La guía de la política exterior es un panfleto chavista
Resulta difícil creer que el presidente Lenín Moreno haya leído o al menos que se haya enterado del contenido de la Agenda de Política Exterior, que la cancillería de María Fernanda Espinosa ha presentado y que servirá, según se dice en el documento, como guía para la toma de decisiones en política exterior. Y si leyó parecería que no entendió absolutamente nada.
Si bien es verdad que Moreno se ha declarado socialista y revolucionario, la Agenda de Política Exterior contiene enunciados que se contradicen de algunas tomas de posición que Moreno ha tenido en los últimos meses sobre relaciones exteriores. Está por ejemplo, el tema de Venezuela. Es evidente que quienes redactaron la Agenda profesan una lealtad que raya en la militancia ciega y absoluta con el gobierno de Nicolás Maduro, mientras que Moreno ha tomado distancia de ese régimen autoritario y dictatorial que ha llevado a Venezuela a un colapso social e institucional sin precedentes en América del Sur.
Mientras Moreno ha dicho que le preocupa el número de muertos y el número de presos políticos en Venezuela, en la Agenda de Política Exterior de la canciller Espinosa se formula la declaratoria más incondicional y absoluta de filiación al proceso político venezolano. “El proceso de una Asamblea Nacional Constituyente ha profundizado la arremetida de la derecha internacional y de los medios de comunicación, mientras que la Organización de Estados Americanos, OEA, ha asumido una postura controversial, al transgredir el principio de no intervención en asuntos internos de un Estado”, dice el texto del Ministerio de Relaciones Exteriores que se asemeja mucho más a un texto redactado en una sede de una de las Milicias Bolivarianas o en la oficina de Diosdado Cabello que en las oficinas de una cancillería que dice estar conformada por diplomáticos profesionales.
El tono de panfleto chavista-madurista se nota a leguas en las ochenta páginas de la Agenda. Es un texto lleno de referencias ideológicas (el término neoliberal se lo menciona en cinco ocasiones) que, a la luz de los acontecimientos de los últimos años, resulta desubicado y sin conexión con la realidad. En esta línea se presenta el tema de la integración regional y la llamada Alianza de Pacífico. Para quienes redactaron la Agenda, por ejemplo, la Alianza del Pacífico a la que pertenecen México, Colombia, Perú y Chile es una iniciativa a la que el Ecuador no debe sumarse por su agenda “neoliberal” y “aperturista”, mientras que la Alianza Boliviariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, aparece como una prioridad para la diplomacia ecuatoriana. Se trata de una sorprendente afirmación de una Cancillería que parece incapaz de observar y percatarse del evidente fracaso de la ALBA, que para lo único que sirvió fue para lanzar consignas anti imperialistas y filo comunistas y que luego del desplome de Venezuela ha quedado convertida en un mecanismo sin ningún sentido ni utilidad. Con Venezuela colapsada, el ALBA ha pasado a ser únicamente un eslogan político. ¿Ecuador sigue apostando por ella?
En efecto, en la Agenda se acusa a la Alianza del Pacífico de estar “marcada fundamentalmente por su impronta comercial y defensa del libre mercado” y de tener “una connotación política representativa del modelo neoliberal, que ha volcado su atención hacia iniciativas de índole aperturista como la alianza del Pacífico, coadyuvando a la ralentización de los procesos en UNASUR y CELAC”. Si se compara esta afirmación hecha en la Agenda con las recientes declaraciones del presidente Moreno, quien dijo que “debemos refrescar nuestras relaciones internacionales y revisar la posibilidad de alcanzar un acuerdo comercial con EEUU y las opciones que tiene el país en el marco de la Alianza del Pacífico”, es obvio que o Moreno no leyó la Agenda o que quienes la redactaron no se enteraron, o no quisieron enterarse, de lo que piensa Moreno. Mientas la Alianza del Pacífico parece consolidarse como la única iniciativa regional de integración comercial que funciona en el continente, el Ministerio de Relaciones Exteriores insiste, como dice en la Agenda, en afirmar que la “tarea fundamental en materia de integración consiste en consolidar espacios como Unasur, Celac, Can, OTCA y ALBA”. No aparece, casi nunca, las referencias mencionadas por Moreno de la necesidad de encontrar mercados para los productos ecuatorianos y cuando se menciona la palabra mercado, que parece en 16 ocasiones, casi siempre es en tono peroyativo: “En esta nueva etapa de su desenvolvimiento histórico, el Ecuador se asume como una sociedad con mercado, y no de mercado”.
