Carta 26:
Publicado en mayo 5, 2016 en La Info por José Hernández
Presidente,
En Alianza País hay una guerra interna, de magnitud superior a la del terremoto, por la sucesión. Por supuesto hay precandidatos a granel. Debe haber algunos a quienes no les preocupe la situación económica que usted dejará. Pero por lo que se sabe, eso sí inquieta mucho a Lenin Moreno que es –hasta el momento en los sondeos– el único candidato, del horizonte verdeagüita, con posibilidades de ganar.
Si la realidad económica aterroriza a los suyos, imagine usted lo que los ciudadanos deben pensar mirándolo actuar. Debe ser inevitable que piensen en Luis XV. A él se le atribuye la frase “después de mi el diluvio”. La dijo al final de su reinado. La dijo ante un evidente descontento social. La dijo porque pensaba que Francia se iba a volver un polvorín.
¿Después de usted el diluvio, Presidente? Lo que ya es un hecho es que usted, para acabar de esculpir la estatua que quiere que la historia le talle, no escatimará esfuerzos para limitar sus costos. ¿Fue su ministro Fausto Herrera quien fue a China a prevender, la semana pasada, petróleo a Petrochina? Preventas, campos petroleros dados por 20 años a empresas como Schlumberger, deudas secretas con la China, deudas con el IESS, solicitudes de jubilaciones pateadas para el año entrante, déficit actuarial del IESS no pagado, eliminación del aporte del 40% al IESS que le caerá al próximo gobierno…
La lista es larga, Presidente, y no solo afecta el presente de la caja fiscal. Usted dejará un rosario de deudas que el país tendrá que pagar. Y ya ha hipotecado recursos (el petróleo en particular, pero también las minas) que ciertas empresas aún no han explotado. Su gobierno no solo derrochó; está consumiendo el futuro.
Su gobierno -como usted- resultó un pacman. Dispuesto a devorar todo para sostener la ficción de que su revolución es productora de felicidad. Y para que esa ficción tenga adeptos –y no los pierda– pues hay que producir clientelas y mantenerlas. Cuando había dólares los cuentos funcionaban bien a pesar de las cuentas. Y ahora que ya no hay dólares, usted hace suya la frase de Camilo José Cela: “Cuando las deudas no se pagan porque no se puede, lo mejor es no hablar de ellas y barajar”.
Justo eso: usted no habla del estado de endeudamiento en que dejará a país y, lejos de parar el juego, sigue barajando. Esta no es solo la prueba del absoluto ensimismamiento que le impide pensar en las condiciones financieras en que usted dejará al país. Traduce la absoluta falacia de que su movimiento tiene un proyecto político por fuera de su destino personal. No lo tiene. En los hechos, si su movimiento sobreviviera a su gobierno, sería la primera víctima de este encantamiento que la crisis destruyó. Y cuyos costos usted, en vez de asumir, transfiere incluso a las futuras generaciones.
Usted quizá cree que su modelo sigue impertérrito. Cualquiera lo imagina, Presidente, reunido con sus ministros y gurús en mercadeo pensando en “medidas creativas”. Es decir, en cómo potenciar cada vez más la capacidad de endeudamiento del país. Más patético resulta imaginarlo creando frases, inventando lemas, socapando cifras y realidades con el único propósito de disfrazar la quiebra de su modelo. La irresponsabilidad política es tan ostensible como la ligereza con que usted aborda su actitud frente al futuro del país. Usted no solo habrá consumido los fonditos que encontró sino que dejará la caja fiscal vacía y una larga lista de deudas por pagar.
Es verdad: usted hace pensar en Luis XV. Después de usted, el diluvio. Es el mayor caso de alelamiento político que el país, que lo vio recoger la esperanza en 2007, podía imaginar.
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