Publicado el 2017/04/15 por AGN
[Alberto Ordóñez Ortiz]
Hemos ingresado a la dimensión de una crisis que sacude al País por sus cuatro costados. Su magnitud impide ver o dar con la salida. Sus autores: los filibusteros de una política que se tomó por asalto el Estado, sus funciones e instituciones. La bandera negra y la calavera son su emblema, como lo era en su momento la que exhibía Frances Drake, el más siniestro pirata de la historia. Ni más. Ni menos. El ingreso a la dimensión desconocida ha sido a paso lento. Pero imperturbable y firme. No les tembló la mano en el ajuste de medidas que empobrecieron a la clase media y volvieron miserables a los pobres. Durante diez años el desmantelamiento de las leyes ha sido una constante que ha cambiado sustancialmente el panorama jurídico. Ahora, no se debe decir como antaño: “hecha la ley, hecha la trampa”, sino hecha la trampa, hecha la ley.
Todo huele a timo. A farsa. A ratonera. La crisis institucional arrasa con la seguridad jurídica y crea el caos, porque a río revuelto ganancia de filibusteros. Con normas reglamentarias se reforma a la Constitución -la Ley de Leyes- y a su conjuro se impone un régimen de aniquilación del derecho con el exclusivo propósito de proteger los intereses de los píratas de las altas esferas que daga en boca avanzan dejando a su paso la devastación del ordenamiento legal con el fin de lograr que fluya el teje y maneje que permite cometer “legalmente” toda clase de infames fechorías. Para lograrlo, se ha creado un régimen jurídico hecho a medida de la gula de sus desmanes anti-patria.
La economía nacional es un salto al vacío del que nadie sabe si habrá regreso. Todo ocurre bajo la publicidad de la veintena o más de medios de comunicación pública que responden a un proyecto que tendría la misión de trampear a la opinión pública; volviendo justo lo injusto y elevando el despotismo a los altares. En el ínterin hay un cinismo que marcha avante con la siniestra bandera negra y la calavera que, como queda dicho es propia de una piratería que no solo que no deja piedra sobre piedra, sino que se las va llevando, bajo la idea de que todo es vendible. Solo así se explica que en el 2014 hayamos obtenido el “honor” de que después de Venezuela hayamos sido el país que “cometió” mayor gasto público. Así es como se obtuvo el “Doctor Honoris Causa” que nos faltaba.
El país ha caminado hacia atrás, como los cangrejos, -en su más amplio sentido ilustrativo-, mientras la embarcaciones de los corsarios se llevaron -y se llevan- la bonanza petrolera, los minerales extraídos a nuestra generosa tierra, como gran parte del dinero proveniente de la delirante impuestomanía y que, en el juego de manos del toma y daca fue trasvasado a extrañas naves de bandera amarilla, sin olvidar los cuantiosos ingresos que en el caso Odebrecht, Petroecuador y demás, habrían ido a parar en los paraísos fiscales. El régimen de devastación del país, es el que permite que, en medio de un naufragio electoral aún no resuelto, cobre vigencia la lapidaria frase de Sung Saa Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz: “Lo que verdaderamente les vuelve perversos y corruptos no es el poder por el absolutismo, sino el temor a perderlo”. (O)
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