La Agenda, además, recoge posiciones que el correísmo más visceral extrajo de las obsesiones personales y autoritarias de Rafael Correa y las elevó a categoría de tesis de política internacional. Está plenamente recogida, por ejemplo, la posición que el gobierno de Correa tuvo frente al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. “Ecuador exhorta a que los Estados asuman la responsabilidad de una reforma de diversos aspectos como la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el financiamiento apropiada de las relatorías y la ratificación de los instrumentos interamericanos y universales de derechos humanos para su plena aplicación”: esta es una clara y absoluta herencia de los esfuerzos infructuosos y vergonzosos que hizo Correa para quitarse de encima los mecanismos legales del sistema interamericano que obstaculizaban a su política atrabiliaria y autoritaria, sobre todo con los medios de comunicación. Como se ve en el texto, incluso, no se deja fuera el tema de la Relatoria Especial para la Libertad de Expresión que se convirtió en una auténtica obsesión de Correa y que lo llevó a tratar por todos los medios posibles para que exista un consenso regional para quitar a esa relatoría el financiamiento de organismos ajenos a la Organización de Estados Americanos. Correa, en el 2013, calificó a la Relatoría como un adefesio. La agenda parece estar inspirada por ese mismo pensamiento.
La Agenda es evidentemente la hoja de ruta de un gobierno que no se parece en nada a la que Lenín Moreno dice que quiere aplicar. Si Moreno dice que le interesa llegar a acuerdos comerciales con los EEUU, la Agenda redactada por la Cancillería soslaya ese tema y lo reduce a una frase aislada, cosa que contrasta con la importancia que se le otorga a otros temas como los acuerdos comerciales con Nicaragua y el Salvador y la creación de la aerovía Ecuador-Taití.
Es indudable que el texto de la Cancillería lleva la impronta de uno de los funcionarios que, según ha informado ese Ministerior, trabajaron en su redacción: Juan Meriguet. Se trata de un militante de izquierda radical, casado con la ex asambleísta y actual embajadora en Cuba, María Augusta Calle, que ha mantenido una relación muy cercana con grupos insurgentes como las FARC. En efecto, Meriguet, quien entró a la Cancillería de la mano del ex canciller Ricardo Patiño, apareció en un informe de la Dirección de Inteligencia de la Policía como uno de los operadores de la agencia de noticias Altercom, medio de comunicación de las FARC, junto a su esposa. La Policía dijo en ese entonces que Altercom operaba como una agencia de prensa internacional, “relacionada con partidos políticos, movimientos de izquierda y las FARC”. Antes de trabajar en la Cancillería, Meriguet tuvo algunos cargos en el gobierno de Correa. Fue funcionario del Ministerio de Coordinaciòn Política en tiempos de Ricardo Patiño y subsecretario de Fortalecimiento de Movimientos Sociales y Pueblos. Además participó en la estructuración de los comités de la revolución ciudaana (CRS), al inicio del Gobierno.
Según un boletín de la Cancillería, Meriguet participó en la redacción de la agenda en su calidad de Embajador Itinerante en temas estratégicos y aparece en casi todas las notas de prensa que el Ministerio de Relaciones Exteriores ha hecho sobre la Agenda de Política Exterior. Como Embajador Itinerante tiene un sueldo de 3 418 dólares mensuales.
La Agenda de Política Exterior que ha presentado la Cancillería parece un texto salido de un club de admiradores de los procesos políticos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia y China. En su contenido no existe nada que haga recordar los votos hechos por el presidente Moreno de “refrescar las política internacional” luego de los diez años en los que Ecuador evitó adherirse a procesos regionales exitosos como la Alianza del Pacífico. Es más una declaración de dogmas ideológicos que una brújula pragmática para las relaciones internacionales de un país que dice ser democrático y moderno.
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