jueves, 6 de abril de 2017

Lasso deja a Moreno en el lado oscuro de la fuerza

  en La Info  por 
La tercera vuelta de las elecciones se juega en este momento. La prioridad del gobierno es crear un hecho consumado: legitimar a Lenín Moreno como presidente electo. La de Guillermo Lasso es impugnar el resultado anunciado por el CNE correísta y generar un hecho de opinión que se resume en un lema: que se abran las urnas y se cuenten los votos.
Lasso –a juzgar por el discurso de ayer, durante la presentación de las pruebas del fraude, asume el liderazgo de las protestas callejeras que se están dando en el país. A sus participantes, les pide seguir en las calles pero mostrando calma y serenidad, “para que se escuche la voz de la verdad; no con ruidos que alientan la actitud de los violentos”. Lasso se pone a buena distancia de aquellas voces que, en las redes, golpean las puertas de los cuarteles y de aquellos –pocos por fortuna– que se despiden de esposas y de niños y que, en las calles, se declaran candidatos a mártires en la guerra contra el correísmo.
La actitud de Lasso y su tono dejan sin piso las acusaciones del régimen que buscan convertir el derecho a impugnar los resultados y manifestarlo en las calles, en un operativo macabro para obtener por la violencia lo que el CNE negó en las urnas. Lasso no confronta en ese campo y prefiere poner las cargas en el aspecto legal y en la batalla de opinión. Su objetivo inmediato es obtener un reconteo voto a voto.
La estrategia del líder de CREO tiene evidentes problemas:
Moreno tiene todo el Estado a su servicio: gobierno, CNE, funcionarios, medios, aparato de propaganda, embajadas y contactos gobierno a gobierno…
Los veedores internacionales que fueron aceptados no vieron nada. Nunca ven nada. Son ciegos desde antes de este gobierno. A diferencia de los europeos y por eso este gobierno les prohibió venir.
El tiempo corre en su contra porque, mientras Moreno fue ungido por Juan Pablo Pozo y exhibido en el balcón de Carondelet, él tuvo que esperar a que el CNE notificara los resultados para poder hacer las impugnaciones.
Ahora, depende del CNE: por lo que él  y César Monge dijeron, han consolidado las pruebas del fraude. Pero la decisión corre por cuenta del CNE que, como se sabe, es enteramente correísta. Por eso Lasso se ha mostrado absolutamente pesimista sobre el curso que tendrá esta gestión encaminada a que se abran las urnas.
¿Qué le queda? La opinión pública interna, porque la internacional a la que le interesa la región, está totalmente enganchada con la miseria en Venezuela y el golpe de estado de Maduro. Lasso se refugia en la ciudadanía porque ella es, y será, la protagonista del postcorreísmo. En ese proceso, él es una pieza fundamental. Para cerca de cinco millones de electores, él ya no es el candidato de CREO: es el líder de una oposición que vio en su candidatura la posibilidad de volver a la democracia, de reinstalar la República.
Lasso interpreta ese medio país (quizá también a una parte de los electores de Moreno) que entiende que un cargo, como el de Presidente de la República, se debe ganar en un juego limpio. Él apuesta por el respeto a la legalidad (que sabe que le es adversa) y por una batalla ética que luce inusual en un panorama de odio tan bien ilustrado por Correa, siempre deseoso de arreglar los desencuentros a punta de insultos, golpes y cárcel para sus opositores.
Ni insultos ni golpes militares ni violencia: Lasso conmina al CNE a responder por el apagón digital. Lo conminado a parecer honesto porque  está convencido de que no lo es. Y a hacerlo rápidamente. Alianza País ya midió el costo de todas sus irregularidades y dio su acuerdo para que se revisen 1795 actas señaladas por CREO. Pero empezó otra campaña insultante en la que vuelve hacer lo que mejor sabe: denigrar y amenazar. El correísmo entiende que si solo se revisan unas actas (sin, por ejemplo, auditar el sistema informático del CNE) no arriesga nada: El CNE y el Tribunal Contencioso Electoral son suyos. No soltará lo que nunca estuvo dispuesto a ceder.
Lasso, que sabe que tiene al Estado en su conjunto en frente, parece decidido a instalarse en el mediano plazo. Su discurso, resignado para algunos que así lo dicen, está construido con elementos típicos de la resistencia civil no violenta: habla de saber la verdad y de ser transparente; habla del abuso constante y de la violación de las reglas; habla de su imposibilidad de ser cómplice de lo que, a sus ojos, es un fraude.
No hay odio en lo que dice. No llama a destruir, incendiar, hacer daño o inmolarse por esta causa. Dice que el reclamo no es personal. Que es por ese país que exige respeto. Que exige amparado en la ley y en la Constitución. Que la gente que está en la calle no va a parar, hasta que se respete su voluntad. Incluso dice a Pozo que no desaproveche la oportunidad de redimirse.
Lasso no claudica. Pero incluye estos dos elementos, la ética y la no violencia, en una batalla que deja a Lenín Moreno en el lado oscuro de la fuerza.

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