600 millones), con los cuales puede contar solo este año, y tiene que rezar a sus dioses para que suba la producción y el precio del petróleo. Además de que en el presupusto que viene tiene que empezar a pagar la deuda al IESS que Richard Espinosa hizo el favor (al correísmo) de borrar de las cuentas por cobrar al Estado.
El ministro Martínez puede decir que se están creando incentivos fiscales para que el sector privado tome la posta del sector público que, gracias a la bonanza económica y al endeudamiento, jugó el papel de motor de la economía durante el correísmo. Pero eso requiere tiempo. Hay que abrir mercados y generar condiciones estructurales apetitosas y competitivas para los inversionistas. Hay que volver a crear un entorno jurídico, tributario y laboral que el correísmo volvió hosco a la inversión. Hay que hablar con los empresarios de competitividad y productividad y negociarlas con los trabajadores…
Martínez no tiene una tarea estacional por delante. Los expertos hablan, con cifras en la mano, de la hondura de una crisis que el país ni imagina ni parece dispuesto a oír. Y esa crisis no la puede enfrentar solo este gobierno. Tampoco la puede patear para adelante porque la camisa de fuerza de la dolarización, si se quiere fortalecer, se lo impide. Esta crisis durará este gobierno y quizá dos más, si las cosas se hacen bien.
Allí residen todos los interrogantes que debería responder Richard Martínez. Estos son algunos: ¿el presidente Moreno, que habló de que la mesa no quedó servida, conoce a ciencia cierta el estado real y actual de las cuentas fiscales y de la economía en general? ¿Martínez se las describió y llegó a un acuerdo con el Presidente sobre lo que tienen que hacer antes de aceptar el cargo? ¿Por qué el Ministro no ha dicho al país lo que significa no tener la mesa servida y lo que costará y las tareas que tienen que hacer el gobierno y el país para volver a poner la mesa? ¿Cómo puede ejecutar un ajuste sin perfilar el caos que provocó el correísmo para que el país, en su conjunto, conozca el monto de la factura que, pronto o tarde, tendrá que pagar? ¿Por qué el país no conoce ese cronograma económico y la forma como se repartirá el monto de la factura? ¿Tiene el ministro Martínez la capacidad política para imponer la disciplina fiscal en el gobierno en su conjunto? ¿Tiene la entereza y la voluntad personales para hacerlo? ¿Por qué no le dice al país cómo, con estas medidas parciales, piensa evitar que la economía se le vaya de las manos? ¿Por qué no da conocer la realidad de las cifras para que la opinión, debidamente esclarecida, pueda aquilatar el rompecabezas del cual no podrá escapar y tiene que encarar? ¿Por qué no dice la verdad para que la clase política en su conjunto, presionada por un país perplejo ante cualquier tipo de ajuste, sepa que tiene que hacer un acuerdo mínimo –que trascienda este gobierno– para que el peso de la reconstrucción económica sea responsablemente tratado y dignamente repartido? ¿Tiene Martínez la certeza de que el Presidente quiere negociar las condiciones de un consenso político sobre el manejo de la economía?
La pelota está en el campo del Ejecutivo. El Presidente y su ministro Martínez tienen un dilema: decir la verdad al país (mostrar en su dimensión del daño hecho a la economía por el correísmo) y decirle cómo lo piensan solventar o cargar con los costos políticos de una salida económica que no es global ni sistémica y que no permite visualizar, por parte de la sociedad, el problema en su conjunto y contribuir, responsable y equitativamente, en su solución.
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