Publicado en la Revista El Observador (diciembre del 2017, edición 102) |
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Pocos meses después de que Correa se autoexiliará en Bélgica, anuncia su regreso. El día de su partida, el 10 de julio, acusaba como claudicante, entreguista, desleal, incoherente… al estilo adoptado por su predecesor.
Desde entonces se acentúan las diferencias entre al anterior y al actual mandatario. Mientras Moreno toma distancias de la década anterior criticando el derroche de los dineros públicos, la corrupción, los sobreprecios, la prepotencia, la interferencia en otras funciones del Estado y la ineficacia de las políticas de la anterior administración, Rafael lo llama desleal, traidor, mediocre y pretende forzadamente constituirse en oposición del gobierno. Esas diferencias forman parte de la crisis política del país, cuyo elemento principal es la contradicción correísmo vs. pueblo, pero que derivan en una frágil institucionalidad y en desconfianza generalizada de los órganos de control y justicia por su alineación acrítica y cómplice con la autocracia del caudillo anterior. Alianza País también es escenario de la trifulca y aunque su desprestigio social es evidente, para las partes en disputa es indispensable hegemonizar la dirección especialmente por el control del bloque parlamentario y la ostentación simbólica de un solo liderazgo victorioso. Los ensayos de hegemonización en el partido de gobierno son una verdadera medición de fuerzas. Las sanciones, amenazas y destituciones, la convocatoria a una ambigua convención nacional y el anuncio de regreso de Correa tiene la dimensión semejante al de de un ajuste de cuentas entre mafias por la disputa de territorio. Estas pugnas dentro de Alianza País son de carácter político, por la dirección del partido y las instituciones del Estado. Esos conflictos forman parte de las contradicciones interburguesas (interoligárquicas) que no son antagónicas, pues pueden reconciliarse, una muestra de aquello es la actuación conjunta de morenistas y correístas en la Asamblea Nacional y el Consejo Administrativo de la Legislatura que archivó las solicitudes de juicio político a Glas, Augusto Espinoza, Gustavo Jalkh, Richard Espinoza, etc. Clarísima posición unitaria, que más parece un homenaje a la corrupción y la impunidad. La crisis de la otrora primera fuerza política del Ecuador es una competencia por el liderazgo político entre los restos de una decadente década y un emergente proyecto que toma distancia en la forma, aunque no en el fondo. Esta reedición cosmética de la llamada “Revolución Ciudadana” es evidente, pues básicamente no hay diferencias en el manejo económico del anterior y el actual gobierno caracterizado por mayor endeudamiento público, alto gasto burocrático, desatención a la reactivación productiva, privilegio al pago de la deuda externa, continuación del extractivismo petrolero y minero, reprimarización de la economía, incumplimiento en la entrega del presupuesto constitucional a salud y educación, etc. Pero el retorno de Rafael trasciende a la participación en la convención nacional de correístas. Ese regreso coincide con la etapa de juzgamiento que enfrenta Glas, Rivera, Pólit y 10 personas más por el delito de asociación ilícita en el caso Odebrecht, además su vuelta concuerda con los días en que la Corte Constitucional dictaminará la legalidad de las preguntas de la Consulta Popular; al parecer apuesta a presionar dictámenes y sentencias como la inocencia de los procesados por corrupción y evitar que el pueblo decida sobre la reelección indefinida. Sin duda que hay intereses de por medio en su llegada. Detrás de la auto repatriación de Correa también hay objetivos ideológicos neo populistas, el interés es rehabilitar la imagen del caudillo como la de un mesías salvador traicionado por sus discípulos, de un mártir que arriesga hasta su vida por la Patria. Estos experimentos del marketing político intentan anular el papel decisivo de las masas en la historia y sobresaltar la dependencia social que tienen las clases trabajadoras del líder iluminado para conquistar su liberación; nada distinto hay detrás de estos propósitos con los ensayados por Bucaram y Velasco Ibarra indistintamente. A la reunión de amigos correístas, que tendrá lugar en Esmeraldas, asistirán algunos remanentes de fanáticos que aún le declaran fidelidad al ex presidente, pero también habrá sillas vacías por la ausencia de fugitivos de la ley y de uno que otro privado de la libertad, como Glas o Capaya. Distantes estarán sus antiguos socios, los que evitaron cualquier crítica al dueño del país durante su mandato, ahora alineados detrás del nuevo inquilino de Carondelet se atreverán a desafiar un poder debilitado y vitorear al nuevo jeque de la política nacional. Más allá de este maniqueísmo burgués de Alianza País, las clases populares rechazan mayoritariamente la presencia de Correa por su relación con la corrupción, el autoritarismo y el fracaso económico. No será sencillo cambiar esa percepción de las mayorías, es difícil engañar al pueblo con shows prefabricados, seguramente el caudillo cosechará lo que sembró. |
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