domingo, 1 de julio de 2018

Contra las rejas

Contra las rejas
Alberto Ordóñez Ortiz
Es esta una hora crucial para Correa, y digo crucial, porque como nunca antes se puede observar sobre el aire que surge de su jadeante y enrarecida respiración, una nube negra cargada de truenos y relámpagos que dejan entrever una tormenta de justiciero fuego celestial en su contra. ¡Ya era hora! Varios procesos penales lo mantienen acorralado. Y no se trata de procesos [blandos], sino de procesos de siniestra catadura en los que hay serios indicios de que se habrían cometido varios crímenes de Estado. Al momento, el caso del General Gabela y el secuestro de Balda -los más sonados- y que por el revuelo de sus descomunales escándalos ocupan primeros planos de Medios nacionales y de algunos internacionales, van sepultando el nombre del ex-mandatario en las ominosas arenas movedizas de su creciente desprestigio, pero no de uno cualquiera, sino de ese tipo de desprestigio del que no hay regreso posible. A sus honoris causa, podrá agregar el inri que hoy mancha de manera indeleble su otrora desafiante frente, como el grillete electrónico que le aguarda. Las sanciones de la historia contra los mandatarios que traicionaron a la confianza de su pueblo constituyen la más grave e imborrable afrenta.
La situación penal del ex-presidente, dado el conjunto de elementos de convicción que le condenan, es de pronóstico previsible y, en tal medida que, por defenderse de las graves imputaciones que hoy por hoy le han llevado a ser arrastrado por el incontenible río de indicios que van tomando forma de incontrastables evidencias, le obligaron a acudir -todo él, descompuesto- a las pantallas de la CNN y de otros canales de cobertura mundial, en los que, cometió el indigerible desacierto de asegurar que el responsable en el caso Balda, “era el sargento Chicaiza”, un servidor público de segundo orden, quien, por la naturaleza de sus funciones, tan sólo recibía y cumplía órdenes de sus superiores, incluidas las que Correa habría emitido en su oportunidad. Sostener semejante ex-abrupto, pone en relieve su incontinencia por la deslealtad que, para el caso, la cometió precisamente en contra de Chicaiza, su ex-compinche, al que habría ordenado ejecutar actos que al momento se pierden en el coto de la más cerrada tiniebla.
Su inesperada aparición en la CNN y otros Medios, no sólo apuntaba a defenderse sino principalmente a mostrarse frente a la Opinión Pública internacional como un perseguido político. Ese, sin duda, su objetivo capital que, además, habría estado orientado, -esa es la lectura-, a preparar las condiciones que favorecieran su inminente asilo. Sin embargo, sus pretensiones se derrumbaron estrepitosamente frente a la condena penal de la justicia colombiana en contra de varios de los agentes de [su] SENAIN sancionados en el fallido caso del secuestro a Balda. El móvil político desaparece de manera inevitable si de por medio hay una sentencia penal expedida por un país extranjero y por el mismo caso.
“La justicia tarda pero llega”, -el viejo aforismo jurídico- cobra renovada vigencia. Ha pasado un decenio, para que Correa -el tirano y prontamente reo- esté contra las cuerdas, que digo, contra las rejas. (O)

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