martes, 4 de abril de 2017

El CNE, parido en las tinieblas, solo puede generar dudas

  en La Info  por 
El Ecuador está pagando las consecuencias de los monstruos creados por la novelería política con la que el correísmo se instaló en el poder hace ya casi 10 años.
La conmoción social que está generando el Consejo Nacional Electoral, CNE, y su conducta, son ejemplos de lo que significa crear una institucionalidad partidista que, tarde o temprano, pierde legitimidad.  Si ahora la sociedad está movilizada y expuesta a hechos de violencia, porque existen dudas sobre la transparencia y la certeza en el sufragio electoral, es porque el organismo encargado de ese tema no fue concebido como un órgano independiente. Y porque sin independencia en política, no hay credibilidad.
El CNE está conformado por cinco vocales que han sido incondicionales al gobierno, lo cual es obvio porque fueron nombrados por el Consejo de Participación, un organismo que, en virtud de la Constitución de Montecristi, integra simpatizantes del Ejecutivo en todos los organismos de control y fiscalización del país.  En este CNE ya no existe ese principio de observancia mutua que había antes de Montecristi, donde los distintos partidos se vigilaban unos a otros con delegados de algunos de ellos.
Esta deformación institucional inevitablemente termina en comportamientos no institucionales. Obvio, si no hay independencia y existe impunidad garantizada, el cumplimiento de la ley es apenas un detalle que puede ser obviado. El caso del CNE de Juan Pablo Pozo es un ejemplo de ello.  En la primera y en la segunda vuelta, el CNE no ha cumplido con la ley electoral ni con su misión de garantizar  transparencia e imparcialidad.
Uno de esos incumplimientos es el que tiene que ver con el artículo 127.  Al menos dos expertos han hecho estas observaciones insistentemente: Fausto Camacho, del observatorio electoral y Ana Mercedes Días, ex directora del CNE de Venezuela. Ella, horas antes de la primera vuelta, se refugió en la Embajada de los EE.UU. porque la querían detener por sus denuncias sobre un supuesto fraude. El artículo 127 dice que en los recintos se deben redactar tres actas. Una de ellas se debe entregar a la Junta Provincial Electoral. Ese paso, según Camacho y Díaz, no se cumplió y las actas fueron directamente -sin pasar por la Junta Provincial- a los escáners desde donde se transmite la información al CNE. Es decir, se evita uno de los pasos medulares, fijados por la ley, que garantizan la transparencia del proceso: la audiencia pública de la Junta Provincial. “Eso es un escáner, no una audiencia pública”, sostiene Camacho.
Otra violación a la ley es la que tiene que ver con el rol de portavoz de los resultados preliminares que ha asumido Juan Pablo Pozo. Según Fausto Camacho, la ley establece que los datos preliminares solo pueden ser publicados en procedimientos tecnológicos y no en anuncios públicos como los que ha hecho Pozo tanto en la primera como en la segunda vuelta.
La desconfianza en el CNE, por tanto, no solo se origina en perversiones institucionales sino en las actuaciones de sus autoridades. Entre esas estuvo la negativa a aceptar a la misión de observación electoral de la Unión Europea. Se trata de una misión, quizá la única, que hace un auténtico monitoreo de todo el proceso electoral, desde la campaña hasta la idoneidad y seguridad del software que se utiliza. ¿Qué argumento se dio para no aceptar esa observación? Quizá el más deleznable y vergonzoso que se pueda imaginar. La vocal Nubia Villacís lo explicó alguna vez: como no hay reciprocidad, porque el Ecuador no puede observar las elecciones en Europa, acá no son bienvenidos los observadores europeos. “En el caso de Europa, la  Unión Europa no invita a América Latina o al CNE para hacer observación electoral”, dijo la vocal.  El mismo argumento absurdo fue sostenido por el presidente Correa.  “Un senador español que se encuentra en nuestro país, en una forma muy descortés ha dicho que es una torpeza no haber aceptado una misión de observación de la Unión Europea. Me pregunto cuántas veces la Unión Europea ha aceptado en sus elecciones la presencia de observadores latinoamericanos”. Y agregó  que “es una pena que algunos no logren superar todavía su mentalidad colonialista”.
Sin la misión de la Unión Europea todo el trabajo cayó en las misiones de la Organización de Estados Americanos y Unasur. En ambos, casos se trata de misiones de acompañamiento que visitan los recintos, pero no hacen auténtica observación. Con esos antecedentes y los resultados es inevitable y perfectamente legítimo preguntarse si la decisión de no admitir al equipo europeo fue parte de una clara y premeditada intención de no permitir que el proceso sea examinado. Otro golpe a la credibilidad.
Otra prueba de la falta de cumplimiento legal es la forma en que el CNE se hizo de la vista gorda ante el desfachatado y grosero abuso de los recursos del Estado en la campaña a favor de Lenín Moreno. Para muestra un botón: el día de la presentación de la candidatura de Moreno en el Estadio del Aucas, el 2 de febrero, todos los canales administrados por el Gobierno transmitieron el acto durante casi dos horas. Esto fue, evidentemente, una violación de la ley electoral y de todo sentido de ética pública.
Lo mismo puede decirse del uso de los canales incautados que emitieron sin ninguna restricción material, no solo a favor de Moreno sino expresamente diseñado para perjudicar a Lasso. El abuso de las páginas del diario oficial El Telégrafo para promocionar a Moreno y dañar a Lasso es otro ejemplo de cómo el CNE no cumplió ni remotamente con su trabajo. Es evidente que con un comportamiento así y con un origen institucional completamente distorsionado, la población no puede tener confianza en el trabajo del CNE.
El Ecuador atraviesa momentos críticos. La falta de credibilidad del CNE tiene a importantes sectores de la sociedad al borde de la confrontación y la violencia. Pero no solo es eso: el propio Lenín Moreno, en caso de asumir el poder, lo hará con una legitimidad lesionada gravemente que lo condenará a ejercer un liderazgo viciado y débil.

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